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Liga BBVA | Sporting 4 - Mallorca 1

Míchel hunde al Mallorca

Extraordinario partido del centrocampista. El Mallorca se adelantó de penalti, pero se deshizo en la segunda parte. Brillantes tantos de De las Cuevas

<b>APABULLANTE. </b>El Sporting fue una apisonadora.
APABULLANTE. El Sporting fue una apisonadora.

Un soberbio segundo tiempo del Sporting acabó con un Mallorca entusiasta y bien situado, pero que no supo mantener la renta inicial por un ingenuo penalti de Gregory. La vertiginosa rapidez del equipo de Preciado amargó el bicentenario mallorquinista de Manzano.

El partido registró un cambio de árbitro de última hora, por una indisposición del cántabro Teixeira, sustituido por el berciano José Luis González. En el aspecto táctico, Preciado utilizó el equipo esperado, con su habitual 4-2-3-1, mientras que Manzano optó por reforzar el centro del campo con la presencia del veterano Martí, en detrimento de Julio Álvarez, pero con la filosofía atacante de dos delanteros, con Adúriz y Víctor.

El Sporting tuvo un arranque fuerte ante un rival tranquilo y bien posicionado, que daba muestras de saber dar un buen trato al balón con la movilidad de Borja Valero y los apoyos de Adúriz. El conjunto gijonés estaba demasiado apresurado. Quería resolver demasiado pronto y eso le venía bien al Mallorca. El conjunto de Manzano daba imagen de serenidad, pero sin olvidarse de la ambición de llegar a la zona de Juan Pablo. El primer gol llegó en una acción de presión de Víctor a Gregory. El francés perdió la posesión y agarró al visitante dentro de su área. Un penalti innecesario e ingenuo, que Martí transformó.

Con la ventaja en el marcador, el Mallorca fue un equipo sólido en la posición en el campo, aunque daba muestras de cierta debilidad en la zona defensiva. Tenía a su favor las prisas de los rojiblancos, que no se atrevían a tirar a la portería de Aouate.

El Sporting, con un Míchel omnipresente, asumió el papel de mando en el centro del campo, pero sin capacidad para superar a la zaga bermellona. El juego resultaba embarullado y a la emoción se sumaba el colegiado berciano, con un mareante recital de silbato. A media que pasaba el tiempo, el equipo de Preciado daba muestras de poder darle la vuelta al partido, pero en los metros finales no se hacía un pase bien. Diego Castro y De las Cuevas protagonizaron internadas con cierta espectacularidad, pero fallaban en la última asistencia o en el intento de disparo.

El conjunto mallorquinista se defendía con cierto orden y buscaba los contraataques de Adúriz y Víctor, pero el balear estaba muy asilado y el vasco no podía con el marcaje de Gregory, superior siempre por alto.

En el descanso cambió totalmente el guión. El Sporting alocado se convirtió en un vendaval que sorprendió al Mallorca, excesivamente encerado en su parcela y con mucha distancia entre la zaga y la delantera. Preciado lo aprovechó mejor, con continuas llegadas de su equipo. La defensa balear empezaba a desmoronarse, a frenar a los rojiblancos como podía y a tratar de frenar el partido o el ritmo del juego.

La tremenda superioridad aumentó con le gol de Luis Morán nacido en una pared con De las Cuevas, para lanzar un misil cruzado y casi sin ángulo, cuando Aouate esperaba en balón centrado. Sólo seis minutos después, Diego Castro hace un regate a Nunes en un palmo de terreno y deja el gol a De las Cuevas. En esta jugada, los baleares protestaron que en el inicio de la jugada, el saque de una falta se hizo con le balón en movimiento. Tenían razón, aunque desde el comienzo de la jugada hasta la culminación hubo varios pases y una intervención de Barral que pudo con tres zagueros mallorquinistas en un derroche de facultades. Por las protestas desde el banquillo, el preparador físico fue expulsado. Casi a continuación, De las Cuevas lanzó una vaselina al apreciar que Aouate se encontraba bastante adelantado. El tercer gol rojiblanco provocó el delirio en El Molinón.

Manzano quiso reaccionar con la entrada de Webó, quien acompañó a Aduriz, pero los balones no superaban a la zaga gijonesa. Además, el riesgo asumido hacía que el partido estuviera muy abierto y permitía los contraataques gijoneses. Llegó el cuarto de Bilic, tras jugada de Luis Morán, pero pudieron ser más, porque en la fase final del partido, el conjunto bermellón estaba roto, sin poderío físico, ante un rival que le avasallaba con su potencia. El marcador hizo justicia a lo que se vio en el campo, con un Sporting bien conducido por Míchel y con un rendimiento extraordinario del tridente de jugones.