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Internacional | Objetivo indiscreto

El láser en el fútbol: el rayo que no cesa

Cristiano, última víctima en Copa ante el Murcia.

<b>CON EL LÁSER. </b>Los aficionados del Al-Ahly egipcio castigan con el rayo a un jugador del Al-Ittihad.
afp

Hasta hace poco, la utilidad del rayo láser se limitaba a la destrucción de imperios alienígenas. Hoy sabemos que el láser (light amplification by stimulated emission of radiation) es apto para corregir la miopía, imprimir documentos o para la arriesgadísima depilación brasileña. También sirve para deslumbrar rivales, lo que recupera el primer impulso antialienígena. El arma utilizada, en este caso, es un puntero diseñado para señalar objetos a distancia, generalmente textos o imágenes en presentaciones académicas. Aunque inventado para la docencia, el juguete (apenas 20 euros) es irresistible para los cerebros más infantiles y esponjosos. Con él igual se pueden reproducir los movimientos de un espadachín Jedi que disparar furtivamente a vecinas y transeúntes. El traslado al campo de fútbol sólo era cuestión de tiempo.

El proceso es conocido. El pistolero del futuro se refugia en la muchedumbre para apuntar en la cara a un jugador adversario. El juego (no inofensivo pues se puede dañar la córnea de la víctima) necesita de un pulso templado que bien podría usarse para ser olímpico en carabina; pero no, es mucho mejor molestar. Pintado el enemigo de verde, la equiparación con el marciano original ya está conseguida. Y el tonto intergaláctico es feliz.

No será sencillo atajar el virus. Hemos visto rayos verdes de Portugal a Grecia, pasando por el Clásico español, donde Cristiano fue el objetivo, y llegando al pasado martes, cuando el portugués volvió a ser la diana en Copa del Rey contra el Murcia. En Italia se castigó con 15.000 euros al Nápoles por un incidente similar y ya se conocen casos de pistoleros censurados por la propia grada. Sin duda, ese es el camino. Una vez detectado el francotirador, se aconseja confiscarle la linterna y explicarle, amablemente, que las luces se utilizan para otra cosa. Para razonar, por ejemplo.