Nino destroza al Getafe con su acierto demoledor

No pudo el Getafe asaltar el Heliodoro y alimentar sus aspiraciones europeas pese a exhibir méritos y tener el encuentro controlado en su tramo inicial y cobrar una ventaja que de nada le valdría. Enfrente tuvo a un Tenerife que lleva tres partidos sin perder y ahora se hace difícil pensar en su descenso cuando este desenlace amargo parecía predestinado a los de Oltra. En cuestión de sólo unas fechas se ha reactivado el equipo y se ha congraciado con la afición. El Tenerife tiene fe. Y, lo más importante, tiene a Nino.

Enseguida se tradujo el decorado en un aviso y un gol, ambos a cargo de un Pedro León que vale oro. En un equipo con tanto criterio como manejo de pelota, es el de Mula un futbolista diferente, desequilibrante, con chispa. Sólo siete minutos tardó en aparecer para advertir a Aragoneses ante su portal descubierto, a la contra, y también en otra acción de categoría firmó León el 1-0. Imponente su trallazo, consecuencia de una internada de Miku que descubrió los agujeros de la defensa local.

Reaccionó el Tenerife al calor del enfado de Oltra, que escenificó con aspavientos hasta hacer ver a los suyos que no le gustaba lo que veía. Palidecían las opciones de victoria del Tenerife cuando, de cabeza, remató el almeriense un centro primoroso de Román tras un buen robo de pelota de los blanquiazules.

Bronca

. Cuentan quienes la vivieron en sus carnes que fue antológica la bronca de Oltra al descanso, antesala de un acto final que resultó determinante. El resultado final se cocinó en los 20 minutos finales, carrusel de estados de ánimo para un Heliodoro que pasó de la felicidad por el segundo de Nino a la decepción por el empate firmado por Casquero, que parecía rescatar del naufragio a un Getafe venido a menos por el empuje isleño.

Pero no era día para las medias tintas y en cuestión de segundos rompió la igualada el que ayer fue emperador del Heliodoro para salir como lo que es, un futbolista desequilibrante. En segundos se le esfumó al equipo de Míchel un punto que ni siquiera llegó a degustar por la voracidad de un Nino ayer demoledor.