Raúl destaca en el caos

Liga BBVA | Real Madrid 4 - Valladolid 2

Raúl destaca en el caos

Raúl destaca en el caos

Dos goles del capitán encarrilaron el flojo partido del Madrid. El Valladolid siempre supo levantarse. Higuaín reclamó su titularidad con un gran gol

Partidos como el de ayer están catalogados en las buenas memorias y, si recuerdan, los suele ganar Raúl. Partidos sin ritmo, al amparo del Bernabéu y contra enemigos inesperados. Choques trabados, por descifrar, pendientes de una ocurrencia. Embrollos donde la veteranía es un grado y la calle también. Encuentros aptos, igualmente, para Marcelo, porque el desorden le hace parecer ordenado, los caminos se le abren y los rivales apenas aprietan por su callejón.

Lo de Raúl ya se sabe. Lo que para otros fueron quince días de desconexión, para él fueron dos semanas de oxigenación alpina y meditación zen. Las ausencias le agigantan tanto como los desprecios. Cuando se esperaba un examen a Benzema, Raúl salió voluntario para recitar la lista de los Reyes Godos. El primer balón lo empujó con el quinto metatarso, delicado, girando el tobillo, asistencia de Granero. El segundo lo marcó con la derecha, al galope desde la segunda línea, pase de Marcelo.

Todo sucedió en 17 minutos y dio sentido al juego del Madrid. Fútbol clásico, reconfortante: dos jugadas por banda y un par de remates certeros. Granero como Míchel (González del Campo) y Marcelo rehabilitado, buen chico.

Espejismo o realidad, resultó breve. Agasajado el capitán, el Madrid se fue inclinando hacia su peor versión, la que le descubre como un equipo sin coreografía. Descartados robos y contragolpes (lesionado Cristiano), no hay estrategia para atacar a los equipos que se defienden según el método. No existen los desdobles por banda, no hay desmarques, ni apariciones sorpresa, ni tampoco un sistema de apoyos para superar la presión. En general, no se detecta por ningún sitio la mano del entrenador.

Reactivado. En esas condiciones, el Valladolid resucitó por primera vez el partido. Nauzet botó una falta y el golpeo, exquisito (muy canario), se coló por la escuadra después de tocar en el palo que la sostiene.

Y luego apareció Diego Costa, que anoche completó una actuación estelar. No es fácil que el delantero de un equipo modesto se comporte en el Bernabéu con tan escasa modestia. Lo habitual son arietes que se mueren de soledad, intimidados por Pepe y desesperados por la falta de balones. No fue su caso. Diego Costa combinó arrojo, talento y también suspiros por su vaporosa cabeza.

Marcelo consiguió el tercero. Sin dar tiempo a que el árbitro finalizara la primera mitad, recortó hacia dentro y chutó con la salvaje virginidad de su pierna derecha. Indultado hasta el próximo infierno.

Después sobrevino la segunda resurrección visitante: Diego Costa iluminó un pasillo y Marquitos correspondió con un gol formidable, tocado con el exterior. Y de nuevo, el tedio, el vagón de metro. Hasta que Higuaín, relevo del apático Benzema, reclamó su puesto en el once. Si el pase de Xabi fue bueno, la conclusión alcanzó lo sublime: entre vaselina y pompa de jabón.

La entrada de Kaká por Van der Vaart pasó inadvertida. No ocurrió más. Diego Costa acarició el tercero del Valladolid (ver imagen) y el Madrid sigue disfrutando su felicidad de goles sin amores.