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Liga BBVA | Osasuna 2 - Zaragoza 0

Fútbol sin pies ni cabeza

El Zaragoza estuvo corto de juego y remate. Abrió la cuenta Aranda y Vadocz la cerró de golazo. El equipo de Gay flojeó arriba Osasuna aleja el peligro

<b>PRESIÓN.</b> Ricardo despeja un balón ante la llegada de Jorge López en uno de los momentos de mayor acoso del Zaragoza ante la portería de Osasuna.
PRESIÓN. Ricardo despeja un balón ante la llegada de Jorge López en uno de los momentos de mayor acoso del Zaragoza ante la portería de Osasuna.

El partido no fue sino un paréntesis entre dos goles. Aranda abrió la puerta en el minuto 2; Vadocz la cerró en el 90'. No hablamos de un paréntesis vacío, pero casi. Lo que faltó tal vez podamos llamarlo sustancia, sobre todo en el equipo de Gay, que jugó el choque con gesto distante. Respecto a Osasuna, su fútbol no escapó a la vulgaridad, pero al menos hizo lo esencial: contener y golpear. El Zaragoza se hizo barro cocido en una tarde cálida; lo vacunaron nada más salir al rectángulo y no tuvo ni bravura ni juego para contestar a la afrenta en todo el partido. El resultado de todas esas fuerzas habla de un choque que no merece otra memoria que la estadística. La victoria de Osasuna clausura su grisalla de las últimas semanas. Al Zaragoza le va a tocar seguir remando. Hasta el 40 de mayo, por lo menos.

Si el partido no lo olvidamos de inmediato, como la comida china, fue por los goles. Ambos tuvieron un fulgor aislado. Osasuna metió el primero casi aún en el vestuario, en el minuto 2. Lo firmó Aranda con una vaselina sutil, que mostró el lado procaz y sedoso de un jugador de naturaleza temperamental. Fue un balón que le vino desde la zurda de Sergio por hilo telegráfico. El rubio defensa (represaliado de Marcelino, estupendo otra vez), pegó con la zurda desde el fondo, convirtiendo su pierna de apoyo en un artilugio de precisión. El balón pasó por arriba para llover dulcemente entre los dos centrales del Zaragoza y lejos de Roberto. En realidad, Sergio había medido el cordel exacto para el pie diestro de Aranda, que lo domesticó en el bote con una vaselina de interior.

Ese tanto definió el partido. En realidad, los goles sintetizaron todo: Osasuna jugó sin alharacas, pero supo acabarlas; enfrente, el Zaragoza quedó aplanado en los polígonos de sol y sombra que dibujó la tarde sobre el césped. Como los compañeros de Dorothy, tuvo cerebro de paja y pies de plastilina. No hubo modo de encontrarle el cuerpo ni una sintonía de juego. Atacó sin acabar de hacerlo, con leves conquistas por afuera, adelgazadas conexiones de Jorge López y pases al cuerpo de Azpilicueta o Sergio. La mayoría de centros fueron al tercer palo, el de los fotógrafos. Suazo no tenía acreditación.

Expulsión. Osasuna encontró más pulso con Puñal en el medio, donde la tarde abundó en sucesos: Nekounam quedó con un tobillo maltrecho después de que le cayera encima Arizmendi, que es como si te aplasta un piano. Su relevo sería Rúper y acabó viendo roja por un acceso de orientalismo con patada voladora a Gabi. Pese a las circunstancias, la zona perteneció a Osasuna, frente a un Zaragoza sin generación de juego, ni sorpresa por afuera, ni fútbol entre líneas. Edmilson parece jugar cuesta arriba. Nadie tiró una diagonal o una recta hacia Suazo. Colunga no varió el ritmo de los planetas. No digamos Abel Aguilar o Pennant. A Osasuna lo sostuvo la seriedad de unos (los laterales, Sergio, Puñal) y la generosidad de otros (Juanfran). La imaginación quiso ponerla Camuñas, en un interesante reto con Diogo. Pandiani descolgó algún balón y casi le sale un gol de su cabeza de yunque. No hizo más ruido.

Fue Aranda el que inflamó las cornetas con el gol de inicio y sus entreveros de pierna fuerte contra la defensa. Se le escapó otro en un pase horizontal de Camuñas. La cuenta de ocasiones también favoreció a los navarros, al menos por calidad. Diogo sacó con aprensión de artificiero un rechace. En su ratito, Massoud dejó un lujo de orfebre en el área y lo negó Roberto. El Zaragoza apenas inventarió un rematito de Arizmendi, un cabezazo fuera de Edmilson, el rastrón de zurda cruzado de Ponzio, una falta al palo y esa volea al espacio exterior de Gabi. Aproximaciones, no ocasiones. Si quedaba alguna duda, la despejó Vadocz con uno de aquellos pelotazos que hacen la boca agua. Le pegó el húngaro al aire, voló combada la pelota y cayó en la red como una hoja muerta brasileña. Pero sonó como una guillotina.