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champions league | barcelona 5 - panathinaikos 1

Messi baila un sirtaki

Los goles de Messi (2), Villa, Pedro y Alves remontaron el gol inicial de Govou e hicieron justicia a un mezquino Panathinaikos que vivió encerrado en su área y se adelantó en una acción aislada previo desajuste defensivo de un Barcelona tremendamente superior que pudo sellar una goleada histórica: Messi perdonó el hat trick entre postes y un penalti mal lanzado y Tzorvas salvó no menos de cuatro goles cantados. El equipo de Guardiola arranca con buen pie en un grupo sumamente accesible y, con su mejor equipo y los ocho campeones del mundo, cambia su mala imagen del partido ante el Hércules.

<strong>EXHIBICIÓN DE MESSI.</strong>
EXHIBICIÓN DE MESSI.

El Hércules había asaltado el Camp Nou 72 horas antes y Panathinaikos llegaba envuelto en malos presagios. Griego de casta, se imaginaba en pleno festín con los platos saltando por los aires. Pero el Hércules ya había arramplado con la vajilla y al Panathinaikos le tocó pagarla. Tras recibir la factura por los platos rotos, a los atenienses les tocó ver suplantada otra tradición porque fue un argentino de nombre Leo Messi el único que bailó el sirtaki en el Camp Nou: dos goles, un remate al larguero y otro a los dos postes (lo remachó a gol Pedro), un penalti provocado y fallado, asistencias de lujo y una de esas no por habitual menos maravillosa galería de quiebros y regates entre un enjambre de piernas rivales que le defendían por saturación: acumulación de unidades y obligación de hacer siempre un regate más. Panathinaikos fue mezquino incluso con la suerte a favor y perdió sin más mérito que correr y correr tras los jugadores del Barcelona y acumular cuerpos en torno a Tzorvas. Ninguna alegría, ningún homenaje a la buena vida, ninguna catástrofe esplendorosa que hubiera inspirado a Zorba el griego.

Se teoriza y se teoriza sobre las formas de frenar a este Barcelona y se llega a verdades que no son absolutas porque incluyen matices trascendentales. Parece claro que al grial se llega evitando la guerra abierta y cavando trincheras a base de achique de espacios y de congestión de líneas de pase. A partir de ahí ayuda que el Barcelona no tenga un día inspirado pero se requiere también buscar las cosquillas a la contra. El Hércules lo hizo y ganó con un un toque de fortuna pero finalmente con toda justicia. Panathinaikos se olvidó de nada que no fuera acumular hasta nueve jugadores en torno a su área. Así jugó y así se encontró con un exótico gol a favor en pleno vendaval azulgrana. Y así siguió con dos, tres, cuatro, cinco goles en contra... basculando encerrado y afeando su imagen con la entrada de Karagounis, viejo héroe nacional, sin más objetivo que pegar patadas.

Lo peor de Panathinaikos fue que ni siquiera honró a su buena suerte cuando Govou aprovechó mediado el primer tiempo un desajuste a la espalda de Abidal y puso un estrambótico (con lo que estaba cayendo) 0-1. Para entonces el Barcelona ya había perdonado dos o tres ocasiones de gol, una escandalosa de Xavi tras jugada de seda de Messi e Iniesta. Después del gol, un desarreglo defensivo impropio del equipo de Guardiola pero similar a los acontecidos ante el Hércules, Panathinaikos ni siquiera defendió plaza. Entregó el empate en dos minutos. Después, perdiendo, ni siquiera buscó salir más allá de alguna meritoria carrera de Leto desde su campo, abandonado a su suerte. Nioplias no tenía otro plan que honrar el nombre de su club: todos los atenienses. Y eso hizo: todos los atenienses alrededor de su portero. Lo demás fue un rondo eterno del Barcelona que jugó a placer y aceleró según su conveniencia. Y el partido acabó 5-1 y pudo acabar 9-1. Sin exagerar ni un ápice.

Escuadrón de elite

Panathinaikos demostró ser un buen rival para hacer terapia tras el chasco liguero. Ordenado y con un puñado de ilustres y experimentados combatientes (Gilberto Silva, Luis García, Govou, Cissé, Karagounis...) se refugió en las paradas de Tzorvas, que salvó tres o cuatros remates de área pequeña, hizo un partido de mérito y se fue aún así con cinco goles, tiroteado por todos lo flancos: 14 tiros a puerta por uno, el del gol, de su equipo.

El partido demostró además que el Barcelona tiene un once titular que, salvo lesiones e imprevistos, será el que dispute los partidos de máximo vértigo, un escuadrón de elite que vive instalado en la autoridad máxima y que incluye ocho campeones del mundo y al Balón de Oro. Con Piqué y Puyol otra vez como eje defensivo, con la escoba de Busquets, el motor de Iniesta y Xavi y con un ataque en catarata formado por Villa, Messi y Pedro. Si el 0-1 podía invocar demonios y agitar sistemas nerviosos, en un visto y no visto el Barcelona se inventó un gol que fue puro Barcelona: pase entre líneas de Xavi, remate de clase de Messi y fin de cualquier amago de tragedia griega. De ahí al descanso Villa (hasta entonces encogido) marcó el segundo tras remachar un toque de Busquets a la salida de un córner y Messi mató el partido al borde del descanso con un gol absolutamente maravilloso en el que tiró dos paredes consecutivas con Xavi y Pedro.

Con la movilidad de Pedro, la insistencia de Alves y la jerarquía de Xavi (suplentes ante el Hércules) el Barcelona salió del extrarradio de la realidad en el que había pasado las últimas horas y se permitió un segundo tiempo dócil, casi un entrenamiento en el que aún así pudo marcar media docena de goles más a base de control del balón dictatorial y circulación excelsa cada vez tensó la cuerda. La coreografía quedó adornada por un recital tremendo de Messi, que en el segundo tiempo cayó a la derecha para desmontar literalmente a Panathinaikos. Forzó un penalti tras pared con Villa que él mismo falló con un remate blando e impropio. Remató sin ángulo a los dos palos (lo hizo al larguero en el primer tiempo) en la jugada que Pedro embocó a placer para el cuarto gol. Y asistió con sutileza a Alves que selló de cabeza la manita al borde del pitido final. Villa y Messi también pudieron ampliar la cuenta y el Barcelona terminó feliz, tranquilo, con el ánimo restaurado y con Mascherano y Milito, la cuadrilla de Messi, en el campo.

El grupo parecía un trámite para el Barcelona desde el mismo día del sorteo y esta goleada y la derrota del Rubin en Dinamarca le ponen ya con la proa hacia octavos salvo concatenación de calamidades o plaga de desgracias. Así que quizá lo más importante de la noche fue recuperar las sensaciones y el estilo, el gol, el mando y la magia de Messi en un triunfo brillante ante un rival que compite en otra categoría. Porque el partido enseñó al Barcelona que la sombra de los accidentes es menos alargada si se agarra a su filosofía, que tiene cuerpo de haiku japonés: "No corras, ve despacio. A donde tienes que ir es a ti sólo".