mundial 2010 | grupo F | nueva zelanda 1 - eslovaquia 1
El fútbol hace justicia con Nueva Zelanda
Un gol de Winston Reid en el tiempo añadido otorga a la selección oceánica su primer punto en un Mundial. Vittek había adelantado a Eslovaquía en la segunda parte con un tanto en fuera de juego. El empate hace justicia a los progresos mostrados por Nueva Zelanda 28 años después y penaliza el conformismo del conjunto europeo. El grupo F queda igualado con los cuatro equipos empatados a puntos y goles.
No eran pocos los que confiaban en divertirse con las excentricidades que auguraba Nueva Zelanda en su segunda presencia mundialista. Los más prudentes esperaban que lanzaran golpes de castigo en cuanto cruzaran el medio campo, pero los más osados apostaban por ver a un kiwi ganando metros con el balón en sus manos, directo hacia el ensayo.
Estaba escrito que los oceánicos habían viajado para ver, oír y callar. Sólo les estaba permitido disfrutar cual turistas, cámara fotográfica al hombro y cerveza en mano. Y sin embargo, resulta que esos oceánicos han venido a sumarse a la fiesta del fútbol y estrenar su palmarés en su reaparición en la Copa del Mundo , en la que asomaron por vez primera en España 82, donde encajaron 12 goles -ante la extinta URSS (3), Brasil (4) y Escocia (5)- y no sumaron ningún punto.
Su entrenador, Ricki Herbert, era titular en aquella selección exótica del Mundial de Narajinto, que 28 años después cuenta en sus filas con algún jugador fajado en las grandes ligas europeas. Los All Whites basan su escaso potencial en la suerte del delantero Smeltz, goleador en la fase de clasificación oceánica (16 tantos en 30 partidos) y la seguridad defensiva de Ryan Nelsen, adquirida en la Premier inglesa al servicio del Blackburn Rovers.
Su correcto rendimiento contrasta con el ofrecido por Eslovaquia, debutante como nación independiente en un Mundial -se separó de la República Checa en 1993-. El seleccionador eslovaco, Vladimir Weiis -internacional con Checoslovaquia en Italia 90- es el padre del interior derecho del equipo, un plantel en el que sobresalen Martin Skertel, defensa que ha hecho carrera en el Liverpool, y su gran estrella, Marek Hamsik, el buen centrocampista del Nápoles y responsable, a priori, del peligro eslovaco desde la media punta.
Las intenciones de los de Weiis fueron transparentes desde el arranque: toque, toque y más toque, siempre desde atrás y con paciencia. Pero las de los kiwis también lo eran: organización atrás y presión arriba para disparar inmediatamente en cuanto se roba el balón. Un plan que resultó en los inicios, cuando Nueva Zelanda realizó los dos primeros remates explotando su velocidad en la transición.
Eslovaquia seguía sobándola, moviéndola al pie para provocar la aparición de espacios, pero los All Whites no son tan bisoños como cabría esperar, y eso obligaba al rival a rifar balones largos en busca de una cabeza afortunada. En cambio, la de Nueva Zelanda estaba más centrada; manejan bien el juego aéreo e insisten en balones altos hacia Fallon, autor de un gran despliegue físico en el primer acto que incomodaba mucho la salida eslovaca.
A partir del cuarto de hora Nueva Zelanda logró contener de un modo sorpresivo a su rival, que sólo lograba soltarse con algún disparo inocente de larga distancia. Ni por dentro, ni por fuera, ni por la calle central, Eslovaquia no encontraba el método ni el camino, y se atascó, entregada a combinaciones tan intrascendentes como plomizas.
Es entonces cuando el combinado europeo optó por reunirse en torno a Vladimir Weiis -el hijo-, un futbolista prometedor, hoy el mejor de los suyos, que en el 28' trazó una buena combinación con Smelt a punto de culminar en el primer gol. Paston no tuvo que intervenir, pero tampoco lo hizo cuando sí debió a la salida de un córner que estuvo a punto de costarle un disgusto; sin tregua, el portero neozelandés apretó el corazón de las Antípodas en una acción patosa con los pies que Eslovaquia desperdició como apiadándose del enemigo.
Los europeos habían descubierto la grieta y acto seguido volvieron a probar la solvencia del meta en un buen remate de Vittek -por su puesto, a pase de Weiss- que salió rozando el palo. Nueva Zelanda, obsesionada con mantener el orden, parecía sentirse obligada a ofrecer respuesta sólamente a cada susto eslovaco, y así organizó una oleada de ataques que derivó en un remate peligroso de Zabavnik y un saque de esquina.
Para entonces Eslovaquia ya había orientado su mira hacia Paston, al que volvió a probar desde lejos, esta vez en un potente lanzamiento de falta que el meta desvió a córner con más aplomo, aunque sus nervios afloraban a cada balón aéreo. En cualquier caso, nadie le recrimina a Paston ni sus formas ni sus modos en la portería. Se lo ha ganado a base de heroicidades, como la que protagonizó al detener el penalti decisivo en la repesca ante Bahrein que les subió en el avión hacia Sudáfrica.
En la reanudación no se atisbaron cambios trascendentes para el rumbo del partido, que acentuó el dominio estéril europeo frente al orden oceánico. Sin embargo, a los cinco minutos una acción aislada de Eslovaquia trastocó todo. Robert Vittek conectó un buen remate de cabeza en el área aprovechando un mejor envío de Sestak. La jugada sólo tuvo en pero: el delantero eslovaco estaba en fuero de juego, grave error que computar en el debe del asistente y que condenó a Nueva Zelanda, aunque sirvió para comprobar la capacidad de rebelión del fútbol oceánico.
Lo que se vio tampoco es que fuera muy alentador. Nueva Zelanda es una selección seria y ordenada, pero muy limitada en recursos y prudente en exceso. Su reacción al gol injusto, pero gol en definitiva, no fue la esperada. Es cierto que no tiene soluciones ofensivas, sin jugadores talentosos ni mentes que inventen, pero al menos podían haber sacado la corneta. No en vano, tan sólo es su segunda aparición por un Mundial, les está permitido arriesgar cuanto quieran por tocar la gloria.
Con todo, y cuando por fin intentaron desperezarse, Eslovaquia les acobardó definitivamente en el 68' con una contra de libro en la que Sestak debió sentenciar de no ser por la aparición formidable de Cech, contunde al corte para evitar el 0-2. La gran ilusión de Oceanía estuvo en la cabeza de Smeltz. Pocas veces tendrá en este mundial el goleador de los All Whites una ocasión tan pintada como la que le dejó sólo en el área a tres minutos del final. Su potente salto, descoordinado con su figural corporal, envió el remate al limbo.
Y sin embargo, el fútbol les dio otra oportunidad. Con el tiempo ya cumplido y el silbato a punto de dictar sentencia, un centro desde la izquierda del propio Smeltz lo alcanzó Reid para hacer algo más que el empate; era el tercer gol en la historia mundialista de Nueva Zelanda, el que supone el primer punto de esta selección en la fase final de la Copa del Mundo . Como tal lo festejaron.
Ahí acabó un partido a veces tedioso, a veces entretenido, que al final hizo justicia a las ilusiones de unos y las carencias de otros. Nueva Zelanda encontró el premio a la insistencia ante una Eslovaquia que se dejó llevar y pagó su racanería cuando acariciaba la victoria y el liderato del Grupo F, donde Italia, Paraguay, Nueva Zelanda y Eslovaquia quedan ahora igualados tanto en puntos como en goles.
Día de gloria para el fútbol en Las Antípodas, donde Nueva Zelanda ha sumado hoy millones de adeptos a un deporte que no puede resistir el entusiasmo por el rugby. Al menos hoy el balón esférico ha derrotado al ovalado. No se puede pedir más.