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Liga BBVA | Zaragoza 1 - Valladolid 2

Costa desnuda al Zaragoza

Pavón y Ayala allanan la victoria del Valladolid. Diego Costa, soberbio. Goles a placer de Marquitos y Sisi. El Zaragoza, con muchos errores, jugó a ratos.

Jorge Solans
Actualizado a
<b>UN DOLOR DE CABEZA. </b>Diego Costa, en la imagen ante Pavón, fue el mejor del Valladolid en Zaragoza.
UN DOLOR DE CABEZA. Diego Costa, en la imagen ante Pavón, fue el mejor del Valladolid en Zaragoza.

El Zaragoza saltó a La Romareda con las camisetas de ánimo a Uche y con 15 minutos de retraso. Metáfora, claro. Pero en esa primera fase del partido el Valladolid metió un gol y perdonó otro. Ahí, el resultado fue favorable al Valladolid por la mínima. El resto del partido fue un empate. Así se resume todo. Fue un combate de tablas que el Zaragoza perdió a los puntos. Desde el principio. Porque, nada más empezar, Diego Costa convirtió un saque de banda en mediocampo en el 0-1, desnudando a Pavón y dándole un balón con lazo a Marquitos. Ese aperitivo marcó el partido. El general y el de los protagonistas. Diego Costa es muy bueno, Pavón lo fue algún día. Si es que haber jugado en el Real Madrid es aval de ello.

Charlot se metió entonces en los cuerpos de varios zaragocistas... La Romareda se debatía entre la risa y la lágrima, así que decidió gritar algo ante los números circenses de sus jugadores con la pelota. En medio de la esquizofrenia del Zaragoza, Diego Costa salió de zona arrastrando a su marca y le puso una pelota al espacio a Canobbio, que sorteó por la derecha la salida de Carrizo. Ahí su pierna buena quedaba inactiva, así que frenó, alzó la cabeza y encontró un aliado en el punto de penalti. Pero el remate no encontró portería y el gol se fue al limbo. El Zaragoza moría, el Valladolid perdonaba.

Al rato, Abel Aguilar y Jorge López dieron un paso al frente y el Valladolid replegó velas. Marcelino empezó a reconocer a su equipo, que hasta entonces no llegaba ni a caricatura. Pennant rebasaba a Nivaldo como si fuera un semáforo en ámbar, pero o sus centros no hallaban rematador o el campo se le hacía corto. César Arzo y Luis Prieto, centrales sin el currículum de los del Zaragoza pero con mayor prestancia ahora, solventaron el trabajo con sobriedad.

Tras un aviso de Abel Aguilar en acción individual, Jorge López, el mejor del Zaragoza, hizo justicia a su fútbol. Al suyo más que al del equipo, queremos decir. Inició la jugada que terminó en su gol con una apertura a Pennant, cuyo centro le cayó rechazado en el hall del área al propio Jorge López. Golpeó de zurda, blandito y cruzado, pero Jacobo, nublado por el bosque de cuerpos en el área, no alcanzó el balón. A partir de ahí el Zaragoza continuó con su fútbol martilleante, pero la precisión sólo le acompañaba a Jorge López. Liberado de la banda izquierda, donde Obradovic y Babic fracasaron con estruendo, tanto como los centrales, Jorge López dibujó un pase precioso para Arizmendi, que perdió el mano a mano con Jacobo.

El Valladolid agradeció el descanso como si fuera la sonrisa de un pibón. Y el Zaragoza se agarrotó, su fe y la de su afición menguaron. Canobbio, pese a su intermitencia, ganó contacto con la pelota en la segunda parte, hecho que es sinónimo de aplausos. Mientras Sisi y Marquitos revoloteaban, Diego Costa seguía a lo suyo. La batalla del medio no la ganaba nadie, todos fueron igual de insustanciales. Ni corte ni confección. Mendilibar encontró en el banquillo, con Font y Pele, piezas que ayudaron. Marcelino vio lo que vio y, quizá aturdido, decidió retirar a Abel Aguilar, de los más decentes del Zaragoza.

Regalo.

Antes, Diego Costa descolgó un centro pasado con origen en la derecha, Ayala erró el despeje en plena área y Sisi madrugó a todos para aprovechar el regalo. Nada nuevo bajo el sol de Zaragoza. El Valladolid no hizo nada excepcional, pero tuvo más poso que el Zaragoza y contó con la diferencia de Diego Costa, lo que le sirvió para descongelar el sabor de la victoria tantos meses después. Lo merecía. Y el Zaragoza, como en el Pizjuán la semana anterior y como tantas otras veces en los últimos años, se desangró en los detalles. Los tres puntos vuelan de La Romareda a Pucela. Y las angustias que florecían en Pucela vuelan a La Romareda. Sólo van tres jornadas, pero ya parece que las 35 que quedan serán de sufrimiento.