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REAL MADRID 1 - BARCELONA 1 | LIGA BBVA

El Real Madrid sobrevive

Un clásico escaso de fútbol se resolvió con dos penaltis transformados por Messi y Cristiano. Albiol fue expulsado y se perderá la final de Copa. Muñiz no señaló un penalti a Villa.

<b>EXPULSIÓN.</b> Albiol vio la roja por este derribo a Villa dentro del área.
EXPULSIÓN. Albiol vio la roja por este derribo a Villa dentro del área.REUTERS

Se silenciaron las palabras y habló el fútbol. Era el momento de poner las cartas boca arriba, de descubrir quién iba de farol y quién llevaba la mano buena. La retórica se le acabó al Real Madrid cuando comenzó a rodar el balón. Fue entonces el momento del Barcelona, que dejó la Liga vista para sentencia, si es que no lo estaba ya antes. Si no ganó el clásico fue porque le faltó ambición, decisión y también algo de fútbol para rematar al Madrid cuando lo tenía tumbado en la lona. También tuvo su influencia la nefasta actuación del árbitro, Muñiz Fernández, que lo enredó todo y no dejó satisfecho a nadie. No pitó un claro penalti a Villa, señaló otro dudoso de Alves a Marcelo y perdonó la expulsión del lateral azulgrana. Si pitó penalti debió mostrarle la segunda amarilla. Otra muestra más de la incongruencia de los árbitros. El Madrid sólo reaccionó cuando se vio derrotado, con todo perdido. Efectuó entonces un lavado de cara que acabó por dejar un recuerdo agradable entre su afición. Sucedió cuando ya jugaba con diez, por la expulsión de Albiol, pero sobre todo, con Özil en el campo. En un equipo que no anda sobrado de fútbol, la presencia del alemán se antoja indispensable. Se resolvió todo con dos penaltis, transformados por Messi, que nunca había marcado a Mourinho, y por Cristiano, que nunca había marcado al Barcelona. Medicamento para calmar los egos.

El encuentro se disputó en un tablero de ajedrez, con los entrenadores moviendo piezas e intentando adelantarse con cada maniobra a la del contrario. Pero con una notable diferencia, el Barcelona nunca renunció a su estilo. El Madrid se protegió en el centro y descuidó el ataque. Le entregó el balón al Barcelona y buscó el contragolpe de forma descarada. Renunció a llevar la iniciativa y levantó una muralla apenas unos metros por delante del área hasta completar un dibujo que en defensa fue un 4-5-1.

Decidió el Madrid buscar el triunfo sin discutir de fútbol. Buscó anular las virtudes del Barcelona amontonando hombres en el centro del campo para intentar anular la línea de pase. Pero lo hizo demasiado atrás, lo que produjo dos graves consecuencias para el Madrid. Primero, con esa táctica facilitó el inicio de las jugadas del Barcelona, que lo pasa mal cuando le presionan arriba. Es entonces cuando más problemas tiene para efectuar las transiciones entre la defensa y la zona de creación. Cuando el Madrid adelantó la presión le hizo daño a los de Guardiola. Y segundo, defendió tan atrás, que cuando robó el balón se encontró con todo un universo por conquistar. Pase en largo y a rezar para que una cabalgada de Di María o de Cristiano, que maquilló con su gol otra nefasta actuación en un duelo de altos vuelos, finalizara con uno de ellos clavando la bandera en territorio enemigo. Fue el planteamiento de un equipo pequeño que llega al Bernabéu atemorizado por el escenario y el rival. Un grave error de cálculo cuando eres el Real Madrid y el Bernabéu es tu casa.

Pepe, que de forma inexplicable se fue sin ser amonestado, comenzó como mediocentro, con Khedira a su derecha y Xabi Alonso a su izquierda. Lo que el Madrid ganó en músculo lo perdió en ideas. En concreto las de Özil, relegado al banquillo. Fue una evidente declaración de intenciones que dejó al contragolpe como único argumento ofensivo. Lo padeció Benzema y lo sufrió todo el público, que apenas vio en su equipo la más mínima intención de crear, de inventar.

La acumulación de hombres en el centro del campo convirtió cada arrancada de Messi en una carrera de obstáculos y por ahí sí logró entorpecer algo el Madrid el juego del Barcelona. Tampoco favoreció las maniobras ofensivas del Barcelona un césped demasiado seco y alto, que frenó el balón.

Si el Madrid sabía a lo que no quería jugar, el Barcelona también tuvo claro siempre cuál debía ser el camino para llegar al gol. Lo suyo fue un ejercicio de paciencia, de esperar el momento, que sabes que terminará llegando si atraviesas fases con un 80% de posesión a favor. No fue la representación más brillante que se le recuerda al Barcelona, pero tampoco le hacía falta para dominar a un Madrid que pareció sentirse inferior durante la mayor parte de la noche.

El Barcelona no necesitó la mejor versión de ninguno de sus futbolistas para dominar al Madrid. Apenas apareció Iniesta, Pedro tampoco estuvo muy activo y Villa fue quien más hizo porque el Madrid no recibiera un gol en el primer tiempo. Él y el árbitro, Muñiz Fernández, quien no señaló un claro derribo de Casillas a Villa. Una vez más, el portero fue el mejor de su equipo y con dos afortunadas intervenciones evitó dos tantos de Messi antes del descanso. Como lo evitó Adriano en la misma línea a cabezazo de Cristiano.

El segundo tiempo comenzó con un lanzamiento de falta de Cristiano al poste, al que respondió el Barcelona con el primer tanto de la noche. Un balón largo a Villa acabó con el delantero derribado por Albiol. Penalti y expulsión del central. Messi ejecutó desde los once metros y ahí empezó a recuperarse el Madrid y a perder el control el Barcelona.

Pepe se retrasó hasta el centro de la defensa, Özil sustituyó a Benzema y Keita reemplazó a Puyol, la gran novedad en la alineación del Barcelona y que se retiró lesionado. Busquets pasó a actuar como central y con esa maniobra el Barça perdió consistencia en el centro del campo y, sobre todo, seguridad en la zaga.

Arbeloa y Adebayor sustituyeron después a Di María y a Xabi Alonso en el Madrid, que agradeció las ideas de Özil, relegado de forma inexplicable a la suplencia, y por primera vez se vio con posibilidades de salir vivo del choque, que no de la Liga. Se arrugó el Barcelona, se estiró el Madrid, al que ya no le podía ir peor y los de Guardiola comenzaron a temer por un triunfo que creían tener asegurado.

La recompensa a ese arranque de orgullo del Madrid, otro más y no será el último, la obtuvo a falta de apenas diez minutos, cuando Muñiz indicó un dudoso penalti por derribo de Alves a Marcelo. Lo transformó Cristiano para poner fin al primer capítulo de una serie que continuará el miércoles con la final de la Copa del Rey. Pero eso será otra historia.