Mundial 2010 | Alemania 4 - Australia 0
Ozil nos compra el tiqui-taca
Alemania cambia su estilo en torno al mediapunta y ya es candidata A Australia se le ha pasado el arroz.
Otro país, otra selección. Alemania suma ya 15 millones de habitantes relacionados con la inmigración y eso ha transformado su fútbol. Nunca será Brasil porque tampoco quiere serlo, pero a este Mundial llega más morena, más bajita, más coqueta y más guapa. Y gusta. Ya no saca al rival del partido con el quitanieves. Ahora le domina, le acorrala, le busca por dentro y por fuera, con paciencia casi española, con aire de tiqui-taca, y mata con la eficacia de siempre, que eso nunca faltó en la 'Mannschaft'.
La proa del cambio se llama Mesut Ozil, una zurda con encanto, un jugador distinto, que enhebra bien la aguja del último pase. Una rareza que Alemania debe celebrar.
Porque siempre habrá sitio en esta selección para un 4x4 como Schweinsteiger, antes útil en la banda y ahora en el doble pivote, pero el juego elaborado rinde más a la larga. Bien lo sabe Australia, que a la lección germana de ayer asistió de oyente. Y es que a estos 'socceroos' se les ha pasado el arroz. Verbeek apostó por la costumbre literaria de volver a los clásicos, con siete jugadores de más de treinta años en su once, y descubrió pronto que el tiempo pasado fue mejor. A los tres minutos Lahm abortó su gran ocasión y no volvió a levantar la voz. Esta generación que rozó los cuartos hace cuatro años se bate lastimosamente en retirada.
Löw ha puesto sus pies sobre las huellas de Luis Aragonés. Encontró una nueva generación de jugadores, campeones de Europa Sub-19 hace dos años, y sobre sus características construyó el equipo, a contrahistoria, arriesgándose a modificar un estilo que en el pasado dio tres Mundiales. Donde antes hubo tanques hoy triunfa la caballería ligera. Y recicló a futbolistas que ahora parecen mejores que nunca: Podolski fue un punta sin demasiado gol y hoy es un extremo desbordante, y Schweinsteiger hará una segunda carrera como mediocentro. Un salto en el tiempo sin tocar valores como la fiabilidad y el orgullo que están bordados en el escudo.
La puesta en escena del estreno en Durban fue lujosa. La selección de Löw tuvo siempre a Australia fuera del partido con dos mediocentros de corte y creación, la aturdió por las bandas con Müller y Podolski y la mandó a tierra con la zurda de Ozil. Un pase suyo que superó dos líneas australianas preparó el 1-0. Fue un muletazo soberbio. Con los años pulirá la irregularidad que le imputan.
Klose no está fino.
El único problema que se adivina es el del nueve. Klose está muy lejos de su mejor versión. Marcó un gol y perdonó cuatro. No puede asegurarse que acabe como titular. Sobre todo si Cacau, su sustituto, mete la primera que toca.
En cualquier caso, Alemania no necesitó la puntería de sus arietes. Australia se entregó cuando el mexicano Rodríguez pasó por alto una mano de Mertesacker que no pareció del todo voluntaria. Y con espacios, exprimiendo la desesperación australiana, Alemania se dio un festín. Fabulosa una combinación Müller-Lahm-Ozil mal estoqueada, soberbia la media vuelta del primero en el 3-0 y decisivo de nuevo Ozil en el 4-0. "Los demás tendrán que ganarnos" proclamaba Helmut Schön con gravedad germana en cuanto olía un Mundial. Esta vez no será fácil, y menos para selecciones como Australia que, ahora sí, está al otro lado del mundo.