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mundial de clubes | estudiantes 1 - barcelona 2

Messi cierra el círculo perfecto azulgrana

El Barcelona ya tiene el Mundial de Clubes, la vieja Intercontinental que faltaba en su palmarés, después de una final dramática en la que estuvo derrotado y revivió de la mano de, otra vez, Pedro.

<strong>EL BARCELONA SE LLEVA EL MUNDIAL DE CLUBES.</strong>
EL BARCELONA SE LLEVA EL MUNDIAL DE CLUBES.

Era a priori uno de esos partidos especiales, de los que invitan a verlo con un punto de pompa, el espíritu con el traje de los domingos y calzado impoluto. Uno de esos, en fin, que están en la agenda de la historia del fútbol, que se escribe en directo ante los ojos de quienes quieran mirar. Pasarán años y en esa ingente reunión de cifras e historias, pequeñas y grandes, que componen la línea de vida del deporte rey, quedará un tomo al que la perspectiva del tiempo sacará brillo y pondrá nombre. Será la historia del equipo perfecto, del año azulgrana, de los seis títulos sobre seis posibles. Será la historia del hambre, del estilo y de una fuerza motriz a la vez barroca y brutal, el maridaje de arte y trabajo obsesivo, cuestión que suele estar detrás de toda gran obra.

Y este Barcelona lo es; Es una obra inmensa que ha traspasado su última frontera ante Estudiantes de la Plata: su primer Mundial de Clubes, la vieja Intercontinental en versión crematística 2.0. La única mácula en su currículum borrada de un plumazo para completar un año que parece un sueño en blaugrana pero que ha sido, mucho más que eso, un relato de fútbol hermoso sellado con un resultado pluscuamperfecto. Guardiola, como Isaac Newton, ha visto más lejos porque ha viajado a hombros de gigantes. Su Barcelona, este equipo triunfal, conjuga la firma de autor con el respeto a una tradición y una filosofía innegociable: Michels, Cruyff, Rijkaard... una hoja de ruta de esencia holandesa que ha adquirido toda su dimensión en un tipo de Santpedor que ha pasado 25 de sus 38 años ligado al Barça, en el que es parte y todo, la conjugación final de una política integral y ejemplar de cantera: La Masía, escuela de fútbol y sala de máquinas que empuja a este equipo hacia el infinito. La Masía como en Roma o Mónaco, también puso su bandera en Abu Dhabi, esta vez con la rúbrica de Pedro, mucho más que un jugador talismán, y Messi, mucho más que el actual Balón de Oro.

Un primer tiempo fantasmal

Durante muchos minutos y hasta el 89 la canción, con hiel en la garganta, era así para el aficionado azulgrana: Sao Paulo, Internacional... y Estudiantes de la Plata. El viejo orgullo pincharrata tuvo en jaque a un Barcelona que necesitó una oda épica y una refundición de sus valores para remontar una final que tuvo literalmente perdida. Desde el alambre, casi desde la tumba, volvió el Barça para ganar el sexto título y seguir sin perder ninguna guerra, apenas un puñado de batallas menores.

Porque durante muchos minutos al Barcelona se le atragantó la guinda, estuvo cerca de un traspié en los postres, una nota desafinada en el bis, un error de logística a escasos minutos de la gran fiesta. Sea como fuera, lo cierto es que mereció durante la primera parte casi la derrota, sin duda el susto. Convirtió el césped en tierra yerma, lento y obtuso, sin aire y cansado: una taza de carga física, dos de desgaste mental. Tantos partidos, tantas finales, tantas citas en las que no se puede fallar, tantos y tantos minutos moviendo el balón contra rivales indistinguibles que son murallas móviles que basculan como escuadrones y se dan relevos de los campos de España a los de Europa hasta llegar a Abu Dhabi...

Durante muchos minutos, este Barcelona que ya no vive en la excelencia perpetua entró en encefalograma plano sin movilidad, recibiendo al pie, con Messi desubicado, Xavi colapsado, Ibra estático y Henry desaparecido. Sólo Alves, sin trascendencia, agitaba a un equipo que ni monopolizaba el balón ni vivía en el balcón del área de Albil. Estudiantes vivió en esa primera parte demasiado cómodo en su rol, todos trabajando, Verón repartiendo las cartas y el espectáculo, claro, en el teatro. La medalla para el equipo argentino fue borrar cualquier rastro de fútbol, esta vez con la sorprendente colaboración de un Barça que no disparó, dato tan alarmante como inaudito, ni a puerta ni fuera en esos 45 oscuros minutos. Con todo, la figura más relevante de ese primer tiempo fue el colegiado Archundia. El mexicano escamoteó un penalti a Xavi por derribo de Albil y concedió en fuera de juego el gol de Boselli, que llegó por lo demás en un testarazo excelente y fue, valga también ese dato, el primer disparo de Estudiantes.

Agonía y éxtasis

En la segunda parte el Barcelona se desangró con una emotiva mezcla de orgullo e impotencia hasta que se reencontró y se rebeló contra el fracaso. Se activó gracias a la entrada de Pedro, que agitó conciencias y puso en marcha las turbinas de la circulación sanguínea en el organismo culé. Ibrahimovic y Henry despertaron y Estudiantes, ya a años luz del balón, boqueó cada vez más incómodo. La tormenta azulgrana no fue perfecta porque Messi no terminaba de entrar en juego y Xavi seguía muy custodiado. Pero el Barça acumuló méritos: robó arriba, tocó rápido, abrió a las bandas y tuvo profundidad. Así llegaron los remates fallidos de Ibrahimovic o las jugadas de un eléctrico Pedro que, con su ángel de la guarda siempre de guardia, apareció en el 89 para rematar de cabeza en el segundo palo y resucitar la final. Justicia por esos 45 minutos, por los errores arbitrales, por el agotamiento de Estudiantes, por la carga total de un Barça ya con Touré y Jeffren en el campo.

Llegó la prórroga con el Barcelona desatado y Estudiantes convertido en una muralla exhausta que por fin se agrietaba colgada de Verón, ya sin gasolina para impulsar su incuestionable fútbol. Sin oxígeno, el equipo pincharrata resistió 20 minutos de alargue hasta que Messi, que apareció en el tiempo extra liberado por la asfixia rival, remató en plancha y con el pecho, casi con el escudo, el gol de la victoria. Después hubo avisos en la portería de Valdés, apenas un par de sustos, pero la suerte de la final ya estaba sellada y cerraba un círculo que comenzó hace 219 en la final de la Copa del Rey, si se apura en aquella previa contra el Wisla en la que nació oficialmente la era Guardiola. Desde entonces, todo: Copa, Liga, Champions, Supercopa de España, Supercopa de Europa... y Mundialito de Clubes. Dice Guardiola que el futuro de este Barça quizá pinte negro. De lo que no hay duda es de que el presente, enmarcado en este mágico 2009, resulta pluscuamperfecto.