Liga BBVA | Zaragoza 3 - Villarreal 3
El futuro empezó ayer
El empate no contentó a nadie. El Villarreal no llega a Europa. El Zaragoza salió de lujo (3-0) y luego decayó. Cazorla guió al Submarino hasta igualar
El Villarreal debía jugar el último partido con un ojo puesto en el Zaragoza y otro en el Calderón. Salvo los camaleones y Marty Feldman (célebre encapuchado de El Jovencito Frankenstein), nadie puede mirar a dos lados al mismo tiempo y mantener el equilibrio. El problema del Submarino no fue tanto de dependencia como de concentración: le costó el primer tiempo poner la vista en lo que verdaderamente había de importarle, el encuentro que tenía delante. Cuando pudo centrarse, Soldado había anotado un tanto en la pradera de San Isidro; y, peor aún, a Diego López le habían metido tres. El Zaragoza, ligero de equipaje como un existencialista machadiano, jugaba subido en el viento primaveral que barría el césped. Pero, como bien saben por esta temporada el Submarino y el Zaragoza, cada uno a su manera, no importa tanto cómo se empieza, sino cómo se acaba. O, como dicen los ingleses con humor grosero: la ópera no termina hasta que no sale la gorda.
El Villarreal murió en la orilla después de un año en el que tuvo que reconstruir su temporada sobre la marcha. El Zaragoza ha vivido un tránsito aún más dramático. Tras un año jugando al fútbol con la cara torcida del que empuja un molino, ayer se sintió liviano en su despedida. El ambiente en el campo tuvo el denso ambiente de referéndum popular que suele acompañar al final de los años oscuros. Pero la velocidad que le dio el Zaragoza a la pelota y su eficacia de arranque puso enseguida a la grada de su lado. El espíritu aragonés es adusto; el aficionado del Zaragoza lo ha perfeccionado con un escepticismo abatido.
Al margen de los ensayos sociológicos, el partido enjugó las amarguras. En algo más de media hora, el equipo de Gay castigó la pájara del Villarreal con tres goles y cuatro o cinco ocasiones cantada: una de Colunga que negó Godín tras grueso error de Gonzalo, un tirazo de Gabi a primoroso taconazo combinativo de Eliseu, el atrevido chut de Pulido, otra llegada del portugués...
Espíritu.
Eliseu, moreno Stajanov todo el año, se puso estupendo y jugó al toquecito. Hizo el primero con un zarpazo perpendicular de falta que Diego vio tarde. Godín entregó el segundo a Colunga al derretirse en la cobertura de un balón largo. En el tercero, el mismo Adrián templó la pelota con eso que en golf llaman backspin, o efecto inverso, Jarosik la descolgó y Pulido hizo memoria de sus juveniles días de ariete para terminarla con el exterior. Luego descargó la rabia en la publicidad luminosa, que es lo suyo. A esas horas, el Atlético le hacía pasillo al Getafe y el Villarreal estaba hecho un guiñapo. Tembloroso atrás, vacío en el medio e inane arriba, el Submarino tuvo que hurgar en el fondo de su alma para encontrar el espíritu preciso.
Pero hay un futbolista que representa ese valor. O mejor, dos... Cazorla dio el paso al frente y a pase de Ibagaza puso al Villarreal en la pista antes del descanso. Pese a su floritura, el argentino se fue al descanso y entró Senna, que le proporcionó otra dimensión a su equipo. La lógica. Con Senna mejoró todo. Se centró Godín, desperezó su banda Capdevila, encontró sentido a su juego Bruno y hasta Rossi, casi inédito, acabaría por entrar en la rueda.
El resultado fue un esfuerzo de largo aliento del Submarino, inspirado siempre por Cazorla. El pequeño gran hombre agarró un rechace de Roberto a disparo de Nilmar para meter el segundo, y ya no dejó de tirar del hilo, mientras el Zaragoza se desmadejaba. Ander había tenido el cuarto en el arranque y Gabi agitaría el travesaño con un chutazo, pero la decadencia aragonesa se hizo indisimulable. Con el partido rasgado en un peligroso balancín, Rossi iba a pescar el empate, filtrado en la forma de un pase por el interminable Cazorla. Un último grito del ocho amarillo para que se oiga en Suráfrica. En cierto modo, el partido hizo de metáfora de todo un año para los dos equipos. En ambos casos, más aún en el del Zaragoza, el futuro empezó ayer.