Barcelona La final de 1986
Duckadam: "Sé que hice felices a los seguidores del Madrid"
Paró cuatro penaltis al Barça en la final de la Copa de Europa de 1986 disputada en el Sánchez Pizjuán el 7 de mayo de 1986 y logró el título para el Steaua.
Sánchez Pizjuán, 7 de mayo de 1986. Barcelona y Steaua disputan la final de la Copa Europa. Los blaugrana son favoritos ante un semidesconocido equipo rumano, con Balint, Belodedici o Lacatus como jugadores más reseñables. Sin embargo, cosas del fútbol, el débil gana al poderoso. Hoy se cumplen 25 años de aquel día que pasó a la historia por la tanda de penaltis (0-0). Helmut Duckadam, un portero espigado y bigotudo (cuando los futbolistas lo lucían con orgullo), se convirtió en el 'Héroe de Sevilla' al detener los cuatro intentos culés: Alexanko, Pedraza, Pichi Alonso y Marcos (Schuster ya no estaba en el campo pues fue sustituido y ni tan siquiera se quedó a ver el final del partido. Cogió un taxi y se marchó directamente al aeropuerto). Urruti también cumplió y paró dos, pero fue insuficiente y el título voló a tierras rumanas.
Ahora, 25 años más tarde, Duckadam es el presidente del Steaua. Su historia, viendo el inicio y el final, puede parecer de cuento, pero no fue ni mucho menos así. Tras ganar la Copa de Europa, y con 26 años, sufrió una enfermedad que le obligó a retirarse. Muchas son las leyendas que circulan alrededor de ella (todas con la dictadura de Ceausescu de fondo), aunque el protagonista nunca quiso aclararlo. La versión oficial fue que sufrió flebitis, pero hay una especialmente curiosa. Cuentan que Mendoza, presidente por entonces del Madrid, premió a Duckhadam con un Mercedes por dejar al Barça sin Copa de Europa. A su vuelta a Rumanía, el hijo de Ceausescu se encaprichó del coche, y ante la negativa del portero de dárselo, decidió vengarse rompiéndole uno a uno los dedos de las manos. Pasase lo que pasase, volvió tres años después a jugar en el modesto Vagonul Arad de la Segunda División rumana, donde se retiró en 1991.
Desde entonces, toda una aventura digna de película: se unió a la Policía fronteriza del condado de Arad, en 2003 emigró legalmente a EE UU tras ganar un billete de lotería (así eran aquellos tiempos en Rumanía) y, a su vuelta, en 2004, se metió en política, donde llegó a ser Ministro de la Juventud y el Deporte. Incluso tuvo que vender los guantes con los que detuvo los cuatro penaltis por cerca de 10.000 euros por problemas económicos.
Quizá por todo lo que ha vivido, Duckadam recuerda el día que se convirtió en el 'Héroe de Sevilla' con especial humildad: "Yo sólo fui una pieza dentro del engranaje del Steaua", reconoció a AS en su vuelta a España hace ya unos años. Aunque es consciente de la importancia que tuvo, sobre todo en nuestro país: "Nunca jugué en el Madrid, pero sé que hice felices a sus seguidores. En Barcelona no creo que me quieran tanto". Eso seguro.