champions league | cska moscú 1 - sevilla 1
Tratado de pesca en el hielo
Un Sevilla poco brillante pero sólido sacó un empate de oro de Moscú. Bajo el frío y sobre el césped artificial, controló el primer tiempo y se adelantó en su único disparo por medio de Negredo. En la segunda parte se le olvidó buscar la sentencia y el gol de Mark González, ex del Betis, devolvió la vida a un CSKA de buena disposición pero limitado porque se encuentra en plena pretemporada.
El Sevilla se armó de guantes, medias y ánimo y salió de pesca al Luzhiniki de Moscú, donde el partido comenzó en torno a los cero grados, una bendición, y derivó hacia un frío ás glacial y más cercano a lo previsto a medida que el partido, en paralelo, se congelaba sobre el césped artificial de última generación, Field Turf, que aguantó de maravilla mientras CSKA y Sevilla firmaban un empate que pareció gustar a todos: el CSKA porque está en plena pretemporada y temía perder la eliminatoria por la vía del K.O.; El Sevilla porque jugó con la calculadora en la mano y con la mente puesta en el la vuelta. O en una manta y un caldito, quién sabe.
Del Nido cambió el sombrero de la Copa por el gorro, porque las supersticiones no pasan la frontera de los Pirineos y con la salud no se juega. Como Dios aprieta pero no ahoga, lo que incomodaba al Sevilla por el clima y el césped se lo devolvía el escaso ambiente en la grada y la condición del rival, que se encuentra en plena pretemporada y cuyas cuentas pasan por subir de tono drásticamente para la vuelta. Cada día de pretemporada es un mundo y sólo hay que ver lo que cuesta a los equipos españoles arrancar en previas de Champions y similares. Mejor no imaginárselos en octavos de Champions en pleno verano y con los músculos de las piernas a ritmo post vacacional.
Por lo demás, el CSKA es un buen equipo, diseñado con criterio y bien situado en el campo, con un dibujo coherente y buen trato del balón. Sin Dzagoev, que estará en la vuelta, el japonés Honda hace de faro en la media punta y juega entre líneas para hacer de lanzadera a las bandas (Mark González, el reputado y seguido en la Liga Krasic) y remata cada vez que hay ocasión. El Sevilla, mientras, fue pragmático. Zokora y Romaric blindaron el centro del campo y el equipo entró en la pelea por la posesión y el mando en espera de que Navas entrara en sintonía con el césped y el frío, con el partido. En el ecuador del primer tiempo el extremo entró en calor lo justo para desbordar por la derecha y poner un balón envenenado en el área. Ni los centrales ni Akinfeev, normalmente un valor seguro, despejaron y Negredo remachó a puerta vacía. De ahí al descanso el Sevilla controló a un CSKA animoso que moría siempre en línea de tres cuartos. En los vestuarios repartieron diplomas de economía de guerra a los jugadores del Sevilla: un tiro a puerta, un gol. Y medio billete para cuartos.
Del descanso salió un CSKA agotado y con la inclinación a partirse tan propia de los equipos en fase de rodaje: jugadores adelante, jugadores atrás, poco centro del campo. El Sevilla entonces navegó quizá demasiado sobre seguro y ni quiso oler sangre. Vio la portería rival muy lejos y dejó pasar los minutos con la vista puesta en la vuelta mientras el partido caía en la congelación absoluta hasta que un ex bético, Mark González, recordó al equipo de Jiménez que hay rivalidades que te persiguen hasta los confines del mundo. El chileno agarró un disparo muy lejano y envenenado que cogió a contrapié a Palop y puso el empate. El master de rentabilidad era ahora para los rusos: un disparo, un gol. Y el partido definido en ese dato: dos disparos a puerta, dos goles, demasiados minutos de sopor.
Como el fútbol son estados de ánimo, el CSKA tomó aire y tuvo un tímido acelerón en el tramo final del partido. El Sevilla sólo amenazó con un disparo lejano de Stankevicius. Muy poco ya con Kanouté (por Negredo) en el campo. En el otro área, Palop tuvo su intervención salvadora de cada día con un rechace providencial ante Necid, que se coló entre los centrales y rozó un gol que hubiera cambiado el panorama de forma drástica de cara al Pizjuán.
Empató el Sevilla sin grandes sobresaltos y un partido funcionarial que no pasará a su cada vez más rica historia. Fue pragmático y resultadista y puso un pie en octavos sin perder dedos por congelación. Objetivo conseguido. Suficiente si se pone la medida en el rendimiento de nuestra Liga en esta ida de octavos: muy discreto pero con resultados que apuntan a tiempos mejores en los partidos de vuelta. Que así sea.