La roja a Guerra y el gol de Rubén traen la paz al Nàstic

Liga Adelante | Nástic 1 - Levante 0

La roja a Guerra y el gol de Rubén traen la paz al Nàstic

La roja a Guerra y el gol de Rubén traen la paz al Nàstic

xavi jurio

Esta vez el árbitro le echó una mano. El Levante, poco ambicioso

La afición se levantó satisfecha. Hubo aplausos, nunca silbidos. Las parejas se abrazaban y el socio veterano, el más paciente, permaneció de pie hasta que el césped quedó sin gente. El Nàstic ganó su primer partido en casa de la temporada. Luego de tres desilusiones, llegó la paz a Tarragona. Esperemos que dure lo que queda de temporada.

El Levante se acomodó mejor en la primera parte. Jugó replegado, pero demostró tener una delantera explosiva. Xisco, Juanlu y Guerra incordiaron a los centrales grana y estuvieron a punto de darles un susto. Es curioso que la paz en Tarragona arrancase con la redención de Guerra. Su expulsión, tan ingenua (agarrón por detrás en el medicampo y mano innecesaria) como perjudicial para el Levante, le dio una oportunidad al Nàstic. Los grana afrontaban la segunda parte con un futbolista más. Debían dominar y ganar el primer partido de la temporada en casa. El contexto lo requería y Ferrando también lo interpretó así: quitó a Miguel Ángel y puso a Parri, un jugador que pide a gritos la titularidad, por su movilidad, visión de juego y lanzamiento.

Pero el Nàstic evidenció dos síntomas graves. El primero es futbolístico, pues en ningún momento hubo fluidez en el juego. Sólo Walter y N'Gal, banderas de la habilidad y el regate, son capaces de romper una defensa. El segundo problema es la brujería. Es incomprensible que José Mari, Roberto y Rubén Navarro no marcaran ayer en dos jugadas que acabaron en los palos y, en otra, que José Mari no acertó a empujar un balón cuando solo en la línea de gol.

El Levante jugó su papel. Con uno menos, y sin ambición, se encerró atrás e intentó perder tiempo. Pero esa táctica, tan vieja como peligrosa, le costó el partido. En una acción aislada, el colegiado señaló agarrón de Ángel a José Mari. ¿Hubo? Sí, pero esos penaltis no se suelen señalar.

Campano animó a Rubén Navarro a lanzarlo, y éste lo tiró por el centro de la portería y espantó fantasmas. Lograba su primer gol y enterraba la ansiedad y la brujería. Pero la alegría en Tarragona dura lo que un beso. José Mari, en una acción tonta, vio también la roja. El árbitro le tenía ganas. El Levante apretó, llegó al área, pero no pudo empatar. Para ellos era demasiado tarde. La roja y el penalti les enterró.