liga bbva | zaragoza 2 - barcelona 4
Un Messi celestial perpetúa el gran pulso
Exhibición del argentino, que suma once goles en los últimos cinco partidos y que reventó a un trabajador Zaragoza: marcó los tres primeros goles y forzó el penalti del último después de que Colunga devolviera de forma abrupta al Zaragoza al partido. Con flemón o sin él, Messi pasa por un momento de juego superlativo y el Barcelona cabalga sobre sus hombros sin ceder ni un ápice en la lucha por la Liga con el Real Madrid. Lucha en la que el equipo de Guardiola ha salvado una etapa verdaderamente peligrosa.
Un flemón tenía en vilo a la Liga. En este fútbol tan sofisticado, en esta Liga de fichajes e ingeniería de despachos, un flemón tenía en jaque a Messi y acaparaba los cinco sentidos de Barcelona y Real Madrid, Real Madrid y Barcelona, los protagonistas del gran pulso. Finalmente Messi, con flemón, jugó y ganó el partido con otra actuación deliciosa que embelleció un duelo por lo demás bronco, con fases ralas y otras casi desquiciadas.
Con la primavera recién entrada y en el día mundial de la poesía, parecía impropio que algo tan prosaico como un flemón frenara a un jugador que atraviesa un momento de forma celestial, próximo a lo inefable. Ha marcado once goles en los últimos cinco partidos. En Liga el gol del Barcelona es Messi: el segundo al Málaga, los dos al Almería, los tres al Valencia, estos tres de hoy... ha superado ya, en 27 partidos, su registro de la pasada Liga (25 goles contra 23). Y lo ha hecho, conviene recordarlo las veces que haga falta, con goles de todo tipo pero un puñado de ellos en la categoría de las obras de arte. Así fue el segundo de hoy, el que mató el partido.
Porque el partido no se puede explicar más allá de Leo Messi. Él lo decantó en el minuto 4 con un remate de cabeza que desnudó a la defensa rival, temblorosa ante su figura. Y él lo mató cerca del ecuador del segundo tiempo en una jugada maravillosa en la que robó en la medular y cruzó el campo como un cuchillo antes de quebrar por dos veces a un aterido Contini y cruzar ante Roberto. Una superioridad sobre los defensas, otra vez, insultante. Una categoría excelsa. Después, con el partido ya roto y el Barcelona campando a sus anchas, celebró otro 'hat-trick' con un disparo desde fuera del área. Pero había más. Cuando Colunga incendió La Romareda con dos goles, Messi dejó cada pieza en su lugar con un penalti que cedió a Ibrahimovic después de forzarlo a base de quiebros y requiebros en el área hasta que le derribó Contini, preso de la frustración o quizá del mareo.
Con Messi como alfa y omega, el Barcelona salvó una salida de cuchillos largos, una que apuntaba a complicada y que lo fue, después de rumiar durante muchas horas un nuevo triunfo del Real Madrid. Así es el gran pulso. Perder es morir y un empate casi una cadena perpetua. Ahora los dos transatlánticos empatan a 68 puntos. El resto es otro universo. Hubo quien discutió la liga dual, el binomio tiránico. Pero los hechos son que Valencia viaja a 18 puntos, Sevilla a 24... y el Atlético, que descarriló tan pronto, en la mitad exacta de puntos (34).
Tenía que ganar el Barcelona y ganó. Misión cumplida con el duelo directo del Bernabéu acercándose de forma vertiginosa, como una sombra que lo marca todo, que obliga al máximo. Jugó un partido serio pero sin más brillo que el que ofrece, deslumbrante, Messi. Salió mandón y se dejó llevar después, dio vida a un Zaragoza animoso y terminó entre la placidez y la histeria con el loco carrusel final. Esa histeria también tuvo cara: Ibrahimovic. El sueco, que vive de examen en examen y que necesita una visita urgente al diván del psiquiatra, empezó metido en el partido y se fue espesando, entorpeciendo sus acciones y torciendo el gesto. Después falló, falló y falló. Ante Roberto e incluso sin él, tras asistencia de Pedro y a puerta vacía. Tan ofuscado, tan desencajado lo vio Messi que le dejó el penalti, que parecía destinado a ser su cuarto gol, para que limara un poquito, al menos un poquito, de la ansiedad que le tiene varado.
El Zaragoza vivió una noche de contrastes, con motivos, cada cual con su carácter, para la preocupación o el relativo optimismo. Pero con una realidad canina que no le mueve ni un ápice de la zona de peligro. Salió timorato, asustado y fallón, regalando un gol rápido y estropeando el trabajo supuestamente exhaustivo de Gay y sus entrenamientos a puerta cerrada. Después, mientras el Barça perdonaba (Touré, Ibra...) y comenzaba a sestear, se rehizo y disputó el partido. Fue centímetro a centímetro trabajando en cada rincón del campo y avanzando hacia Valdés. Sin grandes ocasiones, apretó y cambió la inercia. Por entonces Ponzio definía el trance de su equipo en su cruda batalla en una banda derecha donde Messi y Alves arreciaban en oleadas.
En el segundo tiempo Gay dejó que el partido se desatara. Quitó cemento (Edmilson) y metió visión (Lafita) y velocidad (Colunga) y se dispuso a intercambiar golpes con el gigante. Y perdió. Pero durante algunos minutos enseño una constantes vitales de lo más saludable, más por energía que por fútbol. Hasta que Messi dijo basta. Primero con goles y después, cuando Colunga hizo otros dos ante una defensa despistada con la salida de Piqué y Milito, con el penalti que aseguró la perpetuación del pulso por la Liga tras un partido que se ennobleció en la recta final, con Colunga empujando y Messi deslumbrando. Ganó el Barcelona y sigue el pulso: ahora empate a 68.Y en los próximos siete días, dos jornadas más. Que nadie pestañee.