La crisis se ensaña con el fútbol andaluz | Una conjura ficticia
El G-5 aumentó a G-8 y murió como G-Andalucía
La idea fracasó frente a los intereses particulares
Fernando Sanz, uno de los presidentes más innovadores y dinámicos del fútbol andaluz en estos últimos años, fue el padre de la idea y el vicepresidente del Almería, Ricardo Martínez, su mayor aliado. La intención era clara, Andalucía se convertía en la temporada 2008-09 en un peso pesado del fútbol español con cinco equipos en Primera. Si se asociaban para luchar por los objetivos comunes, sacarían más rédito del que conseguirían negociando por libre. Como suele ocurrir, Betis y Sevilla, ratones en Madrid y leones en Andalucía, recelaban porque afectaba a su rol dominante más allá de Despeñaperros. Posaban en la foto, pero excusaban su presencia o ni respondían a los correos electrónicos.
Intereses propios.
El G-5 cuajó en sus primeros meses e incluso se celebraron reuniones con el vicepresidente de la Junta para negociar el patrocinio de las camisetas o con el canal autonómico. Un año después los equipos andaluces de Segunda, Xerez y Córdoba, más el Cádiz, que por entonces militaba en 2ªB, firmaron una carta de adhesión.
Pero paradójicamente la aparición de estos clubes ha acabado por significar el principio del fin para una plataforma a la que los grandes le veían más inconvenientes que ventajas. Era incompatible acudir a Madrid a negociar por libre su parte del pastel televisivo y luego reunirse en Antequera para hacer causa común con clubes de inferior categoría. Como dice el refrán "No se puede estar en misa y repicando". Primaron intereses particulares y la hermandad andaluza desapareció, como ocurrió con la selección andaluza de fútbol, que jugó su último encuentro el 27 de diciembre de 2007 en el estadio jerezano de Chapín.