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Liga de Campeones | Milán 2 - Real Madrid 2

Contra los elementos

Webb castigó al Madrid con un arbitraje pésimo. Debió expulsar a Inzaghi y Abate. Inzaghi, dos goles. Pedro León empató en el 93'.

<b>GRITO DE FELICIDAD. </b>Higuaín y Sergio Ramos celebran efusivamente el primer tanto del partido, logrado por el delantero argentino.
GRITO DE FELICIDAD. Higuaín y Sergio Ramos celebran efusivamente el primer tanto del partido, logrado por el delantero argentino.

Inzaghi por un lado y Míster Webb por los demás. Fue así como el Madrid vio peligrar un encuentro que tenía ganado en la primera mitad y perdido en el minuto 92. También hubo un pecado propio, naturalmente. Entre Pepe y Casillas regalaron el empate y, en general, hubo un imperdonable exceso de conformismo con el marcador a favor. Si en el Bernabéu el Madrid perdonó la manita vengadora, anoche se dejó en la recámara tres o cuatro goles, no menos, la ocasión de acabar con un rival y con un fantasma.

Entretanto, y mucho antes de la aparición de Inzaghi, se prodigó Míster Webb. Sin detenernos en tropelías menores, tuvo buenas razones para expulsar a dos jugadores del Milán. Ambos hubiera caído antes del empate: Inzaghi por arrollar a Xabi Alonso y Abate, ya amonestado, por interrumpir el contragolpe de Cristiano con un agarrón. Esta última jugada resultó tan evidente como la coz a Xabi en la final del Mundial. Como entonces, nada ocurrió, "sigan, sigan", expresión que dicha en inglés resulta más hiriente y descriptiva, "follow, follow".

Si el Madrid no reclamó con rabia esas acciones es porque no podía imaginar que le terminaran por pesar tanto. La primera parte había resultado casi un paseo, el tipo de paseo que te puedes dar en San Siro, silbando por el infierno. No sería justo que lo ocurrido después (el árbitro, el error, la confusión) nos hiciera olvidar esos excelentes 45 minutos de dominio absoluto y ocasiones clarísimas.

'Dinho'.

Desde que Higuaín puso a prueba a Abbiati en el minuto 2, el Milán se sintió arrinconado. Sólo la pierna zurda de Ronaldinho, desde su corralito en la izquierda, daba aire a las bocanadas milanistas. Lo demás era la invasión de un equipo formidable, grandísimo, enérgico, solidario y asfixiante.

Varios tiros del Madrid rozaron palos o encontraron guantes, pero no hubo mejor oportunidad que la que se generó desde la derecha con un desdoble de Ramos. Higuaín cabeceó su centro al segundo palo y Pirlo sacó el balón sobre la línea de gol; no conforme, y acto seguido, volvió a despejar en idéntica situación un remate de Di María. La situación de Pirlo, cerebro instalado en la última frontera, demuestra el empuje madridista.

Cuando marcó Higuaín pareció hacerse justicia. Di María le asistió amagando el disparo y el equipo celebró el tanto como una conquista definitiva, con verdadera alegría y con demasiado alivio.

Después vino el enredo: Webb, Pepe, Inzaghi. El central falló por su amor a lo aparatoso y Casillas le secundó con una salida a ninguna parte. Desde instante el juego se engattusó, ustedes me entenderán. El centrocampista del Milán se apoderó del escenario e interpretó, según tocase, los papeles de Barrabás y Jesucristo. También asistió a Inzaghi, que marcó el segundo en fuera de juego.

No reaccionó bien el Madrid, y había tiempo. Con Özil medio ausente, se lanzó a una ofensiva que si dio fruto fue por la sangre fría de Xabi y Benzema, reflexivos en el pase, y por la fe de Pedro León, que rajó la sotana de Abbiati para salvar la cara del Madrid y recordar la fortuna del Milán.