Semifinales | Uruguay - Holanda
El peso de la historia
Forlán y Robben lideran a dos clásicas hacia una final inesperada
Si hablamos de fútbol, Uruguay y Holanda son aristócratas. Si hablamos de demografía, son sendos milagros. En esta inesperada semifinal se enfrentarán los mayores productores de futbolistas de élite per cápita del mundo. Lo de Holanda (16,7 millones de habitantes) tiene mérito. Lo de Uruguay (3,4 millones) es sencillamente alucinante. Y esa tradición innegociable está respaldada por una historia de éxitos que pesa, pesa horrores, sobre las actuales estrellas.
Por eso, esta tarde a Forlán y compañía les acecha la sombra de Gigghia y el Maracanazo. Cuando el héroe del 50 visitó la concentración charrúa hace un par de semanas los futbolistas se cuadraron ante él como si de un rey se tratara. O más: un mito, un dios. Y cada vez que Sneijder y Robben combinen les perseguirán las sombras de los revolucionarios reyes sin corona del 74 y el 78, aquellas dos finales perdidas ante los anfitriones (RFA y Argentina) tras cambiar el fútbol para siempre.
Todo eso juega hoy, no lo duden, pero los fantasmas sólo pueden tocar a los futbolista, no la pelota. Así que despejemos las cabezas y hablemos de hechos. El primero: las ausencias. Uruguay llega sin su lateral izquierdo (Fucile), su estrella emergente (Luis Suárez) y, salvo milagro, su cacique defensivo (Lugano). Mucha tela. La recuperación de Godín alivia el problema atrás, pero en ataque la cosa se complica. Tabárez variará el sistema, renunciando a un delantero para meter otro medio (Gargano) y adelantar a Forlán, enorme todo el Mundial jugando más retrasado.
El favorito.
En Holanda las bajas de Van der Wiel y De Jong pesan menos. Entrarán Boulahrouz y De Zeeuw y nada cambiará. Con Sneijder y Robben (principales candidatos al Balón de Oro FIFA si les da por llevarse el Mundial), los de Van Marwijk son favoritos. La oranje lleva 24 partidos sin perder, es la única que ha ganado sus cinco choques en Sudáfrica y fulminó a Brasil, sí, pero sus resultados están por encima de su juego. Van Persie anda disperso y los mediocentros son tan creativos como los guionistas de una película X. Sus dos exuberantes estrellas, la estrategia y una defensa sólida que mejora con el regreso de Mathijsen les han sostenido, pero no deslumbra.
Uruguay tampoco es la Brasil del 70 (que, por cierto, eliminó a la celeste la última vez que llegó a semifinales) ni lo pretende. Muslera y los defensas rara vez brillan, pero siempre cumplen y sólo Maxi Pereira, notable lateral derecho, se permite alegrías ofensivas. En el mediocampo manda Diego Pérez, un Gattuso rioplatense, que contagia al resto. Puedes ganar a Uruguay, olvídate de bailarla. Y arriba Forlán tiene el don de la ubicuidad, pero hoy necesitará que el prometedor Cavani dé un paso adelante. Tiene el talento necesario. Y siempre le resta la baza de Abreu, que tras marcar 298 goles en 17 equipos de siete países diferentes pasará a la historia por aquel no-gol con San Lorenzo y el Panenka kamikaze ante Ghana. Genio y figura.
Uruguay defiende también el orgullo de Sudamérica, que ha ganado los ocho Mundiales disputados fuera de Europa y cuyas selecciones no pierden una semifinal ante un rival europeo desde 1954 (Hungría-Uruguay, 4-2) para un global de siete victorias a dos a favor de los americanos en esta ronda.
Lo dicho, la historia se cierne sobre Ciudad del Cabo. Dos países donde el fútbol es la vida, un puesto en la final, la zurda de Robben, el gol de Forlán, el juego total de Sneijder, el compromiso celeste... Un Mundial, dos clásicos, un lujo.