Liga BBVA | Málaga 3 - Atlético 0
El Málaga baila a un Atleti plano
La presión local ahogó a un rival sin recursos. Baha marcó de chilena. Manu y Xavi Torres sentenciaron a balón parado. Kun estuvo regular y Forlán, fatal
Llegaba el Atleti crecido, la Champions en la mano, Agüero embalado. Y el Málaga le bajó a la Tierra en hora y media de trabajo bien hecho, profesional, sin brillantez, pero con inteligencia y, sobre todo, con ganas, muchas más ganas que un rival que pensó que ganaría andando y perdió agonizando. Muñiz, al que se le juntaban lesiones, sanciones y refuerzos de última hora sin aclimatar, arriesgó y todo le salió bien. Además, la fórmula para ganar a este Atleti no es tan complicada: deja el balón en pies de su centro del campo y espera a que invente algo. Será como esperar a Godot: nunca llega.
Porque con las virtudes del Málaga, la mayoría de ellas asociadas a la actitud y la pizarra, se alió ayer la peor versión del Atleti, ese míster Hyde que todo el mundo sabe que existe y Pitarch parece empeñarse en ignorar: el ataque plano y la defensa horrible. Tal vez reaccione hoy y, a pocas horas de que se cierre el mercado, lleguen las prisas y las improvisaciones. Tal vez se vaya Heitinga, llegue Fanni o se busque a toda prisa un medio creativo capaz de ahorrarnos demostraciones de impotencia tan tristes como la de ayer. Tal vez. A 31 de agosto. No ha tenido tiempo antes, claro.
Sólo en una ocasión pudo el Atleti voltear el destino del partido. Fue a los 14 minutos cuando Agüero encontró a la musa por única vez y, tras liársela a Manolo Gaspar se la puso perfecta a Simao, que cabeceó lo que parecía un gol cantado hasta que apareció la mano salvadora de Munúa para desviar al larguero. Además, en el remate, Simao chocó contra Mtiliga, que se tuvo que ir ensangrentado. Por él entró Manu, un chico de la casa, que sería uno de los héroes del día. Empezó de lateral, luego se fue al centro para hacer pareja con el impecable Jesús Gámez y acabó marcando. Lo hizo todo bien, Síganle.
Quitando ese fogonazo, el Málaga vetó su área al Atlético. Siempre ordenado y con una presión inagotable, permitía sin preocupación que su rival tocara diez metros fuera del área. Era como ver a un niño de tres años intentar hacer el cubo de Rubik: gracioso al principio, aburrido después, predecible siempre. Salvo algún disparo lejano, Munúa podía charlar con los recogepelotas.
Una vez asegurada la defensa, el Málaga fue subiendo su apuesta. Cada vez robaba más arriba, Duda sacaba la zurda a pasear con la precisión habitual y Forestieri se presentaba en sociedad demostrando que la fama que le precede por algo. Salvo cuando Muñiz se encargó de chupar plano expulsando a Abel sin necesidad, el protagonismo viró a blanquiazul, aunque el gol llegó por sorpresa. Un balón cruzado al área bastó para desmontar a la defensa atlética, pero el desenlace fue de mucha calidad: Duda la puso al centro de primeras y Baha, que estaba aunque no lo pareciera, se inventó una chilena para alcanzar una pelota imposible de cualquier otra manera. Golazo y al descanso.
Sin reacción.
Nada cambió en la segunda parte. Sin Assunçao, que ha pasado de villano a imprescindible, el Atleti no robaba cerca del área rival, no sorprendía, no encontraba en ventaja a Kun (peleón sin suerte) ni a Forlán (extrañamente ausente). Desde el banquillo, las soluciones eran Jurado y Reyes, con los que Abel no contaba hace dos meses y son ahora las primeras alternativas por falta de competencia. Así que pasó lo que tenía que pasar: sentenció el Málaga.
Duda puso al segundo palo una falta desde la banda izquierda, allí cabeceó hacia atrás Luque, Asenjo no pudo despejar y Manu marcó a placer. De los defensas atléticos, ni rastro. ¿Error aislado? No. Ya en el último instante, el 3-0 fue un calco. Falta desde el mismo sitio, lanzada ahora por un diestro, Benachour, y Xavi Torres cabecea a gol solito en el segundo palo. Asenjo y cía, mal.
Reyes lanzó una falta al palo en la prolongación, pero ya daba igual. La Rosaleda era una fiesta, soñando con otra temporada coqueteando con Europa. Mientras, el Atleti demostró que aún está por hacer. Ayer se juntaron dos de sus recetas habituales para el fracaso: resaca de Champions y virus FIFA. Pero no es excusa. Le faltan recursos y el talento no aparece por generación espontánea. Tic tac, tic tac.