NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Mundial 2010 - Grupo G | Brasil 3 - Costa de Marfil 1

Luis Fabiano salió de caza

Doblete del delantero del Sevilla Kaká por fin gustó y fue expulsado injustamente por dos amarillas. Drogba, sólo el gol. Brasil ya tiene el pase a octavos.

Actualizado a
Luis Fabiano salió de caza

Solamente hay una forma de ganar a Brasil: perdiéndole el respeto. Costa de Marfil se lo perdió tarde y de malas maneras, por cierto, cuando ya Luis Fabiano por dos veces y Elano habían vuelto de su safari. El coletazo final de los Elefantes resultó tan inesperado como agresivo y concluyó, cosas de la vida de estos árbitros indocumentados, con la expulsión de Kaká por una supuesta agresión que nunca sucedió. La canarinha ya tiene el pase a octavos, pero el Mundial se va a perder el placer de ver al madridista frente a su compañero Cristiano Ronaldo en la última jornada del grupo G.

El enredo final fue producto de una reflexión tardía de los marfileños. Corría el minuto 79 cuando Drogba tuvo la ocurrencia de marcar de cabeza. Hasta ese momento, el Killer de la Premier había sido una sombra sospechosa en el campo. Pero sucedió que Costa de Marfil entendió la vergüenza de su fútbol timorato, medroso y acomplejado, dando un giro hacia una dureza fuera de tono que permitió el mal colegiado francés Lannoy.

En mitad del juego subterráneo, Kaká se llevó la roja. ¿Por qué? Por dos acciones infantiles, inocuas, sin peligro ni trascendencia. Lannoy le echó injustamente por doble amarilla, provocando la razonable desesperación de Dunga y de quien entienda de ley en el fútbol. La FIFA no debería permitir estos agravios que acaban con la credibilidad del espectáculo.

Sencillo.

Asistimos a un inesperado epílogo de partido, porque todo se daba por sellado mucho antes, con el tercer gol de Brasil. Costa de Marfil llegó a ser un pelele a manos de la canarinha, una vez que su esperada entereza duró media hora de juego. Lástima, porque la puesta en escena de los Elefantes resultaba atractiva, con futbolistas cotizados y crecidos después de empatar a Portugal. Y, además, incluían en su esperada estampida al más fiero de los goleadores de la Premier, Drogba.

Brasil arrancó siendo fiel a las prudencias de Dunga. Mucho pase horizontal, lentitud exasperante y jugándoselo todo a la carta de Robinho, convertido en agitador de la Penta, ante la ausencia de mejores creativos. Costa de Marfil dio alguna pisada fuerte en este primer intercambio de tarjetas, animando a Julio César a demostrar que es un gran portero.

La emoción duró 24 minutos. Exactamente los que tardó en aparecer un rayo de jogo bonito, el que todos esperamos, enganchando en tres toques y dos paredes Robinho, Kaká y Luis Fabiano. El delantero del Sevilla destrozó la red de Barry y la moral marfileña.

De Drogba no se tenían noticias, liquidado por Lucio y Juan. Y Costa de Marfil fue plegando velas lentamente, acobardada sin más razón que su falta de recursos. Así no habría otro castigo posible que el segundo de Luis Fabiano, al volver del descanso, en una acción individual en la que por dos veces cometió mano. Pero el árbitro, dicho está, nunca dio la talla.

Kaká.

Con el viento a favor Brasil se entregó al placer del fútbol. Dunga levantó la mano de hierro y los jugadores recibieron el mensaje. Kaká apareció, emergió aceptando el manejo del balón, por fin firme y vertical. De una de sus añoradas arrancadas salió el pase y el gol de Elano en el palo contrario.

Empezaban a escucharse tambores de samba a la hora de juego, con Costa de Marfil al borde de la humillación. El paisaje anunciaba gran fiesta canarinha, cuando empezó la rebelión marfileña, sacando los tacos a relucir. Elano salió en camilla por una durísima entrada de Tioté que no mereció ni amarilla a criterio del despistado francés.

Los Elefantes tiraron de orgullo y Drogba se encontró por sorpresa con el gol que cambió el final previsto. Los últimos diez minutos habrá que borrarlos de la película del Mundial. Golpes, entradas duras, grescas y la expulsión de quien dudo que alguna vez haya roto un plato: Kaká. Costa de Marfil murió matando, pero mejor le hubiera convenido reparar en su inoperancia mucho antes. Se lo pusieron a huevo a Brasil aceptando tan pronto su inferioridad.