Liga BBVA | Hércules 2 - Zaragoza 1
Farinós espanta los fantasmas
El valenciano marcó un golazo desde 30 metros. Trezeguet culminó la remontada. El Hércules, tres puntos por encima del pozo. Vibró el Rico Pérez local.
A estas horas, el Vasco Aguirre todavía se estará preguntando cómo se le pudo escapar un encuentro que tenía más que controlado a diez minutos del final. Fue un epílogo de partido que invierte de un plumazo las tendencias de ambos. El Zaragoza ya se veía lejos del descenso y con una trayectoria que le disparaba hacia el cielo. Sin embargo, hoy mira la clasificación y se ve a un punto del fuego y con el suelo temblando bajo sus pies. Al contrario le sucede al Hércules. De los nervios, la impotencia y el pavor de meterse en la zona roja por primera vez en la temporada se pasó a la templanza, la euforia y la tranquilidad de verse en mitad de la tabla, aunque sólo tres puntos por encima del tercero por la cola.
Pueden argumentar algunos que fueron dos golpes de suerte los que viraron el destino de un duelo que no iba a pasar a la historia. Otros lo achacan a que Aguirre echó su equipo atrás y lo acabó pagando. Pero lo que nadie puede negar es que la pegada del Hércules le dio la vuelta a la tortilla de una manera agresiva y eficaz. Hasta el momento en el que Farinós mandó el zurdazo a la escuadra de Leo Franco, el Zaragoza era justo vencedor a los puntos. Con un poquito de acierto nada más empezar y un mucho de solidaridad y, sobre todo, orden, se estaba llevando tres puntos que un Hércules muy espeso veía en las antípodas.
Pero entonces apareció un viejo rockero que quiere volver a triunfar en el lugar del que nunca debió salir, la Primera División. Dos genialidades suyas significaron dos goles y tres puntos valiosísimos. En el primer tanto cargó en su zurda toda la rabia, el esfuerzo y los litros de sudor empleados para recuperarse de una lesión eterna. Y ese cóctel no podía acabar en otro lugar que en la escuadra de la portería zaragocista. Pero su función no había acabado. Un pase medido suyo, a la espalda de los defensas, le llegó a Trezeguet, un tiburón hambriento en medio del océano ante una presa fácil que llevarse a la boca. El final de la historia no es original. Golazo, el Rico Pérez en una nube y el Zaragoza por los suelos.
Antes de toda la locura final, el Zaragoza había encarrilado el duelo antes de bajar del autobús. La habitual pájara blanquiazul en los primeros compases de los encuentros la aprovechó esta vez Braulio que conectó a la red un buen servicio de falta de Boutahar. Por cierto, la falta se la había inventado el asistente puesto que Pulhac no había tocado el balón con la mano. Pero ningún jugador del Hércules se atrevió a protestar la jugada. Lógico, sus conciencias les recordaban que ninguno ni siquiera molestó a Braulio a la hora de rematar.
Al Zaragoza se le ponía la cosa de lujo y al Hércules le tocaba remar y remar con la soga del descenso ya en el cuello. Los de Aguirre se echaron atrás y lo basaron todo en la solidaridad del grupo y la ordenada presión que trazó Aguirre. El Hércules, nervioso e impreciso, apenas trenzaba dos pases y sólo Trezeguet, con una chilena que atrapó fácil Leo Franco, dio muestras de algo de peligro.
El partido avanzaba y, ya en la segunda mitad, el Zaragoza pudo matar el partido. En el 58' Boutahar no acertó a rematar un buen servicio de Gabi que había robado el balón previamente a Farinós en una zona de riesgo. Esteban no lo veía nada claro e intentó dar un golpe de timón con los cambios. Y la apuesta le salió de cara. Dio entrada a Portillo y Cristian y, poco a poco, el campo se fue inclinando hacia la portería de Leo Franco que veía como las espaldas de sus compañeros estaban cada vez más cerca de él.
Y visto que el Zaragoza abandonó cualquier idea de atacar al enemigo, el Hércules se lanzó a por la remontada más a base de fe que de fútbol combinativo. Pulhac se multiplicó por su banda y Tote, Farinós y Cristian empezaron a asociarse. Thomert mandó un cabezazo fuera y Cristian lo intentó desde lejos. Pero el gol no llegó hasta que Farinós estampó en la red ocho meses de sufrimiento. Con las tablas en el electrónico, Sinama y Trezeguet tuvieron dos ocasiones para desequilibrar. Pero al galo aún le quedaba una bala que incrustó en el corazón de la puerta maña.