Europa League | Anderlecht 4 - Athletic 0
Triste adiós del Athletic
El Anderlecht zarandeó sin miramientos a los vascos.
El Athletic remató su aventura continental con una actuación penosa. Bruselas mostró una versión del equipo de Caparrós que, la verdad, no entraba en ningún cálculo. El empate de la ida auguraba cuando menos pelea, tensión, emoción incluso, y lo que hubo fue un auténtico baño del Anderlecht, que goleó con una facilidad pasmosa y apenas necesitó media hora para dejar zanjada la eliminatoria. Luego, se dedicó a explotar la ausencia de ánimo y de plan entre los rojiblancos, aderezando su éxito con dos goles más, fiel reflejo de su neta superioridad.
El Athletic salió con un dibujo más agresivo, con Susaeta escorado a la derecha, pero el sentido de dicha propuesta nunca obtuvo plasmación sobre la pelada superficie del Constant Vanden Stock. No hubo ni ocasión de comprobar cuál era el grado de ambición porque la caraja inicial desbarató cualquier atisbo de esperanza.
Con agresividad y pragmatismo, dos rasgos previsibles por conocidos, el anfitrión redujo a la nada más absoluta las opciones rojiblancas. No hubo partido. Boussoufa acreditó su clase y los demás corrieron y mantuvieron una concentración exquisita para ridiculizar los argumentos del Athletic.
La sideral distancia entre el 1-7 de Lieja y el 4-0 de Bruselas establece con nitidez la entidad del proyecto actual. Quizás este ejercicio no sea justo, pero tampoco es de recibo el desmoronamiento visto ayer o la total ausencia de recursos para, cuando menos, evitar semejante varapalo y caer con dignidad.
Hay partidos cuyo signo se descubre enseguida, bastan un par de detalles para saber que un equipo agachará la cabeza, simplemente porque son impropios de una cita de máxima exigencia. Lukaku recibió el primer balón de la tarde con ventaja de sobra para arrancar e irse, y fue lo que hizo, forzando una entrada al límite de San José, castigada con amarilla. El siguiente balón que tocó el ariete belga subió al marcador, con toda la zaga al aire. Corría el minuto tres.
El partido exigía una tensión que el Athletic no interiorizó, ni de salida ni luego, y así le fue. Afrontaba un reto de envergadura, mediatizado por lo ocurrido en la ida, y sin romper a sudar la eliminatoria se le puso imposible.
El discurrir de los minutos vino a confirmar la decepcionante impresión inicial y, sin embargo, el Athletic dispuso de una ocasión ideal para enderezar el asunto, pero Yeste ralentizó lo que era un remate franco. Ahí estuvo el tren al que subirse para mantener la esperanza.
Después no hubo nada, un páramo futbolístico en lo que se refiere a capacidad de reacción, mientras el Anderlecht fue apuntalando su éxito, sin alardes, aplicando la dosis de intensidad precisa, la misma que exhibió en la ida, ni más ni menos.