mundial 2010 | alemania 4 - inglaterra 1
... Y siempre ganan los alemanes
En un partido que quedará para la historia de los Mundiales, Alemania selló su pase a cuartos de final a costa de Inglaterra, que chocó otra vez contra uno de sus grandes enemigos de siempre. En un primer tiempo memorable, hubo tres goles concedidos y uno fantasma anulado a Lampard con la sombra de la final del 66 en el recuerdo. En la segunda parte el equipo de Capello lo intentó con más corazón que talento hasta que Alemania mató en dos contras rematadas por el mejor del partido, Müller.
Es una de esas citas recurrentes y manidas que de cuando en cuando se lleva a la boca cualquier aficionado al fútbol. La firmó Lineker y dice que el fútbol es un deporte inventado por los ingleses y en el que siempre ganan los alemanes. Encierra frustración por tantos choques frontales y fatídicos contra un enemigo viejo e indómito y la carga el respeto a la camiseta de la mannschaft, metáfora de competitividad en grado supremo. Así sigue siendo esta vieja nueva Alemania. Joven, jugona y multicultural, sí. Pero Alemania: orgullosa y ganadora. Y de esa mezcla sale un equipo que es un trueno y que está en cuartos con vitola de aspirante con todos los honores a convertirse en campeón del Mundo.
Olía a historia y quedará para la historia. Alemania e Inglaterra, más de un siglo de encontronazos estruendosos. Una rivalidad que anida en los huesos del fútbol, calcio para la leyenda de los Mundiales. Una desconfianza atávica en la que se airean guerras, prejuicios, tópicos y el recuerdo de lejanas afrentas, una colisión de dos bastiones viejos y orgullosos de fútbol europeo, que también se reencontró en esta salvaje tarde sudafricana. En plena crisis de identidad de la nobleza futbolística del viejo continente, los octavos de final dejaron un duelo a muerte entre dos de sus referentes. Un duelo resuelto en una primera parte colosal en la que hubo mucho fútbol y una polémica de la que se hablará mañana y de la que se hablará, desde ya, para siempre.
La historia proyectaba su sombra sobre el Free State de Bloemfontain con sonido de tambores de guerra que reverberó persistente desde el pitido inicial. Hubo ritmo y intercambio de miradas amenazantes hasta que el reto gestual dio paso al intercambio real de golpes, y ahí Inglaterra se descubrió terriblemente inferior a una Alemania que tuvo fases arrebatadoras con el fútbol de toque y estética que le da su renovado centro del campo junto a su clásica y audaz verticalidad. Con eso puso la proa del partido apuntando hacia la portería de David James y con eso derritió a su rival con dos directos a la mandíbula. Por eso y por el viejo orgullo alemán no resultó extraño que los ejecutores fueran dos que siempre rinden más con su selección que con sus equipos: Klose y Podolski. Tampoco fue causal que ambas jugadas descubrieran la fantasía de Ozil o Müller y los problemas de un sistema defensivo inglés oxidado, con boquetes impropios de un equipo de Capello y con jugadores como Terry cuya fama sobrepasa de largo a su rendimiento.
Klose marcó tras acomodarse y remachar un saque de puerta de Neuer ante la pasividad de Terry y la indefinición de Upson. Una maldición de gol para Capello. Después Podolski remachó un gran pase de Müller, que filtraba un torrente de fútbol por la puerta que siempre dejó abierta Terry, incapaz de defender sus dominios. Ahí, con Inglaterra hecha jirones, el partido vivió minutos maravillosos, un intercambio de alto voltaje en el que Upson marcó tras fallo de Neuer y estatua de Friedrich y Lampard lo hizo con un disparo que tocó el larguero, botó casi un metro dentro de la portería y salió despedido fuera de ella. El uruguayo Larrionda no dio el gol e Inglaterra revivió una pesadilla invertida: lo que le lanzó al título en 1966 le robó su penúltimo hálito de vida en 2010. Con esa jugada acabó el partido de fútbol y comenzó una controversia que ya forma parte de las historia de los mundiales.
En esa fase antes del descanso, Inglaterra tuvo pulso y pasión porque se desató de todas sus ataduras, lanzó a Gerrard y Lampard hacia el área y jugó con frenesí aunque sin demasiado fútbol. Del vestuario salió un partido mucho más domesticado y contrario a los intereses de un equipo inglés que sin embargo percutió mientras la esperanza le llevó donde el juego no lo hacía. Empujó y empujó hasta que Alemania le mató en dos contras definidas por Müller, el mejor jugador de un partido en el que Ozil o Schweinsteiger (sus asistentes en los goles) aparecieron con cuentagotas y Khedira se limitó a cumplir. El tercer gol partió de una falta a favor de Inglaterra que se convirtió en un contragolpe tres contra dos de Alemania y terminó en fallo de James. Porca miseria, Capello.
Inglaterra tiene coartada y puede lamer sus heridas en el escandaloso error de Larrionda. Pero no debería obviar el hecho de que casi todo el fútbol que tuvo el partido perteneció a Alemania. Y no debería perder de vista que su Mundial, vitola de favorito incluida, ha resultado terriblemente decepcionante. Por mala suerte (ante Estados Unidos), juego esperpéntico (ante Argelia) o la mezcla final de perjuicio arbitral, fatalismo histórico y falta de creación y liderazgo, y cito por primera y última vez, y es significativo, a Barry o Rooney. Inglaterra vuelve a salir de un Mundial por la puerta de atrás y vuelve a ver como Alemania, la vieja y orgullosa Alemania, sigue en pie y devorando pasos hacia la gloria. El equipo de Löw es intenso, joven, creativo y carnívoro, y lleva como un guante una camiseta que es símbolo de competitividad legendaria. Alemania avanza, Inglaterra se hace a un lado y los historiadores del fútbol, esos profetas que miran hacia atrás, recordarán siempre esta nueva batalla entre dos enemigos íntimos e irreconciliables. Emoción, goles, acciones brillantes, errores garrafales, polémica atronadora y un final terrible para unos y soñado para otros. Vencedores y vencidos, triunfo y fracaso. Puro Mundial, puro fútbol.