Liga BBVA | Athletic 0 - Zaragoza 0
Secaron a Llorente y punto
El Zaragoza salió sin disimulos a por el empate y lo trabajó a fondo. De Marcos tuvo el gol, pero acertó Roberto. El Athletic careció de inspiración.
San Mamés no es plaza donde el empate encuentre fácil acomodo, menos aún si no lleva goles. De un tiempo a esta parte, acoge como algo rutinario el triunfo local, normalmente aderezado de una buena ración de remates que menean a fondo el marcador. Sin embargo, ayer el Zaragoza se empeñó en que el resultado fuese un pequeño monumento a la impotencia ofensiva y se salió con la suya. Vino a eso y supo realizar el tipo de encuentro que le conduciría a la suma de un puntito, siempre rico cuando se huye de la quema y se obtiene en casa ajena.
Huelga añadir que al Athletic no le hizo ninguna gracia el desenlace, aunque lo cierto es que apenas aportó argumentos para variar el sino de una pelea a la que muy pronto se le intuyó el cariz. Salvo en el inicio de cada período, no fue capaz de saltarse los incontables obstáculos planteados por el cuadro aragonés y su ansia por prolongar una jornada más su dictadura en La Catedral se fue diluyendo hasta derivar en la nada, en un quiero y no puedo donde resultó clave la anulación de Fernando Llorente, quien abandonó cabizbajo el campo, consciente de su pobre aportación.
Entre Pablo Amo y, sobre todo, Jarosik emparedaron al ariete y una vez sometida la referencia rojiblanca, todo resultó más costoso y previsible. Su colaborador más próximo, De Marcos, fue quien dispuso de los balones más interesantes, pero no acertó o, si se prefiere, Roberto anduvo más listo en la jugada que pudo haber transformado el panorama.
Esto sucedió a la media hora y para entonces, la parsimonía y seguridad aragonesas ya se habían adueñado del ambiente. De modo que en adelante se asistió a un ejercicio estéril por parte del anfitrión, incómodo y sin la necesaria viveza o inspiración para agujerear la estructura del rival.
Ni con Yeste en el timón ni con Muniain, quien ni por asomo pudo reeditar su decisiva actuación de La Romareda, cogió impulso la iniciativa de los chicos de Caparrós, que ayer, gracias a la laboriosidad y orden táctico de los que hicieron gala sus oponentes, en ningún momento dio la sensación de que cundiría.
Sin pegada.
Tres apariciones de De Marcos, la novedad en el once local, fue cuanto sumó ofensivamente el Athletic en la primera mitad. La última, está dicho, no subió al marcador porque Roberto, que estaba vendido, sacó una mano antes de perder la vertical. El delantero había rematado sin oposición un servicio de Gabilondo, en la única acción hilvanada y terminada.
Eso fue lo que básicamente consiguió el Zaragoza, que la habitual carga de su rival en casa no tuviese ni claridad ni continuidad. Pivotando sobre Edmilson y con un Jarosik que enseguida estableció su jerarquía en el aire, los maños se aplicaron en la contención, con mucha gente entre líneas que imposibilitaba una circulación fluida, ayer complicada por una hierba rapidísima que exigía absoluta precisión.
Gurpegi y Javi Martínez no repartían juego, no tenían con qué, pues el balón careció de dueño sólido, y tampoco hubo espacios. San José iniciaba desde muy atrás y a menudo debía lanzar en largo, un regalo para la zaga de Gay.
Entre los visitantes tampoco se percibía afán por progresar. Se ofreció mucho Ander y Eliseu tiró tres carreras para martirizar a Iraola, pero el aislamiento de Suazo era equiparable al que padeció Llorente. Nadie estaba demasiado interesado en incorporarse y colaborar en terreno rival, se diría que asegurar el puntito era la consigna acordada en el vestuario.
En el arranque de la segunda mitad, el Athletic avisó, dos veces. Susaeta, en vez de cruzar, estrelló su zurdazo en el lateral de la red y luego Llorente cabeceó alto en boca de gol un córner que Javi Martínez convirtió en peligroso. Tomó nota el Zaragoza, que se estiró algo, empezó a tocar más, a discutir de otra forma el mando del choque. Daba igual porque no estaba el Athletic feliz en cuanto intentaba y mientras Iraizoz era un espectador más, pues fue el árbitro y señaló el final. Ganó el Zaragoza, un punto.