Liga BBVA | Zaragaza
De la Quinta de Montjuïc a los Cuatro de Marce
Con el regreso desde el Depor de Lafita y la recuperación de Goni, Marcelino completa el grupo de jugadores de la casa más importante desde Láinez, Cuartero, Soriano y Cani en el anterior descenso. El proceso se repite. Y, en medio del desierto, brota la flor del joven fútbol zaragocista.
Decía Goni hace pocos días, en una entrevista: "A veces Marcelino nos aconseja a los de la cantera que no vayamos siempre juntos, pero es que... nos conocemos desde siempre, nos resultaría raro no hacerlo". La reaparición del defensa central, lesionado de la rodilla, completa un grupo generacionalmente diverso, pero que significa la regeneración de un núcleo aragonés en el vestuario del primer equipo, después de que los estandartes locales de los últimos años acabaran arriados por prematuras retiradas (Láinez, César y Cuartero) o ventas muy controvertidas (Cani y Zapater).
El mismo Lafita estuvo muy cerca de cumplir ese mismo destino con su salida al Deportivo. Pasados dos años, su crecimiento deportivo, el poso profesional, el peso que ahora mismo tiene en el equipo de Marcelino y, desde luego, la edad (les lleva entre cuatro y cinco años al resto) convierten al mayor de los Lafita en el faro de un grupo que toma el testigo de aquella generación reunida en torno al anterior pasaje descenso/ascenso, la Copa de Montjuïc y la Supercopa de Mestalla: el que conformaron Cuartero, Láinez, Soriano y Cani, en el primer bienio, y que en el verano de 2004 completó Alberto Zapater. Generelo, asimilado en el tramo final de su formación, Camacho o César Jiménez pasaron también por el equipo en esos años. Tiempos en los que la cantera, como empieza a ocurrir ahora, tenía representación y peso en el primer equipo.
Hervidero. La rutilante transformación del equipo con el cambio de propiedad en 2005 y la inflación de las ambiciones estrechó el margen. Pero el proceso de 2002 se ha repetido, favorecido por la calidad de los que vienen, desde luego, pero también por las circunstancias. César Láinez analizaba en el verano del descenso de 2002: "Lo único bueno de esto es que saldrán jugadores de la cantera, porque el club los necesitará". Y así fue. Lo mismo ocurrió el año pasado, cuando Goni se asentó antes de lesionarse, irrumpió Ander con el interés del Athletic y surgió, en segundo plano todavía, Víctor Laguardia. El año anterior se habían asomado gente como Valero o Montejo, que llegaron a debutar, igual que Álex Sánchez y Kevin este año; y otros se quedaron al borde de hacerlo, lo que le ocurrió a Gaffoor últimamente o a Gotor con Víctor Muñoz en el banquillo. Son satélites que revelan que el hervidero está vivo. Pero consolidarse, el gran objetivo, es lo difícil. Cuando un grupo lo consigue, como ahora lo ha logrado la Quinta de Marce, la celebración está mucho más que justificada.
Y la herida sentimental que pudo suponer la salida de Zapater al Genoa ha cicatrizado gracias a este poker de ases de la casa. Todos son importantes, a su modo. Y se les ve preparados para representar papeles principales en el campo y en la transmisión -en un vestuario falto de referencias- de la cultura zaragocista. Con humildad, con firmeza. Y sobre todo con fútbol.