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Liga BBVA | Valladolid 1 - Real Madrid 4

Higuaín se da un homenaje

Hat-trick del argentino. Cristiano, que le dio una asistencia, marcó de falta directa. El Valladolid se perdió en un juego demasiado violento.

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<b>PIÑA CON 'EL PIPITA'. </b>Higuaín firmó un hat-trick y estuvo espléndido. En la imagen es felicitado por Marcelo, Sergio Ramos y Cristiano tras marcar el primero de sus tantos.
PIÑA CON 'EL PIPITA'. Higuaín firmó un hat-trick y estuvo espléndido. En la imagen es felicitado por Marcelo, Sergio Ramos y Cristiano tras marcar el primero de sus tantos.

El partido, a falta de otras hermosuras, permitió resolver algunos asuntos pendientes. Higuaín marcó tres goles (y van 19 en Liga) que se pueden entender como su última aportación al debate sobre su valía y renovación. Como Cristiano colaboró en esos goles con asistencia y media, podemos deducir que si hubo fricción entre ambos ya está olvidada y ha triunfado el amor fraternal. De hecho, ambos delanteros combinaron generosamente y hasta se les recuerdan palmaditas cariñosas que jamás tuvieron la intensidad del cachete que pica o la colleja traidora. Al contrario, ahora parecen amigos y residentes en Madrid.

Si los goles de Higuaín tuvieron el mérito de la cantidad, el que consiguió Cristiano dio la impresión de ser el más brillante. No lo afirmo rotundamente porque su lanzamiento de falta rozó en la barrera antes de terminar en la escuadra, y lo que en otro caso consideraríamos un rebote afortunado, con el genio que nos ocupa podría ser carambola de billar francés. No se puede descartar.

Cristiano, por cierto, se quejó del estómago antes del inicio y hasta ingirió una pastilla sanadora que sería bueno recomendar a los estomatólogos del mundo: el portugués no solamente finalizó el partido, sino que lo terminó gallardo y al galope.

Van der Vaart fue el siguiente protagonista del encuentro. En un partido planteado por el Valladolid a falta limpia (y no tanto), el holandés se dio el gusto de lucir la zurda a balón parado como quien ondea un estandarte. Suya fue la asistencia del segundo tanto y suyos los mejores centros al área; Sergio Ramos puede dar fe.

Del Valladolid hay que reseñar que pegó mucho y no le favoreció en nada. Ni le alivió la derrota ni le mejoraron la imagen o la autoestima, más bien al revés. Y aunque no parece justo responsabilizar de tanta dureza a los exabruptos del capitán, sí queda claro que los excesos verbales que uno rectifica no siempre son corregidos por quienes le escucharon. Es obvio que otra parte de la responsabilidad le corresponde a Onésimo y que la culpa entera se completa con la agonía reinante.

El caso es que los mejores momentos del Valladolid se recuerdan antes del enredo de patadas al que contribuyó Nivaldo. El brasileño, que entró por Baraja a los ocho minutos, fue la peor noticia del partido. Tiene mala fama y la cultiva concienzudamente. Él fue el mejor ejemplo de que los llamamientos a la fuerza bruta combinan mal con los actos de inteligencia y la prueba es que resultaron muy poco inteligentes sus faltas en las cercanías del área.

Una de esas la aprovechó Cristiano para marcar el primer gol. Y otra sirvió para el remate de Higuaín en el segundo. Ahí acabó la resistencia de un Valladolid que hasta entonces sumaba dos buenas ocasiones y un penalti de Ramos a Nauzet no señalado.

Incansable.

Lo que siguió fue el Madrid de paseo y los anfitriones cazando sombras. Higuaín consiguió el tercero tras una prolongación de Cristiano con la cabeza y el cuarto lo logró al rechace del portero, tras centro-chut del portugués, que seguía incansable a pesar de los presuntos gases, los retortijones y las huellas de Nivaldo, que ya le había grabado los tacos en la tibia, siempre tuyo.

El Valladolid, que al final se cansó de pegar, volvió a mejorar en contacto con la pelota. Después de consolarse con un autogol de Albiol, Nauzet reclamó con razón un penalti por manos de Ramos y Pelé estrelló un disparo en la escuadra. De ese hilo, y no de otros, debería tirar Onésimo para salvarse.

El Madrid salió de Pucela caliente, que parecía difícil, y con las heridas curadas, que lo parecía más. Así es el fútbol: no hay mal que dure tres días.