Peragón transforma el muro oscense en humo

El Girona quiere convertir Montilivi en su fortín y ya ha puesto las dos primeras piedras. No sólo eso; también se está metiendo a su afición en el bolsillo con un juego atrevido y, de momento, efectivo. Le metió cuatro al Tenerife y ayer tres más a un Huesca a quien nadie había conseguido batir hasta ahora. Con seis puntos, está en la zona alta de la tabla y, lo que es más importante, ya ha puesto una considerable tierra de por medio con la zona baja. Almacena una tranquilidad que le puede venir muy bien para seguir trabajando y para cuando vengan mal dadas.

En los primeros 20 minutos el Girona quemó el guión de su rival. Si el Huesca quería un partido trabado y con poco trasiego, el conjunto de Raül Agné salió a ritmo de twist. Jandro y Chechu se menearon de lo lindo rompiendo las cinturas de los laterales del conjunto aragonés y provocando tortícolis a los centrales. En el primer gol, Kiko Ratón emergió a la espalda de Corona para enviar a Peragón el balón que le sirvió Jandro y en el segundo, Peragón protegió con el cuerpo ante Ochoa el envio perfecto de Chechu para volver a batir a Cabrero. Jandro, poco después, impactó un balón al larguero que hubiera podido ser el 3-0.

El Huesca no aparecía. Ni pelotazo largo ni juego combinativo. El espacio y el balón eran del Girona. A Onésimo no le quedaba otra que cambiar algo y dio entrada a Gallardo y a Galán antes del descanso. Pero fue en la reanudación cuando se vio algo de mejoría. Sobre todo en los primeros veinte minutos. Apretó, desbordó algo con la habilidad de Gilvan, hizo retroceder al Girona pero careció de clarividencia para acertar alguna de sus llegadas. Lo más cerca que estuvo del gol fue un remate a bocajarro de Galán que Mallo taponó con gesto felino.

Y dos minutos después se impuso la ley del futbol. Una contra bien llevada por Moha por la izquierda la convirtió Kiko Ratón con un toque suave y un gran movimiento de delantero.El 3 a 0 mató el encuentro y lo tornó pantanoso. La falta de oxígeno se impuso a la cordura y los últimos minutos fueron un compendio de rencillas que se tradujo en un cargamento de tarjetas innecesarias. Ya casi sin tiempo, Marco Navas hizo el estéril gol del honor. Pero no valió para nada.