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Liga BBVA | Real Madrid 4 - Real Sociedad 1

Noche feliz en el Bernabéu

Doblete de Cristiano y goles de Kaká y Adebayor. Se esperaba más de la Real. Özil volvió a deslumbrar. Exhibición colectiva, optimismo general

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<b>OTRO GOL DE 'MANOLITO'. </b>Adebayor se estrenó en Liga ante la Real Sociedad en el minuto 88 y celebró su segundo gol como madridista en el Santiago Bernabéu.
OTRO GOL DE 'MANOLITO'. Adebayor se estrenó en Liga ante la Real Sociedad en el minuto 88 y celebró su segundo gol como madridista en el Santiago Bernabéu.

Noche apacible, agradable conversación y beso en el portal. La velada perfecta si eres del Madrid y no te comprometes en las primeras citas. Optimismo, más que desenfreno. Variedad, nuevos alicientes, cielo estrellado. Kaká abrió la cuenta y completó el mejor partido que se le recuerda de blanco; tampoco hay que hacer mucha memoria. O sí. Cristiano marcó dos goles y se reconcilió con su propia persona, con quien a veces discute; son los problemas de estar casado con uno mismo. Adebayor, por último, cerró la cuenta después de fallar bastante y sonreír mucho; debe ser cierto que África engancha porque el Bernabéu se ha enganchado.

Para la Real, naturalmente, resultó lo contrario. De entre todas las formas de perder, la que no se perdona es la de caer sin rasguños, con el uniforme bien planchado. Inspiraciones aparte (en ocasiones las musas prefieren al otro, simplemente), el mayor pecado del visitante fue lo blandito que pareció, especialmente en defensa. Uno no espera tal cosa de la Real, seguramente porque cuando piensa en centrales blanquiazules le siguen apareciendo los cromos de Górriz y Gajate, tipos serios como sargentos de West Point.

La pregunta sin respuesta es cuánto puso el Madrid y cuánto dejó de poner la Real. Quién lo sabe. El dato es que a los siete minutos ya había marcado Kaká, al aprovechar un mal despeje de Elustondo. Si el gol dio la impresión de ser sencillo es porque quien lo marcó es un gran futbolista. Y los buenos lo hacen fácil. Ahora podremos discutir cuánto tuvo Kaká y cuánto le queda, mucho o poco. Pero aún le queda, como se vio. Y su rendimiento mejora en contacto con el balón, bajando a distribuir, yendo de cara, sintiéndose partícipe. Ahí es donde hay que cavar.

El segundo gol tuvo el efecto de matar los mil demonios que acosan a Cristiano cuando no marca. Fue un zurdazo raso, colocado, favorecido por el resbalón de Labaka. Para el goleador significó un alivio más que una alegría. Tanto le mejoró el humor que su siguiente intervención fue una espaldinha prodigiosa que hubiera limpiado a su marcador de no estar la acción anulada por fuera de juego.

La Real dispuso de su turno de réplica entre ese gol y el siguiente. Apenas lo ejerció. Griezmann remató de media volea una asistencia de Zurutuza, balón al anfiteatro, y en otra contra aislada Tamudo se estrelló contra las alas de Casillas. La sensación general es que los buenos (Prieto, Griezmann, Zurutuza...) estaban demasiado alejados de donde se discutía el partido.

El tercer gol local, segundo de Cristiano, fue un homenaje a Santillana y a todos los que gustan de jugarse los implantes en los saques de esquina: salto poderoso, torsión de cuello y cabezazo a la red.

Novato. Si se preguntan qué hacía Adebayor entretanto les diré que buscar su lugar en el mundo. Voluntarioso e interesado, aunque algo torpe. Sin embargo, sonriente, casi burlón consigo mismo, aceptando su papel de novato, de togolés en Madrid. Entrañable, en definitiva. Vale: la misma incertidumbre que despierta Benzema desde hace meses, pero más alegre.

Un tiro al larguero de Kaká, una rabona de Di María y una pifia de Albiol. Eso dio el partido antes de que la Real marcara de carambola, paradón de Casillas a tiro de Tamudo que luego rebotó en Arbeloa. Después, con el tablero más desordenado, lucieron los mejores. Unas gotas de Xabi Prieto y un manantial de Özil. Qué futbolista. Ya parecen pocos los diez años que se pasará en el Madrid. Así es el amor: temes perder lo que acabas de tocar.

Y, por fin, el gol de Adebayor. La jugada le buscó desde el origen de los tiempos y le encontró en el lugar adecuado para ponerle a la noche una sonrisa de marfil y dos piernas de grulla.