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Castrilli

"El árbitro de hoy en día es un cuerpo sin alma"

Javier Castrilli (Buenos Aires, 1957) fue árbitro de primer nivel durante más de 20 años. Se distinguió por su fuerte carácter, 'El Sheriff' le llamaban, y siempre fue una voz crítica en el mundo del fútbol. Dirigió en el Mundial 98 y hoy comenta el campeonato para una televisión.

Tomás Guasch
Castrilli
carlos martinez

¿Qué primeras sensaciones le deja el arbitraje del Mundial?

Nada buenas. Este nivel exige la perfección y no se está dando. No sólo en cuanto a criterios técnicos, sino también en lo disciplinario. Se han omitido sanciones y tarjetas que han influido en el resultado. El gol de Argentina vino precedido de falta de Samuel, que agarró a un rival y facilitó el remate de Heinze. Al inglés Milner se le perdonó una amarilla clara por acción sobre Cherundolo, que sí vio nueve minutos después: debió ser la segunda y, por tanto, exclusión. Con Carragher sucedió lo mismo. Por hablar de tres casos muy claros.

¿La elección de árbitros le parece la adecuada?

El mensaje de la FIFA es reprimir el juego violento, pero hay quien es víctima de la sugestión. Por ejemplo: el japonés Nishimura pitó diez faltas inexistentes en el Francia-Uruguay; Ribéry fue el primero que le mintió, después se animó Pérez La elección es fundamental, claro. Pero no necesariamente el árbitro procedente de un país que no es una potencia futbolística va a ser malo. El suizo Busacca es uno de los mejores del mundo y un buen ejemplo de lo que digo. ¡Los hay que pertenecen a potencias contrastadísimas que no dan el nivel! El árbitro es bueno o no lo es. Nishimura mostró una cierta ingenuidad ante la mentira. Pero hablemos en general: el árbitro de hoy es un cuerpo sin alma, se viste de árbitro, sólo eso. Para liberarse y ser de verdad árbitro necesitaría romper una serie de cadenas que le oprimen, empezando por la propia estructura arbitral.

En España, el arbitraje es primo hermano del poder.

¡Si sólo fuera en España!

¿El futbolista engaña más que nunca?

No sabría decirle. Lo único cierto es que en el juego, cada persona se muestra como es. El mentiroso se desnuda rápidamente. El problema es profundo: no nos damos cuenta de lo que significa el fútbol como transmisor de valores. Pienso en el gol de Henry con la mano que clasificó a Francia y dejó fuera a Irlanda. El fútbol es consumo masivo entre la juventud, que se fija en quienes admira y situaciones como esa propician un proceso de corrupción. Ganar con la mano es un mal ejemplo, un mensaje de que lo importante es ganar y no cómo, sino que es una burla a la justicia. De esta manera, el árbitro se transforma en legislador cuando está para hacer cumplir la Ley. Es parecido a lo que pasa en Argentina, donde el Gobierno es el Congreso, una barbaridad.

No parece fácil el arreglo.

Hay países en los que se hace de la transgresión un culto hasta llegar a situaciones de connivencia antidemocrática. No se respeta la seguridad jurídica en el juego y el primero que lo sufre es el árbitro. Lo tenemos mal, sí.

Usted arbitró durante 22 años y se ganó fama de tarjetero implacable. Famosa es una expulsión a Maradona cuando jugaba en Boca.

Fui madurando, no tuvo mucho que ver el Castrilli que se retiró al que comenzó, pero la esencia no cambió: yo llamé siempre 'señor' al futbolista, nunca Maradona, Francescoli o Suker. Viví el gran cambio, sobre todo en la concepción de lo que es el juego limpio. De pronto la FIFA se dio cuenta de que los grandes futbolistas faltaban por lesión a los grandes torneos, lo que iba en detrimento de su negocio: a menos estrellas en liza, menos patrocinadores. Faltan muchos más pasos de mejora en el fútbol, uno de ellos es el arbitraje.

¿En qué concretamente?

Lo peor es el arbitraje político, que atenta contra el propio sistema y genera violencia. ¿Cómo evitar que una hinchada no se soliviante si ve que a su equipo le están perjudicando de manera descarada? Mire: en el año 1995 yo salí a dirigir partidos en Argentina con intercomunicadores, la FIFA tardó diez años en admitirlo. Hay que dotar al árbitro de los mejores medios, incluso los audiovisuales, para facilitar su labor. Pero el gran salto no se da.

Usted estuvo muy comprometido en la lucha contra la violencia en el fútbol argentino, fue subsecretario de Seguridad en los Espectáculos Futbolísticos del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos. Y lo dejó. ¿Por qué?

Cuando supe que el gobierno argentino había facilitado el viaje de decenas de barras bravas a este Mundial se me revolvieron las tripas. Fue una lucha bonita, pero vi lo que vi y le aseguro que cada día que pasa celebro más haber renunciado a mi puesto de funcionario.