Casi sin quererlo y apenas sin hacer ruido, Pedro Rodríguez entró en la historia del Barcelona y del fútbol mundial al marcar en seis competiciones diferentes. Tranquilo y sosegado, el canario es capaz de transformarse en el terreno de juego. Le gusta la verticalidad, es hábil y poco a poco va atreviéndose a encarar al rival, su asignatura aún pendiente. Con el rostro de la felicidad más absoluta, con una expresión de estar pensando, "¡madre mía, la que he liado"!, el joven espera con ganas el partido de mañana ante Estudiantes, aunque su objetivo ya está conseguido y sellado.

"Hubo algún momento en el partido en el que creí que se me pasaría la oportunidad, pero acabó apareciendo", reconoció el futbolista, que amablemente posó para ser retratado por AS. "Sé que hice historia ante el Atlante, pero aquí lo que cuenta es el colectivo; siempre fue así, ya que sin el esfuerzo de todos mis compañeros, pocas cosas podría finalizar. Estoy en una nube y las sensaciones son maravillosas", reconoció.

Hijo futbolístico de Guardiola (confió en él para el filial y luego para hacerle un hueco en el primer equipo), Pedro, antes Pedrito, también tiene palabras de agradecimiento para su preparador: "Siempre me ayudó, aunque es exigente".

Desde que comenzó la temporada, Pedro recibió el abrazo de sus compañeros siendo el rematador final de las jugadas en once ocasiones, de los 23 encuentros que fue alineado por su entrenador. Está siendo tan grande la alegría, que el canario se guarda las camisetas con las que consiguió hacer los goles. Comenzó la travesía en San Mamés en la Supercopa de España. Luego, en la de Europa, desatascó la final ante el Shakthar Donetsk. De las 13 veces que fue alineado en Liga logró tres goles; en la Copa del Rey mojó dos veces ante la Cultural Leonesa, mientras que en la Champions League lo hizo en dos. El miércoles, en el Mundialito de clubes, cerró el mágico ciclo goleador.