Europa League | Atlético de Madrid 2 - Fulham 1
Hijo, por esto somos del Atleti
Un gol de Forlán al final de la prórroga dio la primera Europa League. El uruguayo también marcó el 1-0. Igualó Davies. Primer título rojiblanco en 14 años
Ustedes leerán esto hoy, pero yo escribo en directo. En este momento el Atleti da la vuelta de honor al Hamburgo Arena con la copa de la Europa League en sus manos. Saltan, se abrazan, besan a Forlán, Agüero se ríe compulsivamente, Joel viste la camiseta de Asenjo, Quique flota sin perder la compostura ni la bufanda... Y yo estoy empapado por dentro, pensé que era la maldita humedad de esta gélida noche alemana, pero no, son unas lágrimas de emoción que, aunque contengo, calan. El Atleti, 48 años después, vuelve a ser campeón en Europa y si ni por éstas me puedo poner cursi, ya me contarán...
Porque, claro, el infarto también rondó nuestro destino. No podía el Atleti, confortablemente superior al Fulham, haber ganado con cierta holgura, no, le parecería decepcionar a su afición y a su historia. Así que esperó al minuto 117 de la prórroga, cuando los penaltis acechaban, para que Forlán agarrara a los fantasmas de Schwarzenbeck y del Pupas y les metiera una paliza. Le ayudó, cómo no, su socio Kun, que montó una escabechina de defensas en la banda hasta ponerle el balón a Forlán, que remató en carrera, con el exterior, muy difícil. Pero Fortuna entendió que acumulaba demasiadas deudas sin pagar y la pelota pasó entre las piernas de Hangeland, que llegó a rozarla antes de que entrara en la portería y desatar la locura.
Dos horas antes, el uruguayo, perdón, el señor Uruguayo, no había tenido tanta suerte y su remate cruzado pegó en el palo. Era el minuto 12 y el Atleti, asumiendo su condición de favorito, dominaba sin juego pero con carácter. El Fulham parecía un equipo de futbolín, siempre perfectamente alineado pero con la cintura de madera y un pie pegado al otro. Su plan era sencillo: pelotazo y a esperar que Zamora, claramente mermado al correr pero un trolebús al chocar, prolongara la jugada. Pero Domínguez, sensacional, fue un muro.
Intercambio de golpes. Así que el Atleti controlaba esperando un destello de los de arriba. Este llegó en una arrancada de clase de Reyes por la derecha, que tocó Simao, remató en semifallo Agüero y remachó Forlán al filo del fuera de juego. 32 minutos y lo más difícil estaba hecho. O no. Porque de inmediato el Atleti se relajó y el Fulham empató en la primera que tuvo. Zamora se va de Perea, tocan Duff y Gera y remata inapelable Davies. Bajonazo y pánico al descanso.
El primer cuarto de hora de la segunda parte fue un sinvivir. El Fulham, con un fútbol tan elaborado como una naranja sin pelar, empezó a rondar el área de De Gea, que en ese rato tuvo que salir de urgencia a los pies de Gera, hacerle una palomita a Dempsey y un paradón a Davies. La grada era el espejo del alma. Mientras la del Fulham cantaba despreocupada como amigos en un bar, la del Atleti lo hacía como un adolescente histérico en una prueba del conservatorio. La enorme diferencia entre no tener nada que perder y llevar demasiados años perdiéndolo todo.
Pero pasó la tormenta. La afición recobró el aplomo, Jurado entró por Simao, que se fue enfadado en vez de agradecido por seguir siendo titular con el año que lleva, y el Atleti recuperó la pelota. El peligro tardó bastante más porque ayer el Atleti transformó los pases de la muerte en, a lo sumo, pases del susto de muerte. Una y otra vez llegaba hasta la línea de fondo, sobre todo un Ujfalusi desatado, y ponía un balón atrás al corazón del área que acaba inevitablemente alto, desviado o en el trasero de un defensa. La prórroga fue el destino inevitable.
Y de golpe, cuando la tensión ambiental resultaba insoportable y las voces salían tenues de las gargantas, el Atleti se sintió campeón por derecho y se fue a por el partido, entendiendo que la gloria estaba allí, en esa media hora, y que de no agarrarla se arrepentiría hoy, también mañana y para el resto de su vida.
Asedio. El Fulham reculó sin rubor alguno y las ocasiones fueron goteando con cierta lentitud por el empeño del Atleti de colgar balones por alto, que con el Fulham tiene la misma efectividad que un ataque marítimo a Suiza. Pero cuando la pelota rodaba era otra cosa. Una mano salvadora de Schwarzer en un balón muerto, un disparo levemente alto de Forlán y, sobre todo, una doble carambola memorable en la que ni Salvio ni Agüero embocaron un balón que era gol o gol. O fuera por poco. Tras 14 años de sequía y angustia esa jugada dio la impresión de sentencia silenciosa.
Pero ya saben que no. En este instante Quique habla en sala de Prensa y no logra una coherencia absoluta en sus palabras, sin embargo nunca nadie se expresó con tanta claridad. Su discurso emocionado, algo inconexo y absolutamente feliz es el de todos los atléticos del mundo. Miro mi teléfono móvil y tengo 52 mensajes de texto sin leer. No lo necesito. Sé lo que dicen: el Atleti es campeón y la vida es hoy perfecta.