Copa del Rey real madrid 3 - atlético 1
El Real Madrid se le hizo demasiado largo al Atlético
Forlán adelantó a los rojiblancos, sacudidos luego por el vendaval de los de Mou. Ramos, Cristiano y Özil, la figura, vistieron de blanco la eliminatoria. Mateu volvió a equivocarse.
Con mucho menos de lo que sumó en este derbi ha aplastado el Madrid a la mayoría de los equipos de la Liga. Esta vez no llegó a tanto, pero intenso y comprometido con el torneo, pegó y pegó a un Atlético casi siempre acostado en las cuerdas buscando el KO. Al final le abandonaron las fuerzas, pero dejó una obra hermosa y un marcador que obliga a una gesta atlética en una semana. Casi un imposible si se mira la historia reciente de los derbis. Al equipo de Quique le fue peor aún en el juego que en el marcador, dulcificado por la entereza de De Gea y Agüero. Y Mateu Lahoz no estuvo cerca de redimirse.
La Copa viene a ser una bendita exageración del fútbol. Se juega a la tremenda, sin las precauciones propias de competiciones por puntos, donde pase lo que pase, casi siempre hay un mañana. Y así se lo tomaron Madrid y Atlético, a beneficio del público y para tormento de los técnicos.
A Quique le pudo la incontinencia y puso a Juanfran cuando en el club no se sabía ni si talla de camiseta. Más vale un extremo por conocer que un trivote conocido. Y lanzó al equipo a apretar arriba, con el pecho por delante, pleno de valor y torería. Y el Atlético se encontró un gol en una pelota que pasó por toda la cuadrilla del arte: Reyes, Agüero y Forlán, que puso la firma, con un fuera de juego del argentino en la tramitación que se tragó Mateu Lahoz, otra vez venido a menos en un derbi.
La remontada
Y a partir de ahí, con 84 minutos por delante, el Madrid fue un vendaval. A De Gea le salió humo de los guantes. Seis paradas de mérito se apuntó antes del descanso, lo que habla mal de un Atlético al que la ventaja le duró siete minutos. Un cabezazo imperial de Sergio Ramos, que se apoyó en la parte final de la suerte sobre el hombro de Domínguez, sirvió la igualada. Mourinho puso al sevillano de central, quizá porque piensa que ahí se agudiza su sentido de la responsabilidad. Quizá también por premiar con un puesto a Arbeloa, gran figura coral que nunca será solista.
El Madrid, en cuanto se subió al empate, quiso matar en la suerte natural, entregado a Cristiano, cada partido más gigantesco que el anterior, y Di María, pintor de brocha fina y de brocha gorda en una sola pieza. Ayudó Özil con su talento racheado y estuvo perdido Benzema en aquel parque de atracciones en que se convirtió el duelo. Está muchos grados por debajo de la temperatura ambiental del equipo y Mourinho, con sus gestos, no ocultó su desagrado.
El Atlético fue tragándose ocasiones, una tras otra, encomendado a su portero, con Raúl García y Assunçao desbordados por un partido trepidante en el centro, Forlán desaparecido y Agüero con las orejas tiesas. Le llegó una más antes del descanso y le hizo penalti Sergio Ramos. Tampoco lo pitó Mateu Lahoz. El argentino es el latido del Atlético.
El desenlace
Tras el descanso, el Madrid mantuvo el dominio, pero no el vigor. Tuvo la pelota, la iniciativa y las mejores ocasiones (sobre todo una triple de Cristiano, Khedira y Xabi Alonso), pero ya no fue el martillo de los primeros 45 minutos. Ni siquiera cuando Mourinho dijo basta con Benzema y metió a Kaká, bueno para caza con gato. El juego del Madrid fue espesando por el centro, donde apenas quedó superficie útil, aunque al cuarto de hora Özil adivinara un pasillo en la derecha y metiera un pase envenenado de fuera a adentro que no cazó Kaká pero sí Cristiano.
Apenas un minuto antes el Atlético tuvo el 1-2, en una escapada de Agüero, que controló el balón probablemente con el brazo, y no pudo superar a Casillas. Forlán, rematador de segunda instancia golpeó en el palo. Hubiera sido demasiado premio para un equipo con poco trapío y dos jugadores fantásticos: Agüero y De Gea. Después el partido se ensució y acabó de la peor manera posible para los rojiblancos, que se tragaron un último contragolpe fatal, abrochado por Özil, aupado a la mejoría general. La Copa está muy lejos de los labios del Atlético.