Liga BBVA | Tenerife 2 - Almería 2
Nino empata y exige más tila
El Almería certifica su permanencia. Los de Oltra pueden salvarse empatando en Valencia. Alves resultó providencial. El partido fue pura tensión.
No se sabe bien si fue un partido o una película de terror. A cada disparo, un grito. A cada paradón, un suspiro. Y a cada gol, una grada que se venía abajo. El Tenerife pensó que era el envite una cuestión de vida o muerte -lo parecía- y resulta que el destino le tenía servida una última carta. Podrá jugársela en Valencia precisamente porque empató ayer un partido que ya había sembrado lágrimas por una derrota que asomaba a los de Oltra al abismo. Pero apareció Nino, mesías, y embocó un balón en la red que vale vida para los blanquiazules y una última carambola a siete días vista. Hay vida, luego hay esperanza.
Fue un partido para jugarse con marcapasos. Toda la presión, toda la tensión y todos los nervios los llevó para sus hombros ayer el equipo anfitrión, lo cual ya marcó el comienzo. A toda mecha, fue el Tenerife el que encimó a Alves y, encendido por su afición, probó y probó hasta opositar al gol siquiera sin que diese tiempo al reloj a avanzar. Al primer minuto ya había forzado un córner y al segundo ya había atinado Román a rematar de cabeza, si bien detuvo el portero. Ya por entonces, ni había uñas para morderse. Tremendo. Recién nacido ya era el choque un no parar para los locales cuando su acoso al Almería encontró premio. Solito se cocinó el gol un espléndido Bertrán, que se facultó a sí mismo para disparar y marcar. El Heliodoro explotó. La salvación estaba a tiro.
Amansaba el Tenerife los motivos para sonreír cuando tuvo réplica el tanto local con otro visitante. La acción resultó una alegoría de lo que fue la contienda: había empuje, había fútbol y había velocidad en los de Lillo, empeñados en ganar aunque no les hiciera falta. Colosales, merecieron puntuar y casi ganan. Empezaron a trabajárselo cuando un fallo defensivo de la cobertura blanquiazul abrió una rendija al gol para Piatti, y éste no perdonó. El nuevo decorado que trajo al partido el 1-1 convirtió el asunto en una pelea contra el reloj para el Tenerife, a quien le pudieron las prisas y también las urgencias. Normal. Tal fue así que se hizo el Almería con las riendas del balón y, por ende, también de la situación. Pareció un equipo entero, bien trabajado y con mucho fútbol este cuadro rojiblanco que pujó con vigor por los puntos en juego. Baste con decir que salvó Sicilia hasta por dos veces bajo palos para que se entienda que las pasó moradas un Heliodoro tan lleno de público como de tensiones. Son las cosas de esta liga igualadísima, también por abajo.
Los nervios y las imprecisiones se multiplicaban a medida que pasaron los minutos y en la acera insular hasta se interpretó el descanso como buena noticia. Sabedores todos de que el Málaga perdía y que la última jornada aún podía ser hábil -vaya si lo será- se enfiló el intermedio como un paréntesis para corregir. Y para mejorar. Lo hicieron los blanquiazules, que se acercaron en la reanudación al fútbol de combinación y criterio que les ha llevado a tantas victorias en casa. Ayer, sin embargo, el gol se le resistía. Ensayó Román ni se sabe cuántas veces, hizo lo propio Ayoze, también Sicilia de cabeza... La escasa puntería en la culminación de las oportunidades, todas marradas, hacían presagiar un susto. Sí, aquello no era un partido sino una tragedia, debió de pensar la grada cuando, de pronto, se coció el 1-2. Fue en una transición rápida de los almerienses, un visto y no visto, un mazazo que pareció definitivo. El boquete fue enorme en la defensa blanquiazul y el machetazo de Crusat, inapelable. Es el fornido interior el alma y la velocidad de este Almería que juega a todo tren cuando está en forma su estilete. Ayer ni hace falta decir que sí, que estuvo sensacional, primoroso. Y goleador, para pena de los locales.
Llegados a tal punto se mascaba la tragedia en la Isla y acechaba entonces más que nunca la amenaza de un descenso que cobraba fuerza. Se vieron lágrimas en una tarde que había sido de transistores y tila. Faltaba por emerger Nino. Lo hizo, no puntual pero sí certero. Minuto 92. Llega, dispara... y es gol. Pidan más radios y más infusiones... para el Tenerife. El Almería se ahorrará la penitencia.
El detalle. El heliodoro se convirtió en un hervidero
Mucho antes de que el colegiado vasco Pérez Lasa decretara el incio del encuentro, el Rodríguez López rugía con el Tenerife. La hinchada blanquiazul, una vez más, acudió al llamamiento de su equipo y reventó las costuras del estadio. Pancartas bufandas y banderas dieron colorido al encuentro. A pesar de los nervios en el terreno de juego, por lo incierto del resultado, la grada no cejó en su empeño de auxiliar a los suyos hasta el final del encuentro. Con el empate final de Nino, la explosión de júbilo dio paso al moderado optimismo. En Mestalla se repetirá la marea.