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Liga BBVA | Almería - Barcelona

Ajedrez en el Mediterráneo

Lillo y Guardiola se miden por primera vez en Liga en un duelo de pizarras

Henry.
Fontcuberta

Dice Guardiola que Cruyff lo es todo, que lo que diga va a misa. Como diría un buen hijo. Su figura es como la de un padre que te enseña a caminar por la vida hasta que vuelas del nido. Y empiezas a vivir tus propias experiencias. Llegan amigos y novias, que te enriquecen de una forma u otra. Así llegó Lillo a la vida de Pep, con un romance en México que duró lo que aquella aventura, como un viaje a Cancún, aunque lo llamemos Sinaloa. Como hay cosas que no se olvidan, mantienen el contacto, se cuentan sus cosas, se cruzan piropos. Siguen aprendiendo, en la distancia, el uno del otro. Ahora no está claro quién es el maestro y quién el alumno. Quizá los dos a la vez. Cada uno con un discurso pero con el matiz común que necesita cualquier relación para ser duradera. Puntos de encuentro. Les une el amor (por el buen fútbol).

Será interesante ver la talla de este renacido Almería, que cambió la testosterona de Hugo por los versos de Lillo. Y salió ganando. El Barça sigue ahí, queriendo escapar del villarato a base de combinaciones imposibles de su legión de jugones.

Quiere este Almería dar un paso adelante en su huida de la quema. De paso, puede tener una importancia capital en el desarrollo de la Liga y echar una mano al Real Madrid, que saltará al campo sabiendo cómo ha quedado el líder. Quizá con el liderato a tiro. No tiene Lillo un Messi, pero cuenta con Piatti. Este menudo argentino crece a medida que se desembaraza del cartel de nuevo Messi con el que llegó a España previo pago de siete millones de euros. Comparaciones odiosas. Pero necesitará más para plantar cara al Barça, que busca un golpe de autoridad para que nadie diga que titubea. Ahí entra el ajedrez. En saber enrocarse y atacar por los flancos con alfiles. Lillo tiene un plan de pizarra. Pep lo sabe. Quién es Fischer, quién Spassky.