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Amistoso | España 6 - Polonia 0

Esta España invita a soñar

Partiendo del tiqui-taca, la Selección arrasó a Polonia. Iniesta fue el primer protagonista. El equipo exhibió todas su fortalezas. Torres volvió y marcó.

<b>EL PRIMERO.  </b>Xavi y Villa se abrazan celebrando el 1-0. El gol lo marcó en propia puerta Dudka, que sigue tumbado en el suelo, tras un centro de Iniesta.
EL PRIMERO. Xavi y Villa se abrazan celebrando el 1-0. El gol lo marcó en propia puerta Dudka, que sigue tumbado en el suelo, tras un centro de Iniesta.

Ya podemos viajar tranquilos. Después de dos partidos titubeantes, España recuperó contra Polonia la esencia del fútbol que nos hizo campeones de Europa. Tocar y tocar. Utilizar las triangulaciones como un método de hipnosis: el adversario comienza por pelear el balón y termina por seguirlo como los ratones al flautista. Anoche le ocurrió a Polonia como antes les había sucedido a otros. Después de un valeroso despliegue inicial, los polacos pasaron de enemigos a espectadores, vencidos y convencidos. Porque esta Selección no hace prisioneros, inaugura clubes de fans.

La goleada final también es un mensaje para los que esperan en Sudáfrica. España es la misma que hace dos años y quien busque un antídoto necesita media docena. También para eso sirvió el partido. En Murcia se celebró el feliz regreso de Torres, autor de un gol que vale por un mar de confianza. También marcó Cesc, para ratificar su recuperación, y, al mismo tiempo, se confirmó el magnífico momento de Iniesta, interrumpido por unas molestias musculares que dicen leves y hacemos votos.

Porque Iniesta, en plenitud de condiciones, es el filo de esta espada. La cosa funciona así: su ingenio prolonga el ingenio de Xavi hasta la portería rival. Sobran las pruebas, pero ayer hubo más. Durante los 38 minutos que estuvo en el campo, Iniesta inventó dos goles que fueron dos conejos sacados de la chistera. En el primero se internó por la banda izquierda y centró con el exterior del pie derecho, con tanta suficiencia que pareció pereza. El balón era tan apetitoso que lo remató un polaco, Dudka, más rápido que Villa.

En el segundo tanto, Iniesta nos regaló otra delicadeza. Su situación en la frontal del área era comprometida; frente a él, un muro de polacos rubios como la cerveza. Entonces oteó, giró, pisó el balón y ejecutó. Su vaselina sobrevoló la muralla y aterrizó en Xavi, que le cedió el gol a Silva. La intervención en la jugada de tres talentos de 1,70 es la romántica demostración de que para este deporte sirve cualquier cuerpo inteligente.

Polonia todavía tuvo arrestos para probar la agilidad de Casillas, otro de los rehabilitados. Si se agradeció el durísimo disparo de Peszko fue porque ahuyentó los últimos temores, para quien los tuviera. Iker despejó con un brazo de hierro.

No quedaron más rastros del adversario. La entrada de Pedro por Iniesta derivó el juego hacia una versión más vertical del tiqui-taca, que hace que los balones lleguen más crudos a la portería contraria, pero que lleguen más. Cesc pertenece a esa escuela, y a partir de él desde el banquillo se perfila otro equipo más fuerte e impulsivo, más británico.

Transición.

En esta ocasión, la transición de los titulares a los suplentes no provocó ni fractura ni cambio ideológico. Al contrario. Aportó una marcha más. Xabi Alonso marcó el tercero de tiro lejano y luego entregó el cuarto a Cesc. Después vino la fiesta de Torres, asistido por Pedro, que después consiguió el sexto con una sutileza, casi un soplido. Imagino que todo se pega. El talento y la ilusión. Con eso basta para soñar.