Manu lideró la remontada de un partido inexplicable

El Getafe logró su cuarto triunfo consecutivo en Primera (todo un hito para los madrileños) tras voltear un partido que se le había puesto imposible; el Almería, jugando maravillosamente al fútbol, se colocó en apenas 23 minutos con dos goles de ventaja en el marcador, obra y gracia de Kalu Uche y Ulloa. El argentino, para celebrarlo, se levantó la camiseta para que todo el mundo viera la siguiente dedicatoria: "Te quiero Abue" (por su abuela). Y como estamos en Navidad, Álvarez Izquierdo le regaló una tarjeta amarilla.

El jiennense Manu del Moral, el futbolista que más partidos ha jugado entre los grandes vestido de azulón, asumió sobre sus carismáticas espaldas la reacción del Geta ayudado por su talento y la autopista hacia el cielo que en su banda le regaló Jakobsen. Marcó el 2-1, metió a su gente en la obra y el Almería... desapareció para siempre.

Inexplicable.

El segundo tiempo fue una vuelta de noria; los de Míchel se fueron a por todas; el centro del campo almeriense se desplomó. Miku, con todas las facilidades del mundo, puso el 2-2 (minuto 47). De manera inusual, el portero que trabajaba más era el local 'parapenaltis' Alves (Codina fue un mero espectador). Y el cántaro se rompió por el lado de quien más lo buscaba. Una nueva jugada de Manu del Moral por su carril predilecto; nadie le entra, centra al interior del área; nadie despeja y Boateng, completamente sólo, anota el 2-3 gracias al 'taconazo de moda', el mismo que Piatti utilizó en el Sánchez Pizjuán para batir a Palop hace sólo una semana.

Y los nervios se pusieron a flor de piel en el bando mediterráneo. Oltra decidió relevar a un Crusat que ayer no fue la Hormiga Atómica, el puñetazo que el catalán propinó al banquillo, con el reglamentario destrozo, plasmó la impotencia de un equipo que sigue sin ganar en casa en todo lo que llevamos de temporada. La derrota del Málaga mantiene al Almería fuera de descenso; pero en situación precaria y el Getafe olvida su eliminación de la Europa League disparándose hacia la zona noble de la clasificación. Los de Míchel están imparables.