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La Copa ya no es un pitorreo

Cuando el museo llevaba décadas sin abrirse, antes de la época dorada, el Sevilla asumía los ridículos coperos como algo normal. El equipo, inmerso en la mediocridad que lo lastró durante tantos años, renunciaba a la Copa. El arriba firmante presenció charlotadas como la del Isla Cristina o variaciones tácticas estrambóticas como colocar a Juric de delantero centro. Olé. Auténticas tomaduras de pelo. Hasta que llegó Del Nido, claro está. El presidente abortó esta dinámica derrotista y exigió competitividad en este torneo. Los resultados no tardaron en llegar.

El Sevilla volvió a recibir de manos de Su Majestad el trofeo tantas veces despreciado y, el año pasado, una desaplicación inexplicable impidió disfrutar de otra final, quizá el espectáculo más bonito que se puede vivir en nuestro fútbol. Pese a las exigencias presidenciales, el equipo jugó con fuego ante el Denia y la Ponferradina y cerca estuvo de quemarse. La teoría parece aprendida y sería poco inteligente entender que este es el camino más corto para volver a tomar rumbo hacia el templo catedralicio. Nadie puede dudar que el poderoso Sevilla es capaz de tocar la gloria en la Champions y la Liga, pero la aventura que inicia hoy presenta, a priori, menos dificultades. Así lo entienden en Nervión. Con ustedes, la Copa.