Hulk y el increíble Atlético

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Hulk y el increíble Atlético

Hulk y el increíble Atlético

Dolorosa derrota para el Atlético, que perdió en Oporto la ocasión de tomarse la revancha de la eliminación de la pasada temporada y una oportunidad de oro para meterse de lleno en la lucha por los octavos tras el fiasco ante el Apoel. Ahora la situación del equipo de Abel es más que comprometida: cierra el grupo D y todavía tiene por delante dos partidos ante el Chelsea. Falcao y Rolando castigaron a un equipo débil de espíritu y sin confianza que no encontró fórmulas para parar a Hulk, una tortura por la banda derecha.

El Atlético tiende al cero absoluto, vive en la temperatura más baja posible, con la energía reducida al mínimo. En la Liga la situación es incómoda y con licencia para empeorar. En la Champions ya roza el drama, con un punto y los dos duelos ante el Chelsea en la lista de pendientes. Harán falta milagros, y no es el cuadro londinense el mejor socio para buscar la intervención divina. Durante demasiados minutos el Atleti pareció acomodarse en el empate y perpetuarse como rey del mal menor. Empate ante el Almería, ante el Valencia... males menores y consuelos de segunda para un equipo que tenía que cambiar la cara en Europa pero que vive con el alma en vilo, sin espíritu, atenazado sin motivo en partidos domesticados y vendido a su suerte en cuanto sube el oleaje. Encaja y encaja pero no devuelve ningún golpe. Y el resultado así parece invariable: la lona.

El partido de Do Dragao dejó un profundo aroma a desangelada decepción, aireó un evidente estigma a ocasión malograda. La ocasión para romper el gafe en Portugal, para vengar la eliminación de la temporada pasada, para dar un golpe de efecto en la lucha por la segunda plaza de grupo y sobre todo para romper una dinámica que amenaza con tragarse al equipo y que no tiene más vacuna que las victorias, aunque sea a base de fútbol ramplón por prescripción médica. A veces hay cosas más importantes que los puntos, incluso para este equipo prematuramente necesitado en Europa.

Pero ni por esas. Justo de fútbol y de espíritu, el Atlético perdió en un final estrepitoso, se desangró ajusticiado por el único argumento de su rival, aquel al que nunca puso remedio. Desde el minuto uno el Oporto vivió colgado de la velocidad de Hulk en la banda derecha. Así hasta el tramo final del choque, cuando Hulk, claro, propició la caída de un equipo con pies de barro que asiste como espectador atónito a su propio desmembramiento. Incluso ante un Oporto que concedió y que se mostró como un rival menos guerrero y menos venenoso tras las salidas hacia Francia de Lisandro y Lucho. Pero un rival, eso sí, capacitado para aprovechar la invitación del Atlético, que le ofreció temeroso la yugular. Y Hulk mordió y mordió hasta que desangró a este increíble Atlético.

Abel busca la fórmula, Roberto se lesiona

En busca de la incógnita que resuelva la tortuosa ecuación que atenaza cualquier amago de estilo, Abel rebuscó en su defensa, casi siempre de papel y fiada a la ruleta rusa. Perea se fue a la izquierda para ganarse el sueldo persiguiendo a Hulk, Ujfalusi pasó a la derecha y Juanito jugó en el centro junto a Pablo. El acordeón volvió a terminar desafinado y descompuesto. Perea perdió casi todos los órdagos de Hulk y el resto fue un flan que quedó en evidencia cada vez que tuvo que sacar el balón jugado. O intentarlo. El resto del equipo era el de Valencia, con Maxi fuera y Jurado y Cleber en el campo. Pero falla el dibujo y falla la actitud. El Atlético juega sin confianza y sn ángel. Cleber y Assunçao no crean, Jurado aparece con cuentagotas por la izquierda y Forlán juega demasiado atrás, muy lejos del área y de cualquier asociación peligrosa con Agüero, fiado a sus disparos desde distancias infinitas, esos que antes denotaban una confianza desbordante y ahora son síntoma de la falta de cualquier otro recurso.

Contra ese Atlético, el Oporto también fue timorato, lento y asustadizo. Y el resultado fue un partido pesado y previsible, con sustos pero muy pocas ocasiones, lleno de minutos de nada y jugadas de cartón piedra. Como si el balón pesara demasiado, como si se jugara en un pantano o tan cerca de las calderas del infierno que la gravedad fuera de plomo y la atmósfera irrespirable. Hulk fue todo el Oporto, agitó el partido desde la derecha siempre mejor que Perea y seguramente sorprendido por las facilidades de la defensa rival, puro caos en ajustes y coberturas. En su área el equipo de Ferreira tampoco era expeditivo y transmitía esa inseguridad que es la silueta de Helton, el portero atípico.

Como toda situación es susceptible de empeorar, Roberto se lesionó y dejó el campo a los 25 minutos para dar la alternativa a De Gea, que pasó inadvertido hasta el arreón final del Oporto, que fue más bien una rendición incondicional del Atlético. Nada pudo hacer en los goles y no debería aparecer retratado por la derrota el joven portero de 19 años, al contrario que sus casi todos sus ilustres compañeros, incómodos cuando se jugó a cámara lenta, abrumados cuando el Oporto metió una marcha más.

El Atlético se entrega sin condiciones

Sobre el descanso, el Oporto domó ligeramente el recital de pelotazos y errores en la entrega en que se había convertido el partido y puso a prueba a la defensa adelantada del Atlético, que va camino de convertirse en uno de los peores inventos del siglo XXI. A Mariano se le anuló un gol tras arrancar en fuera de juego muy justo, y a Meirelles se le escamoteó un mano a mano ante el portero en una acción que pareció legal. Para el Atlético no fue un acicate sino un susto del que apenas se repuso. Pasó por vestuarios y salió igual, con los mismos hombres, el mismo gesto adusto y la misma mirada melancólica.

El Oporto tampoco parecía por la labor y la segunda parte se mantuvo espesa y dispersa, con minutos de dominio del Atlético, más bien flácido, traducidos en una caída de Agüero en el área, un buen disparo de Ujfalusi y un remate al limbo de Juanito. Ahí se acabó el equipo de Abel que, él sólo y con un simple acompañamiento educado de su rival, se disparó en el pie y entró en uno de sus ciclos de autocombustión. Perdió balones en serie y tiritó atrás. Sin saber muy bien cómo y sin casi darse cuenta, se vio metido atrás y empujado por un rival que lo vio entonces tan fácil que se aprestó a la tarea de descabello.

Y como no tiene cura ni remedio el Atlético, su muerte llegó por donde se le había anunciado y telegrafiado durante 75 minutos. Hulk y la banda derecha, la banda derecha y Hulk. De Gea se lució hasta que vivió en primera persona el enésimo ejercicio de pasividad de la zaga. Hulk recogió un rechace del portero y tuvo tiempo para encontrar a Falcao, que remató de tacón en boca de gol. Tocado. Después Hulk rajó otra vez la banda y puso otro balón que De Gea salvó tras otro remate de Falcao. Muy tocado. A continuación llegó el segundo gol, a balón parado: Rolando remachó tras remate al palo de Bruno Alves. Tocado y hundido.

Así languidece este Atlético triste que mostró una peligrosa falta de espíritu y una ausencia completa de confianza. Necesita victorias y sólo alcanza empates extraños o imposibles entre derrotas con sabor a hiel. Todavía no ha ganado en Liga y cierra su grupo de Champions. Y los milagros, con el Chelsea a la vista, están muy caros. Todavía queda tiempo pero, y ese es el principal problema para este Atlético, hay que saber qué demonios hacer con él.