NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Liga BBVA | Racing 0 - Zaragoza 0

Mucho miedo y poca pólvora

Cualquier equipo pudo ganar a pesar de la escasa ambición. Un tiempo para cada bando. Colsa, Aguilar y Ander fallaron al definir. Coltorti, clave

<b>POTENCIA.</b> Ander Herrera se impone a Canales y Xisco en la disputa por este balón aéreo.
POTENCIA. Ander Herrera se impone a Canales y Xisco en la disputa por este balón aéreo.

La consecuencia de instalarse en la zona peligrosa de la tabla es que es muy complicado espantar las dudas y los temores cuando sobran. Es difícil cambiar la inercia. Cuando un equipo que vive una situación embarazosa, como Racing y Zaragoza, se anima a arriesgar en busca de tres puntos que sirvan de catapulta, de repente recuerda sin querer que igual peca de atrevido. Que si encaja ya no se levantará. Le sucedió mil veces este curso. De ahí que el encuentro entre dos almas gemelas fuera una lucha interna entre lo que cada uno quería, sabía y debía hacer. Mejor regalar la posesión para no arriesgarla. Más eficaz arroparse que atacar a pecho descubierto. Lo ideal es sumar para no rescatar los miedos.

Por ello, el único premio posible era el término medio entre la ambición y el conformismo: el empate. Y, de esta forma, nadie salió ofuscado y todos contentos a pesar de que los perseguidores acechan. Es lo que tiene estar en el pozo. Un empate es grandioso, cuando lo que dice la realidad es que el Racing mereció más durante un tiempo y no supo rematarlo, y que el Zaragoza pudo vencer en el otro y le dio vértigo intentarlo.

Sobran los motivos. Las razones para explicar el bache del Racing son numerosas. Podría hablarse de las bajas en este caso, elucubrar con ciertos gafes que azotan a El Sardinero (sólo dos victorias) o apuntar con el dedo a ciertas individualidades, pero lo único tangible y real es que sin gol es imposible ganar. Y no sólo los delanteros son culpables. El mal pudre a todo el sistema ofensivo. Así, el equipo verdiblanco lleva sin marcar desde el 7 de febrero, cuando Colsa se vengó del Atlético en Liga. Desde entonces encadena cinco encuentros sin ver puerta, su récord de sequía, del que se ha servido para complicarse la vida y para ver a los rivales de abajo cada vez más arriba.

Un miedo que comparte con el Zaragoza, al que sus razones para no hallar la victoria en Santander habría que achacarlas exclusivamente a la mala lectura del juego de sus mediapuntas. Estos jamás entendieron los continuos desmarques de Suazo y sólo el cambio táctico de posiciones ingeniado por Gay (Abel Aguilar por Ander) logró cambiar por completo el panorama y mejorar la aportación individual de cada peón. Además, Eliseu, origen de todas las jugadas de estrategia del equipo que más provecho les saca, anduvo torpe a balón parado. Arizmendi tampoco logró complementar su potencia con algún pase acertado y Edmilson volvió a evidenciar que sin físico no es capaz de aportar la circulación, el ritmo y la continuidad al juego deseada.

Sólo méritos. El Racing empujó más y mejor en el primer tiempo y gozó de una gran ocasión de Colsa de cabeza. Con Canales desaparecido (tímidos pitos), el centrocampista se erigió en el hombre más peligroso de los que tiene Portugal. Tras esta oportunidad inicial, disfrutó después de otra a bocajarro. Sin embargo, Roberto volvió a demostrar que es, junto a Jarosik y Contini, el pilar más sólido en el que se sustenta el conjunto aragonés. El nuevo sistema (Diop de escoba), el gran partido de Oriol y el resurgir de Colsa fue lo mejor en el Racing. En el Zaragoza cabría añadir a su seguridad atrás, la rocosidad de su presión y convendría analizar la inclinación del juego hacia Ponzio (en la izquierda), en una rutina que recuerda al Sevilla de Alves. El argentino sería el pivote perfecto si un día alguien diera razones para confiar en otro lateral.

El Zaragoza tuvo pocas ocasiones pero muy claras para vencer. Abel Aguilar en boca de gol y Ander Herrera, tras una perfecta pared con Suazo, tuvieron la victoria en sus botas. Sin embargo Coltorti, una vez más, y el apoyo de la grada motivado por los cambios, fueron fundamentales para conservar un empate. El consuelo de los que rechazan ir a ganar. El botín de los que temen perder.