Con doce años, Fernando Llorente subía al coche de su madre para ir a jugar algún partido con los chavalines del Athletic. Amorrortu lo encontró muy niño en el Rincón de Soto (La Rioja) y no le dejó escapar. Un año después, el trajín de viajes resultaba insoportable y una familia le acogió en Las Arenas para compaginar fútbol y estudios. Fue con 14 años cuando por fin ingresó en la residencia de Derio y se hizo 'león' para siempre. De esto hace algo más de diez años y después de sortear no pocos obstáculos y ácidas críticas, al gigante de San Mamés (1,95) le llega una gran ocasión de lucirse: el Mundial.
Llorente lleva dos años coqueteando con la Selección absoluta. Pero antes defendió la Rojita en el Mundial Sub-20 de Holanda'05, donde se codeó con Messi. El argentino fue máximo goleador y campeón, con seis tantos, y el riojano se llevó la Bota de Plata marcando sólo una diana menos.
Crisis.
La mala estrella para Llorente fue aterrizar en el Athletic de Bilbao en tiempos de crisis. Desde 2006, con Mendilibar y después con Clemente, el espigado delantero rojiblanco pasó momentos de profundo bajón y nula progresión. San Mamés se dividió como ocurre con los buenos toreros, pero esta vez con más pitos que palmas.
Caparrós fue su salvavidas, le dio confianza, minutos y buenos consejos. Ya es un goleador sin complejos, se parte la cara, recibe de espaldas, hilvana, chuta... Una pieza de ataque alternativa a Villa o Torres para Del Bosque. El 'rey león' se ha ganado a pulso el billete para Sudáfrica.