La historia interminable

LIGA BBVA | Atlético 2 - Real Madrid 3

La historia interminable

La historia interminable

AP

El Real Madrid volvió a salir victorioso del Vicente Calderón, lo que después de diez años sin perder ya no es noticia. El equipo de Pellegrini mandó con solvencia hasta la expulsión de Ramos y se descompuso después hasta quedar convertido en un juguete en los pies de Agüero, al que Quique Flores, él sabrá la causa, decidió dejar de inicio en el banquillo. Para que nada faltara, Casillas apareció al final para evitar el empate rojiblanco. Los errores en defensa volvieron a condenar al Atlético.

El reloj se acercaba al minuto 5, el madridismo se impacientaba y el mundo rojiblanco comenzaba a ilusionarse. Fue entonces cuando se juntaron Cléber Santana, Lass y Kaká para fabricar el primer gol del Real Madrid. Cléber exhibió toda su torpeza, perdió el balón ante la presión de Lass y Kaká culminó la jugada con un disparo potente y preciso con el que superó a Asenjo. Fue una jugada que resume, más que un partido, una década de derbis, de enfrentamientos que terminan en el mismo callejón sin salida para el Atlético, incapaz una vez más de ganar al Madrid, que controló con autoridad el encuentro hasta que Clos Gómez expulsó a Ramos y el conjunto que entrena Pellegrini quedó convertido en una marioneta en los pies de Agüero, al que Quique Flores no quiso alinear como titular. Un futbolista con problemas físicos es incapaz de efectuar la exhibición que regaló el Kun a su afición en la segunda parte.

No hay mejor terapia para el Madrid que enfrentarse al Atlético, que tiene un problema muy serio cuando se mide al vecino. Además de una clara inferioridad técnica y táctica, el Atlético muestra un complejo que no es normal. Si el Madrid se crece y sale reforzado en cada visita al Vicente Calderón, el Atlético termina cada derbi con más dudas de las que lo empezó. Es una cuestión anímica, de mentalidad que nadie en ese club ha sido capaz de solucionar en los últimos diez años. Esta vez Simao, Jurado y, ya en el segundo tiempo, Agüero, encabezaron un amago de rebelión en el que no fueron secundados por nadie más. Terminaron golpeados pora la dura realidad, por el cruel destino rojiblanco.

Hay una máxima en Estados Unidos que dice que si algo no está roto, no lo arregles. Manuel Pellegrini se comporta últimamente en esa línea y decidió, de forma sabia, no experimentar, no quiso arreglar lo que estaba empezando a funcionar. Ausente el lesionado Cristiano Ronaldo, el técnico chileno ha encontrado una alineación que empieza a tomar una forma muy seria, que transmite una sensación de equipo, con las líneas más juntas y en el que todos sus componentes se mueven al mismo ritmo. Este once, en el que Raúl se consolida como suplente, apuntó buenas maneras contra el Getafe, mostró su mejor versión del curso en Milán y confirmó su mejoría frente al Atlético. No obstante, la principal duda que deja ese tercer peldaño que ha subido el Madrid será comprobar si la mejoría vino por la inercia positiva en la que se ha metido el equipo o porque jugaba contra el Atlético, que acostumbra a facilitarle la vida. Los próximos compromisos nos ofrecerán la solución, aunque si hay que apostar, uno se la jugaría a que la mejoría del Madrid se debió a las bondades del Atlético. Y es que como ya sucedió en Milán, el Madrid combinó un buen primer tiempo con una última media hora terrorífica.

La asimetría y el desequilibrio en la banda derecha no desaparecen. Y eso que esta vez Sergio Ramos fue otro, se pareció a sí mismo, y tuvo mucha más presencia en ataque. En defensa le faltaron ayudas y sufrió mucho con Simao, que no tuvo excesivos problemas para ganarle la espalda. Acabó expulsado por la rigurosidad del árbitro, Clos Gómez, pero contra eso tampoco puede luchar Ramos.

Mucho mejor funcionó la izquierda, con Arbeloa controlando el tráfico en el lateral y Marcelo sonriendo en sus galopadas como interior. Cuando como consecuencia de la expulsión de Ramos, Marcelo debió actuar como lateral, esa banda izquierda quedó convertida en una autopista que supo explotar Ujfalusi. Kaká también dejó destellos de su clase, moviéndose por delante de los dos mediocentros y por detrás de Benzema, que ya ha quedado claro que rinde mucho más cuando vuela en solitario. Y para que todo funcionara y nunca se perdiera el equilibrio, Xabi Alonso y Lass sostuvieron al equipo en el centro del campo y sí fueron esta vez la pareja que buscaba Pellegrini, capaz de asegurar la posesión del balón y de ahogar cualquier intento de creación del rival.

Aunque también es cierto que el Atlético se ahoga con nada. Tiene una incapacidad tan grande para generar fútbol, que cuando Simao, Jurado, Forlán o Agüero no están inspirados, el conjunto queda reducido a la nada más absoluta. Agüero inició el choque sentado en el banquillo y cuando saltó tras el descanso fue para mandar al vestuario a Jurado, que había sido de lo más decente del equipo en el primer tiempo. Cosas de entrenadores. Quique sabrá la razón, como sabrá por qué Agüero fue suplente de inicio.

El Madrid presionó la salida del balón y el Atlético sufrió mucho para empezar a andar. Los pies de los centrales, esta vez Pablo y Perea, no hablan el mismo idioma que la pelota, que cuando pasa cualquiera de los dos puede terminar en cualquier parte del campo. En los laterales, sólo Ujfalusi, el mejor defensa de la plantilla, ofreció soluciones. Por delante de todos ellos, Cléber Santana y Raúl García mostraron sus limitaciones para construir. Xabi y Lass los superaron claramente.

Después del gol de Kaká, el Atlético pareció reaccionar y recuperarse, quizá porque ese golpe inicial es algo que ya asume con peligrosa naturalidad, y se lanzó en busca del empate. Lejos de conseguirlo lo que se encontró fue el segundo del Madrid, que convirtió Marcelo a los 24 minutos después de una combinación con Benzema dentro del área. La pelota entró por el poste que defendía Asenjo, que pudo hacer mucho más, como también debieron hacer al menos algo los defensas. La historia estuvo cerca de repetirse diez minutos después, de una buena internada de Arbeloa, que combinó con Marcelo, quien a su vez cedió a Benzema para que éste obligara a Asenjo a desviar a córner. Y mientras todo esto sucedía, los del Atlético sólo miraban. Antes, Forlán había rematado al palo.

Ya en el tiempo añadido apareció Casillas para dejar todo en su sitio. Jurado, uno de los futbolistas con más calidad, talento e imaginación del Atlético, con diferencia, se inventó un pase espectacular a Simao, que ganó la espalda a Ramos, pero fue incapaz de superar a Iker en el mano a mano.

Como recompensa a su buen primer tiempo, Jurado se quedó en el vestuario en el descanso y fue sustituido por Agüero, que dio otro aire al Atlético, que necesita al argentino más que a nadie. También entró después Maxi por Reyes, sin que nada variara.

Pero el aire fresco que trajo Agüero lo contaminó Perea, que intentó regatear a Higuaín y su recorte se convirtió en una asistencia para el argentino, que batió a Asenjo en el mano a mano. Con el trabajo hecho se fue al vestuario y dejó su sitio a Raúl. Será casualidad o no, pero el caso es que fue entrar el capitán y el choque entró en una espiral de locura, dentro y fuera del campo. El árbitro, Clos Gómez, expulsó de forma exagerada a Ramos, que derribó a Agüero en el borde del área, y Pellegrini fue alcanzado por un objeto lanzado desde la grada, que esta vez no tiene nada de lo que presumir.

Faltaban 24 minutos y Pellegrini se vio obligado a recomponer el equipo. Con los cambios y la expulsión de Ramos el Madrid se descompuso. Arbeloa pasó al lateral derecho, Marcelo ocupó el izquierdo y Gago, sustituto de Benzema, reforzó el centro del campo. El Madrid, que en el segundo tiempo ya había dado muestras de ser menos fiable y se había dejado llevar de mala manera, acabó convertido en una marioneta en los pies de Agüero, que hizo lo que quiso y despertó una ilusión que sólo él es capaz de generar en el Calderón. Cada acción del argentino, más brillante que la precedente, hacía más inexplicable la decisión de Quique Flores de dejarle en el banquillo. Alguien dijo una vez, que lo mejor de los entrenadores es que el otro equipo también tiene otro.

Forlán anotó primero y el propio Agüero firmó el segundo a falta de diez minutos. Llegó después un gol anulado por un ajustadísimo fuera de juego, si es que lo era, de Ujfalusi. Y tuvo que aparecer ya al final Casillas para evitar el empate en un remate de Agüero. La historia de siempre en los derbis, una historia que empieza a ser interminable.