Igualdad en la piscina

Córdoba y Deportivo se enfrentaban ayer por primera vez en su historia en Copa, pero para conocerse de verdad habrá que esperar al partido de vuelta en Riazor. Durante muchas horas el partido estuvo a un paso de suspenderse, pero al final se decidió jugar. Barro, charcos como piscinas y voluntad, eso es lo que confluyó en el deteriorado campo del Nuevo Arcángel. Un castigo para los jugadores y los espectadores, pero nadie piensa en esto cuando se diseña el calendario. Había que jugar sí o sí, y los despachos ganan al fútbol en estas decisiones. Los que más lo pagaron fueron Riki, Gerardo y Zé Castro, que no pudieron acabar el partido por lesión, pero eso sólo importa y afecta a Córdoba y Deportivo.

Pese a todo, los dos equipos empezaron con ganas, olvidando los elementos e intentando jugar al fútbol. En ese tramo el Depor fue mejor, sobre todo hasta que pudo contar con Riki. El madrileño se lesionó en el minuto 30 el día de su reaparición, lo mismo que Guardado hace una semana ante el Sporting. Lo de las meigas, ya no cuela. Pero antes de dejar el partido, Riki y Lassad se convirtieron en la pesadilla del Córdoba. Su conexión fabricó la jugada del penalti y estaba empezando a noquear a la defensa blanquiverde.

Pero el Córdoba no está en octavos de casualidad. El Racing sufrió en sus carnes su fe inquebrantable y el Depor empezó a recibir mensajes con las penetraciones de Callejón y la entrega de Pepe Díaz.

Estrategia.

Los de Alcaraz cerraron el primer tiempo con un peligroso remate de Usero desde la estrategia, su mejor arma anoche. Arrancaron en el segundo tiempo avisando y en el minuto 71 llegó el premio a su constancia. Una falta lateral aparentemente inocua, se convirtió en letal por el grave error de Manu. El portero deportivista falló en el despeje y allí Pepe Díaz tuvo la recompensa a su constancia casi sobre la misma línea de gol.

El tanto del Córdoba prácticamente puso fin al fútbol, porque a partir de ese momento los charcos se fueron convirtiendo en océanos bajo el diluvio. Se acaba el rasear, ya sólo quedaban los balonazos hacia el área rival en un campo impracticable. Buscar una ruleta rusa con un balón que se podía quedar frenado en el momento más inoportuno. Y llegó. Primero a un minuto del final, cuando entre la ingenuidad de Adrián y la mano de Alberto se le escapó la victoria al Depor. Y todavía hubo tiempo para Jonathan Sesma, pero su trallazo desde la frontal se topó con el larguero. Igualdad hasta el final.

El empate da ventaja al Deportivo, pero la partida no está acabada. La vuelta se juega en Riazor, sí, pero este Córdoba ya ha demostrado que nunca se rinde, y si no, que se lo pregunten al Racing.