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liga bbva | barcelona 3 - xerez 1

La pegada sustituye a la lógica

El Barcelona mantiene, con un pequeño susto, el liderato. El Xerez, que sale del Camp Nou a 60 puntos del equipo de Guardiola, lució la garra y el estilo que, de la mano de Gorosito, le ha convertido en una de las noticias más agradables de la segunda vuelta. El cuadro andaluz volvió al partido tras el 2-0 con un golazo de Bermejo y asustó al Camp Nou con actitud y fútbol hasta que sentenció Ibrahimovic. Cumple el Barcelona en un mal partido con todo, alineación y mentalidad, construido con el Inter como obsesión.

<strong>TRIUNFO DEL BARCELONA.</strong>
TRIUNFO DEL BARCELONA.

Nunca se jugó un partido en Primera con tanta diferencia de puntos (57 al comienzo, 60 tras el pitido final) y, cosas del fútbol, pocas veces un equipo visitante ha mostrado una imagen tan edificante en el Camp Nou en la era Guardiola. El resultado no le vale en su lucha quijotesca por la salvación, pero el Xerez puede salir del Camp Nou con la satisfacción de que no le zarandeó el Barcelona y de que, al final, no le derrotó la lógica sino la pegada. Muy bien el equipo andaluz, mal un Barça que jugó con medio equipo, medio ojo y media mente. O menos. Jugó con la ida del Inter como herida y la vuelta como obsesión. El frenesí de la heroica europea y el despliegue de un rival admirable convertían un partido a priori plácido en una trampa para osos que el Barcelona sorteó con susto y por la ley del acierto. Necesitó templar nervios y ser eficiente en sus ocasiones. Y necesitó meter en el campo a Messi y Piqué. Tan caro lo vendió el Xerez.

La igualdad entre los equipos que viven en las antípodas de la Liga (rozar el título, acariciar el descenso) se explica por las circunstancias de uno y las prestaciones del otro. Al Barcelona le suponía la incomodidad metida con calzador en pleno trance europeo. Le obligaba a un esfuerzo que ni siquiera le apetecía y le sometía por el peaje Champions a jugar con una versión mínima de sí mismo. Fuera de acción Iniesta, entre algodones Abidal y sancionado Alves (buena razón para rotar), tampoco eran titulares Piqué, Busquets, Messi o Pedro. Con eso, Xavi inamovible acumulando kilómetros y horario extraño por madrugador, se jugaba la Liga, aunque costaba darse cuenta, el Barcelona. El Xerez, mientras, apuró sus opciones con pasión y estilo, un ejemplo para muchos que han pasado por el Camp Nou acomplejados, travestidos, con los bolsillos llenos de excusas.

Gorosito, que ve gigantes en vez de molinos, llegó a la Liga bajo sospecha. Su nombre, algún apodo sugerido, su equipo de colaboradores, hasta su peinado... con todo eso el argentino ha hecho un ejercicio de resurrección que quizá no alcancé para el milagro de la salvación pero sí constituye una bonita historia de fútbol. Con cinco defensas de salida y retoques en la segunda parte para ser más incisivo, el Xerez salió al Camp Nou sin miedo y sin nada que perder pero sin ser kamikaze. Estiró líneas, jugó con orden y sentido, presionó arriba y, como prometió El Pipo, sólo se encerró atrás cuando le obligó el Barça. Un minuto después del 2-0 volvió al partido con un golazo de Bermejo y de ahí al 3-1 tentó a la suerte hasta merecerla casi por justicia poética. El arranque del segundo tiempo definió lo más intenso del partido, con el Xerez convertido en el Barcelona y el Barcelona convertido en cualquier cosa, sin el balón y sin temple defensivo. Ahí tuvo ocasiones el equipo andaluz, Valdés se lució, el Real Madrid arqueó la ceja desde Zaragoza y la Liga contuvo el aliento hasta que Ibrahimovic marcó el tercero en la primera conexión azulgrana de la segunda parte. Para entonces ya estaban en el campo Messi y Piqué, y el dato sirve como testimonio de la obligación a la que el Xerez, por sus méritos y su carácter, llevó a Guardiola.

El partido del Barcelona pasó de lo plácido a lo histérico y de vuelta a la calma. Del Inter a la zozobra al Inter, siempre el equipo de Mourinho en el subconsciente. Tras unos minutos de sesteo, el Barça se activó a partir de Xavi, cuya libertad fue el principal pecado (a la larga capital) del Xerez. El centrocampista se movió en marchas cortas pero creó el flujo de juego suficiente para que Jeffren, con habilidad y remate, y Henry, tras buena combinación Keita - Ibra, pusieran el partido en franquicia. Pero cuando los cimientos flaquean, todo el edificio tiembla y el Barcelona no se sintió seguro hasta que no entró Piqué y rompió la pareja de centrales Márquez - Chygrynskiy.

Márquez vive a años luz de su mejor versión en un estado de forma que apunta a declive. Está lento y poco autoritario. Chygrynskiy estuvo literalmente horrible. Falló en el gol (golazo) de Bermejo. Poco antes regaló una cesión intolerable que Valdés salvó por instinto y durante todo el partido extravió cada pase largo en una demostración de que hasta en lo que se le suponen virtudes anda abandonado. Los dos están a años luz de Puyol y Piqué y lejos de Milito, y juntos fueron un revoltijo impreciso y nervioso que contagió a todo el equipo.

Con Piqué el Barcelona ya no sufrió atrás y con Messi hubo algo de animación con ocasiones de Keita y Touré. El Xerez acabó con nueve (se fueron Orellana y Alustiza) en un final afeado por Muñiz. Tras el pitido final, los jugadores del Barça se enfundaron camisetas que solicitaban a la afición su apoyo en la madre de todas las noches europeas, la del miércoles ante el Inter. Esa imagen resume un partido que el Barcelona jugó, desde la alineación y durante los 90 minutos, con la mente puesta en lo que está por venir. Será seguro, sueño o pesadilla, algo grande.