Tras la eliminación de Angola la sangre no ha llegado al río

Aleluya. Aunque ha amanecido nublado, lleno de terribles presagios, al final la sangre no ha llegado al río. La eliminación de Angola ha sentado como un tiro, pero todo el mundo ha acudido presto a trabajos y amores haciendo acopio de resignación africana. Eso sí, es ahora, cuando ya ha tronado, cuando el personal se acuerda de Santa Bárbara y se lamenta de no haber acudido a tiempo en busca de ayuda paranormal a los reputados brujos de Konda o Dombe Grande, a sesenta kilómetros de Benguela. Y es que si hubieran utilizado el xiri, la paneca, el pau, la uanga, el bruni y la macumba, que Angola exportó en los duros días de esclavitud a Brasil, son muchos los que creen que Ghana jamás hubiera derrotado a los Palancas Negras.

Pero es lo que tiene la praxis del marxismo-leninismo: que te incapacita para ciertas creencias que sí profesan, sin embargo, ciertas selecciones que dominan el cotarro del fútbol africano. Léase Togo. Léase Camerún. ¿Que no me creen? Dense una vuelta por la hemeroteca más próxima para rescatar la imagen de N'Kono esposado y apresado por la gendarmería de Mali, en 2002, acusado de haber esparcido en el campo "cierto polvo mágico".

Como es natural, mi musungu, Charly Martínez, que tanto me quiere, tanto me mima y a quien debo tantos favores, no cree en sortilegios ni en curanderos, y opina que la eliminación de selecciones como, por ejemplo, Costa de Marfil no se debe a ningún brujo ni Roma que lo fundó, si no a esos entrenadores que descubren ministros africanos en algún todo a cien de Centroeuropa. Preferentemente de la ex Yugoslavia que después de Tito devino en menos que nada pero que nos enseñó tanta geografía y horror. Trátase del tal Halihodzic, incapaz de sacar nada de los Drogba, Touré, Zokora y demás.