Europa League | Sevilla 1 - Oporto 2
El mejor Sevilla se lleva el peor palo
Ambicioso y al fin con plan, los de Manzano pagaron sus errores defensivos. Está obligado a la gesta
El ángel abandonó al Sevilla hace tiempo. El de los goles de Puerta y Palop en Donetsk. El ángel de los penaltis de Glasgow. Ahora todo es fatalidad. Goles fantasma, dominios que no fructifican, errores extraterrestres. Anoche, cuando el Sevilla vivía colgado del larguero convencido de la remontada, Guarín se encontró un caramelo en el área y le dio media estocada al Sevilla en la Europa League. El 1-2 no es un retrato fiel de lo que sucedió en el partido pero es inamovible. Y doloroso. El Sevilla ya no siente el viento de cola. Hay que tener un carácter de hierro para sobreponerse a eso. Son días difíciles para el Sevilla, que incluso cumpliendo fielmente el plan de su entrenador no gana. Con eso no hay quien pueda. Ayer fue capaz de mirarle la cara al Oporto, ser ordenado tácticamente y comerle metro a metro en la segunda parte hasta el punto de empequeñecer al líder indiscutible de Portugal. Pero ni siquiera eso le bastó para ganar porque mientras masticaba el 1-0 gracias al excelente trabajo en la contención de Medel, la superioridad en las bandas (Perotti-Navarro y Navas-Cáceres) y la grandeza de sus delanteros de toda la vida, se durmió en una falta y recibió el 0-1. Un palo del que se repuso con firmeza. Kanouté empató y si el Sevilla no se puso por delante fue cosa del buen trabajo de Otamendi y Rolando, las paradas de Helton y la mala fortuna. El 1-2, en un error ridículo de Sergio Sánchez que no protegió el balón en su camino hacia Palop, deja casi sin vida al Sevilla en su competición preferida. Porque el Oporto no es más que el Sevilla, pero sí es experto y menos cándido. Villas Boas, el historial del club... Será difícil que los dragoes se despisten.
Pero lo que sí sabe el Sevilla desde ayer es que si compitiese en la Liga con este nivel de compromiso, andaría mucho más arriba. Concentrado, motivado, se exprimió al máximo. No fue un equipo exuberante pero sí capaz de tutear a un equipo interesante. Es el nivel que debería exigírsele a diario al Sevilla, un equipo que por los motivos que sea se ha convertido por regla general en disperso y poco centrado. Manzano anoche hizo una alineación de consenso. Los dos mediocentros que no están quemados por la crítica jugaron de inicio. También sus dos extremos preferidos y la delantera que ha hecho historia en el club. Pasarán cien años y Kanouté y Luis Fabiano serán las estrellas del Sevilla. Por calidad, por movimientos. El brasileño, mirado con lupa después de anunciar su fin definitivo de ciclo, fue una pesadilla para Otamendi y Rolando, quienes por cierto tuvieron una respuesta grande. A Luis Fabiano se le anuló un gol por un fuera de juego dudosísimo. El Oporto, respaldado por dos mil espectadores en las gradas del Pizjuán, no perdió el sitio. Se nota la mano de Villas Boas. En la presión, en los conceptos, en la rápida ejecución del ataque. Pero no en la grandeza. El Oporto jugó como un equipo más, no dejó ningún sello inolvidable que lo convierta en modelo para nada. Y menos en favorito. Su éxito es el pragmatismo, pero eso no deja huella. Veremos hasta dónde le lleva. Aunque el Sevilla puso un poquito más en la primera parte, la oportunidad más clara nació de una volea espectacular de James. Medel resolvió el problema salvando bajo palos. El chileno no dejó detalles de grandeza pero siempre está en el sitio. Fue de menos a más. Interesante. Más, a primera vista, que Rakitic. Un jugador que deberá mejorar mucho para no ser intranscendente.
El descanso transformó al Sevilla, que jugó una segunda parte fantástica desde el punto de vista de la ortodoxia. Porque no perdió el orden pero aumentó el ritmo. Fue agresivo y, por primera vez en mucho tiempo, tuvo un plan. Fueron incontables los centros de Navas y Perotti, que llegaron hasta el fondo acompañados de los laterales. Seguramente eso sí tenga que ver con el tempo que le dan los centrocampistas.
Sucede que atrás el Sevilla es una madre. Que estaba dormido en la falta que significó el gol de Rolando y que contempló aplatanado la jugada del 1-2. El partido no tuvo nada que ver con el marcador, pero al Sevilla le pierde su mala cabeza. Resultó extraño que con la concentración que demostró el equipo durante el partido lo tirase en dos jugadas absurdas. Esta vez no fue falta de actitud, sino de atención. Pequeños detalles, cosas de la vida cuando uno deja de ganar. Si lo quiere ver bien, el partido le puede hacer mucho bien al Sevilla. Ayer, después de mucho tiempo, enseñó un estilo. Y no pareció coyuntural como el día del Villarreal. Por el perfil de su plantilla, por las características de sus estrellas, este es el dibujo que puede hacer triunfar al Sevilla. Si sigue ese camino acertará, pero debe ser paciente. Los títulos se cocinaron con tiempo. También las musas y el ángel que parece haber abandonado al Sevilla.
Puede que el Sevilla está empezando a reconstruirse. Pero sólo es una posibilidad. Cada día hay menos motivos para fiarse de él. En Oporto encontrará un reto histórico. Pero sólo ese tipo de gestas le van a devolver del cariño del sevillismo que ayer, como los jugadores, se llevó otro palo. De eso también se aprende.