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Liga BBVA | Tenerife 1 - Zaragoza 3

Derrumbe y resurrección

El Tenerife no gestiona su ventaja y se derrumba ante un Zaragoza que emergió inesperadamente. Los cambios de Gay, decisivos Debut estelar de Colunga

Manoj Daswani
Los jugadores zaragozistas celebrando uno de los tantos
Los jugadores zaragozistas celebrando uno de los tantos

El partido de la angustia transformó al Tenerife tanto como al Zaragoza, pero en sentidos inversos. El que más vivo entró al envite sale herido de muerte, y el que iba directo a la UVI ahora aparece reanimado y hasta eufórico. El tamaño de la mutación fue proporcional a su velocidad: siete minutos. Sucedió ayer en el Heliodoro que ingresaron los dos equipos a su particular final por la permanencia con sensaciones desiguales y también filosofías dispares. Si bien había urgencias en ambos bandos, parecía el cuadro local un equipo con las constantes vitales intactas y que ofrecía señales de recuperación inminente. Así lo presagiaba su fútbol. El Zaragoza, en cambio, había entrado en barrena y no sólo los resultados, sino también el juego, eran decadentes y alarmantes. Tales estados permanecieron vigentes en la cita de ayer por 75 minutos y se invirtieron contra todo pronóstico en un final de locura. El Tenerife se derrumbó ante su propio público y el Zaragoza emergió de sus cenizas. Increíble.Sucedió tan inesperado desenlace cuando había firmado el conjunto canario una actuación primorosa durante el primer acto y aceptable a lo largo de la mitad del segundo, todo ello ante un rival desnortado, manso, presa del dominio constante de los locales tanto en el balón como en las oportunidades. Harían falta cuatro páginas enteras para describir una tras otra todas las ocasiones blanquiazules: un cabezazo en plancha de Alfaro que se marchó fuera, un atinado pase del onubense a Nino al que no llegó su socio, otra incursión más del mediapunta por la derecha que acabó en saque de esquina, un cabezazo certero de Sicilia que derivó en córner también, un zapatazo de Kome que no encontró la red... y así, sin exagerar, por lo menos otra decena de aproximaciones con peligro que permitían concluir que eran los anfitriones los únicos que opositaban al triunfo. No tuvo recompensa la insistencia local en el primer tiempo pero sí al inicio del segundo, cuando nada más empezar fue Juanlu el que culminó una gran acción ofensiva para adelantar a los suyos. En el tiempo que tardó el envite en premiar los méritos del Tenerife apenas hubo noticias del Zaragoza, si acaso sí en el banquillo, donde Gay mandó a calentar a Gabi a la media hora.

Tuvo que marcar el cuadro de Oltra para que reaccionara su oponente, si bien tampoco con el 1-0 se atisbó una variación notable en los maños que sí llegó luego, con los cambios. Absolutamente determinante fue el movimiento de los foráneos -idéntico al que planteó su entrenador en Villarreal la semana pasada- hasta permutar la puesta en escena de todo el equipo con sólo dos cambios. Colunga, grandísimo refuerzo, y Gabi, futbolista de clase, fueron tan catalizadores de la reacción aragonesa como también una acción que lo cambia todo: Arizmendi controla el balón y Luna, quién sabe por qué, comete penalti. Regalo que aprovechó Suazo y, en realidad, su equipo entero. Verse con el partido empatado tras casi una hora hueca de fútbol del Zaragoza enseguida despierta la ambición visitante y precipita el derrumbe súbito de un Tenerife fragilísimo. Otra aparición estelar de Colunga para fusilar a Sergio y luego un obús de precisión milimétrica a cargo de Lafita.

Las conclusiones saltan a la vista. El pesimismo, justificado, se instaló de inmediato en un Heliodoro que ayer comprobó que se había creído la mentira del Tenerife: no bastaba con lo que hay, lo cual era evidente, y ha sido erróneo de cabo a rabo el planteamiento de competir en Primera con un equipo de Segunda. Lo del Zaragoza pinta mejor por siete minutos mágicos y el resultado pluscuamperfecto de tres cambios que ejecutó quien parecía sentenciado cuando los hizo. Lo que es el fútbol. Del suelo al cielo se dispararon los maños -y también su jefe Gay- en el tiempo que tardó su rival en suicidarse.

El detalle: Concordia en las cúpulas

Miguel Concepción cumplió con el rito habitual de agasajar a la representación visitante con un almuerzo y obsequio en la previa del encuentro. Los dirigentes demostraron un grado de camaradería enorme y dieron ejemplo con su trato educado y corporativista pese a la rivalidad del día.