Mundial 2010 | El ambiente en las calles
Las huellas de los boers
Los aficionados holandeses que han viajado hasta Sudáfrica dedican buena parte de su tiempo libre a perseguir las huellas de los boers, sus antepasados que en el siglo XIX partieron en carretas desde Ciudad del Cabo para conquistar tierras xhosa o zulú.
Los aficionados holandeses que acompañan a su selección viajando en caravanas, emulan escenas del pasado cuando sus antepasados se adentraron en Sudáfrica aunque ya nada es lo mismo.
A aquel gran movimiento de hombres, mujeres y niños, la mayoría de ascendencia holandesa montados en carretas tirados por bueyes, que partieron de Ciudad del Cabo en busca de nuevas tierras en territorio xhosa o zulu, se le conoció en el siglo XIX como el Gran Trek.
Y es como muchos medios de comunicación de Sudáfrica han vuelto a bautizar el trajín de los cientos y cientos de seguidores holandeses, que en una espectacular procesión de autobuses y coches recorren miles de kilómetros, por carretera, para animar a Holanda, ya juegue en Durban, Johannesburgo o Ciudad del Cabo.
Pero si los boers (antiguos holandeses) viajaban armados hasta los dientes y con la biblia como única lectura, los oranje animan su campamento con vuvuzelas y a ritmo de 'We are the champions' y su escolta policial se ocupa en que los cientos de vehículos en los que viajan los nuevos boers no colapsen definitivamente las autopistas sudafricanas.
Revuelo. Vienen de todos los puntos de Holanda pero algunos han cruzado desiertos y sabanas en el autobús que abre la larga marcha, pero el campamento base lo levantaron en Fountain Valley, en Pretoria. Desde allí es donde se organizaron para armar revuelo con sus cánticos, gritos de guerra y disfraces tanto en Johannesburgo como Durban y Ciudad del Cabo. Lo cierto es que, salvo algunas desagradables insultos lanzados de manera puntual contra la afición danesa, los holandeses y su caravana son completamente inofensivos, simpáticos, amantes de la cerveza local y predispuestos a la alegría.
Que se sepa, los integrantes del moderno Gran Trek no han protagonizado incidente desagradable ninguno, entre otras cosas porque a todos les ha encantado Sudáfrica, tierra de promisión para sus tatarabuelos, aunque transcurridos cuatro siglos casi ninguno termina de hacerse con el afrikaner, el idioma de los boers nacido del holandés.
Como dice Jerden Cox, que partió de Eindhoven hace un par de semanas, "los apellidos, nombres de muchas ciudades y calles te recuerdan las nuestras, y a veces cuando pasas por algunas aldeas te puedes creer que sigues en Holanda, pero el afrikaner es un idioma muy diferente".
Para su compañero Patrick Peebers cree que lo que más le recuerda Holanda es Blomfontein. Rubios, fuertes y enfundados en las camisetas de Bergkamp, Robben, Sneijder o Huntelaar, no parecen de lejos diferentes a los cientos de sudafricanos blancos con los que se cruzan, pero como dice el joven afrikáner Rayan, blanco, rubio y surfista, no conviene engañarse.