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Liga BBVA | Zaragoza 1 - Mallorca 1

Un punto más son dos menos

Empate de impotencia del Zaragoza. El Mallorca entra en Champions con sabor agridulce. A Aduriz le anularon un gol legal. El descenso queda a cuatro

<b>SIN FLUIDEZ. </b>Chori Castro y Ander Herrera, que regresaba al once del Zaragoza, disputan un balón.

El empate extendió en los dos vestuarios un sabor tan agridulce como lógico: Zaragoza y Mallorca empataron y se empataron. A conciencia. Debió de ser de acuerdo con esa idea que el asistente de Turienzo vio fuera de juego en el soberbio cabezazo con el que Aduriz deshacía la igualdad en el tramo final. Un gol ilegalizado sin razón, que impidió al Mallorca ganar casi tanto como su inconstancia de viajero. Era superior al Zaragoza, lo suficiente para ganarle. Los dos equipos dejaron una impresión de ambiciones traicionadas, pero hay que examinar de cera la posibilidad de que ninguno tuviera reservas colectivas suficientes para atender a las expectativas, conjetura que el plomizo segundo periodo confirmaría frente a cualquier argumento.

Por eso el partido ofreció tal aspecto de urgencia desatendida. El espectador esperaba una cosa, los futbolistas dieron otra. Mal asunto. A ninguno de los dos equipos les hacían falta artificios motivadores para este partido. El Zaragoza salió del martes acosado por el derrote del Valladolid y el Tenerife. El Mallorca, mientras, vio al Sevilla representar una función más de su acelerado proceso de derrumbe. La oportunidad de pisar la Champions le había quedado botando. Tenía que rematarla en Zaragoza. Lo hizo, pero a medias, con un empate de sabor agridulce por la jugada de Aduriz. Al Zaragoza le quedó claro que aún tiene mucho que remar. Y resultó preocupante su ausencia de energía para hacer frente a las necesidades que le exige el final de Liga. De energía y también de fútbol, no nos engañemos. Le falta tanto de medio campo hacia arriba... Si empató no fue por hacer las cosas mal: las hace como puede. Más pareció un caso de impotencia con todas las de la ley.

Ventaja. El Mallorca puso el choque en los pies tranquilos de Borja Valero, muchacho que camina por el verde como las perdices, con la cabeza erguida. Su estético trabajo de metrónomo -escoltado por el interminable Martí- lo facilitaron el Chori Castro, inquietante, y el profuso Mattioni, la razonable opción preferida por Manzano para enjugar la ausencia de Varela. Los tres dibujaron un triángulo de líneas dinámicas que, en su mejor versión, liberó a una vez a Aduriz para un remate que Roberto manoteó a córner. Lo que nació para gol murió en parada de bandera. Pulido le había perdido la marca al delantero, y en el córner siguiente le ocurriría lo mismo con la entrada al cabezazo de Rubén, que goleó desde un ángulo muerto a la espalda de Jarosik. El 0-1, con 13 minutos jugados, hizo correr un escalofrío entre el zaragocismo, que había respondido medianamente a la llamada de su entrenador. Mal día, mala hora. Al Mallorca el gol lo autorizaba a administrar la noche, pero no lograría un ritmo conveniente pese a su dominio del medio. Cedió espacio y pelota para terminar la primera mitad sometido al empate de Suazo y a un gobierno del Zaragoza tan voluntarioso como estéril. El chileno batió de sombrero combado a Aouate después de que Ponzio rajase el aire con un pelotazo desde su esquina. Después, Arizmendi cabeceó una falta y el balón escapó apenas arriba.

El equipo de Gay tuvo más balón que ideas. Lo había intentado mover Ander, pero las imprecisiones evitan un hilo constante de fútbol. Pedírselo a este equipo sería mirar a otro lado. El segundo tiempo acentuó las dificultades. Los futbolistas se movieron con creciente pesadez. Gay había combatido el déficit de energía con las entradas de Pennant, a la vuelta del descanso, y Colunga. Los dos se mezclaron con la incapacidad general. En sus carreras el inglés agita mucho humo. Manzano tuvo que hacer y deshacer con Mario Suárez y no encontró una combinación que le diera el partido, que se murió antes de hora. Apenas dejó el tanto nonato de Aduriz, un testarazo soberbio, de los de antes. Alguien debería escribir un libro sobre los goles anulados más hermosos de la historia. Haría una gran lectura para partidos como el de anoche.