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Real Madrid - Barcelona | Fotos del clásico

El cochinillo más famoso de la historia del fútbol

Figo sacó 5 córners... y un lechón.

<b>BRONX NOU. </b>Así tituló AS su portada para describir el ambiente vivido en el Camp Nou.
Rodolfo molina

Ocho años después, la pregunta por resolver es qué hacía un espectador con un cochinillo en las gradas del Camp Nou y cómo consiguió pasar los controles de seguridad (visuales y olfativos). Que se tratara de una mascota hay que descartarlo por la decapitación y el asado. Es posible, entonces, que fuera un tentempié. En ese caso hay que pensar que el espectador se zampó antes el cochino (en grasienta operación) y, llegado el momento (Figo), se desprendió de la cabeza de porky como si fuera la de una gamba.

La imagen dio la vuelta al mundo. El lechón clamaba al cielo mientras Figo se disponía a lanzar un córner ante la creciente irritación de la grada. Sacó cinco, siempre entre una lluvia de objetos e imprecaciones. En los últimos saques de esquina ya le acompañaban media docena de antidisturbios.

Era la segunda visita de Figo al Camp Nou como madridista y lo que en la primera se zanjó con una pitada de 110 decibelios (ruido equivalente al del motor de un avión en marcha), esta vez incluyó variopintos artículos de supermercado. Y es que al margen del crujiente gorrino y diferentes aperitivos salados, se recogió del campo una botella de whisky escocés, probable acompañamiento líquido de nuestro espectador gourmet.

Reacción.

El escándalo fue mayúsculo. Medina Cantalejo se vio obligado a suspender durante 16 minutos el partido y, una vez finalizado el encuentro, Gaspart echó más leña al cerdo: "No quiero que vengan a mi casa a provocarme, no lo tolero. Si quieren sacar córners, que lo hagan, pero rápido".

Como resultado de tanto ajetreo, el Camp Nou fue clausurado con dos partidos que jamás cumplió (Competición retiró la sanción en 2005) y el presidente debió pagar el cochinillo a precio de angulas (4.000 euros). Fue un castigo muy amable para un estadio reincidente: en 1997, un mechero arrojado desde la grada había abierto una brecha en la cabeza de Roberto Carlos.

La resaca de los altercados también fue suculenta. Masfurroll, vicepresidente culé, aseguró que la foto era un montaje: ni aquel cerdo había estado allí ni la hierba que lo sostenía correspondía al Camp Nou. Entretanto, medio mundo solicitaba a AS la imagen del marrano guillotinado.

El partido, pocos lo recuerdan, finalizó 0-0. Nunca un Clásico tuvo un marcador más intrascendente. Lo que sucedió aquella noche de noviembre no se mide ni en goles ni en polémicas arbitrales. Se mide al peso. De cochino.